Una
abuela es esa persona que si se lo pides está dispuesta a dejarlo todo,
santiguarse tres veces y coger un avión para venir a ayudarte a limpiar a fondo
la cocina. Una abuela es la única persona en el mundo que dice cosas como
"¡déjame a mí cambiarle el pañal, que me hace ilusión!". Una abuela
te trae pepinos del pueblo, aceite de oliva y lentejas. Porque en Alemania no
hay. Una abuela te quiere a ti y a tus vástagos más que a nadie en el mundo, y
sin desmerecer nada de esto, una abuela es capaz de sacarte de tus casillas en
menos de treinta segundos. Veinte con
este calor.
Cuando
nació Daniel las abuelas lograron que fantaseara con mandarlas de vuelta a casa
en menos de veinticuatro horas. Esta vez han batido su propio record. Me están
volviendo loca, las dos, y esta pobre hija mía ni siquiera ha nacido todavía. Primero
ambas abuelas, cada una en su punta de Europa se han puesto de acuerdo en que
la niña debería llamarse Lucía, o Lucka, en checo. Parece ser que es el nombre
de moda, lo cual sería razón más que suficiente para elegir otro, pero las abuelas,
ya se sabe, son sordas cuando les conviene, e insisten, “Lucía es un nombre muy
bonito” “A co si myslíte o Lucka?”.
Con
la abuela checa huelo una bronca inminente sobre algún tema de género. Me temo
que me quiere convertir mi proyecto de niña supercool en una vulgar Barbie. Ya
nos ha regalado una colección otoño-invierno en paleta rosa palo / rosa chicle /
rosa fucsia / rosa rosa que me hace desear secretamente que la niña salga daltónica. Por
descontado yo le he dado las gracias efusivamente (¡qué menos!), pero ya he
avisado a la otra familia que el rosa lo tenemos cubierto, y que recuerden que
Dios viste con colores hermosos (y variados) a las flores del campo.
No
es sólo la ropa. El otro día la abuela nos salió con la pregunta de si íbamos a
hacerle los agujeros de las orejas a la criatura. Lo cierto es que no lo había
pensado, pero mi primera reacción fue responder que no, con lo que me gané esa
mirada de “con la de chicas guapas y normales que hay en Mohelnice, ¡la que me
ha tocado en gracia!” Y varios comentarios en checo por parte de los comensales
del tipo “ya se sabe, es una cultura diferente”, “¡pero si a los bebés no les
duele!”, “pues si cambiáis de idea yo quiero comprarle pendientes”. Pero
incluso pensándolo un poco más detenidamente, me tengo que quedar con el no. Y
la razón es que no me parece correcto hacerle agujeros en el cuerpo a mi hija
sin preguntar. Si luego quiere hacérselos y pasa un mal rato me tendrá que
perdonar, pero un recordatorio de que los piercings y tatuajes duelen nos puede
venir bien en el futuro.
La
abuela española ha vuelto a acordarse de la época en que ella estaba embarazada, y
como cualquier tiempo pasado fue mejor, ahora resulta que ella estaba
estupenda, delgadísima, se encontraba mejor que nunca, y caminaba dos horas
diarias. Esta información contrasta con lo que yo oía mientras estaba
creciendo, esto es, que cuando estaba embarazada de mi hermana, mi madre estaba
tan enorme que se libró de una multa por exceso de velocidad porque el policía
pensaba que iba de camino al hospital a dar a luz. Pero esto no le impide
recomendarme ensaladas, y andar mucho, y comentar lo grande que estoy con el
resto de la familia, hasta el punto de que lo primero que me dice mi padre por
Skype es “pues no estás taaaan gorda”.
Pero con
la abuela española lo más difícil suele ser distinguir lo que dice de lo que
quiere decir. Últimamente nos repite que “ella está disponible cuando queramos
para venir a echarnos una mano”, mientras hace campaña encubierta para venirse
antes del parto, que es lo que ella quiere realmente. Y me temo que en este punto no va a salirse con la suya. Mi querido esposo ha reaccionado pronto, primero apelando a que el parto debería ser una cosa íntima y luego, sin pausa, añadiendo que si es necesario él se lleva al niño a España para que lo cuide mi madre.
Sí, sí, parece que no soy la única a las que las abuelas le inspiran todo el cariño del mundo y a la vez una especie de terror proporcional a los kilómetros que dicha abuela haya recorrido ya en dirección a nuestra casa. Y ya sé que es feo decirlo de una persona que sólo trae en la maleta polvorones y buenas intenciones, pero lo cierto es que no estoy precisamente deseando que aterricen, "¿Cómo le tienes con las orejas sin tapar? ¿Le das leche cada hora? Yo creo que te toma el pelo. Te he traído děti čaj (té para bebés). ¿Porqué no le pones la chaquetita de punto? Hazle una foto con mi móvil para tu tía. Otra. Otra. Otra... ¡qué bonita!... ¡otra! Te he traído una fotocopia del pediatra con lo que tiene que comer a los seis meses. Un cuatro de manzana golden, medio plátano... Los tomates están más baratos en el Netto. A mí no me gustan los turcos esos. ¿Cuánto te ha costado la mantita? ¿Porqué no le pones la que te traje de Moravicany? ¿No le das papilla de fruta por la tarde? ¿No te llevas un abrigo y el paragüas por si acaso? Yo creo que tiene frío. Mírale, pobre, va asfixiado. Tápale las orejas... y medio melocotón. Yo creo que necesita un cambio de pañal. ¿No? Sí, yo creo que sí. Está incómodo. Yo diría que hay que cambiarle. ¿No le cambias? ¿Cuanto te ha costado el cambiador? ¿No le dais té? ¿No tenéis dumplings? ¿No tenéis una olla express? ¿No quieres más lentejas? ¡Qué estás criando! ¿Pero ya le vas a dar el pecho otra vez?
Vaya, que no lo estamos deseando.
Jajajaja me he visto totalmente reflejada. Sólo que yo tengo dos abuelas,española y ucraniana,y una bisabuela ucraniana que casi es peor que las dos abuelas. Pero imagino que siendo tu segundo hijo ya no se atreverán a darte consejos sabiendo que al primero lo has criado perfectamente! Y el gusto que da que te cocinen!
ResponderEliminarCruzo los dedos, pero sospecho que eso sólo da para una introducción del tipo: yo ya sé que a Dani lo has criado muy bien, pero... "añade aquí comentario sobre la cantidad de ropa que lleva encima la niña o el precio de los tomates"
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