Los niños aprenden tan rápido... A los tres años, si quieres, les puedes enseñar las capitales de todos los países del mundo. Son capaces de memorizar todas las letras del alfabeto antes de dejar el pañal, y desde luego, a pesar de sus manitas, pueden tocar el violín, la trompeta, o la balalaika como un músico profesional.
Bueno, algunos niños, claro. A veces tengo la impresión de que mis hijos son los únicos que no tienen clases de chino los lunes, y de baile los miércoles y van camino de convertirse en virtuosos del theremín. Y en estos días que vivimos, no puede uno apuntar al retoño a un par de clases y decir ya. Plantar un piano en la habitación del niño y listos, ya puedo presumir. Porque existe Internet y los vídeos. Y tú que me lees, amiga, ya has recibido wassaps de los hijos de tus contactos practicando el smoke on the water con una guitarra más grande que ellos. No hay forma de enmascarar la falta de talento de tu progenie.
Está muy bien que los niños tengan un hobby. Es estupendo, necesario. Pero es que además existe la posibilidad de descubrir que nuestro vástago es un niño prodigio del ajedrez, o carne de medalla olímpica. Es así, admitámoslo. Cuando dejamos a nuestro hijo en las clases de baile, nos lo imaginamos en el teatro Real, y cuando sale de las clases de Karate, nos lo imaginamos de vengador en un remake de Tigre y Dragón.
Yo me imagino que el monstruito trilingüe podría ser un hacker de película. Y, hablando de peliculas, la traductora de bolsillo, sería una actriz estupenda. Esto, claro, mientras alternan sus responsabilidad como traductores de la ONU y logran la paz mundial.
Pero los niños siempre te sorprenden. Yo pensé que mis cachorros destacarían en algo relacionado con la literatura, los ordenadores, los idiomas... Pero no. Cuando un talento excepcional por fin despunta en la traductora de bolsillo, es la capacidad de imitar perfectamente a un perro. De verdad. Cuando ladra podrías pensar que tienes al lado a un cocker spaniel.
Una madre intenta buscarle una salida al talento de sus hijos, pero en este caso me lo están poniendo un poco difícil. ¿Te gustaría ser veterinaria de mayor? No, mamá. ¿Tener una escuela de perros? No, mama, yo quiero ser Hundesittering (babysitter de perros). Y ante eso, ¿qué puede una objetar? Al menos la traductora tiene las cosas claras.