Antes de tener hijos yo era una viajera bastante profesional. De las que meten en la maleta lo justo y calzan zapatillas de deporte para que nada las detenga en el control de seguridad. De las que no hacen cola en la puerta de embarque, ni se levantan en cuanto el avión toca tierra, ni mucho menos aplauden cuando el piloto realiza la proeza de aterrizar sin matarnos a todos.
Ahora viajo con dos niños. Y hay cosas que ya no sirven. Por ejemplo el viejo mantra cartera-pasaporte-billetes (actualizado a cartera-pasaporte-teléfono) ahora es cartera-tres pasaportes (comprobar semanas antes que aún son válidos)-teléfono-pañales-agua-ropa de recambio-portabebés-chupete-libro de Gerónimo Stilton o entretenimiento similar-bolsón medio vacío para meter guantes, gorros, bufandas y chaquetas en el aeropuerto-escapulario de la santa virgen de las Angustias para rezar por que ningún niño la prepare parda.
Antes, cuando iba a España viajaba con una maletita mediana, que se transportara bien, pero se pudiera rellenar de jamón y zapatos nuevos a la vuelta. Ahora tengo que meter ropa para tres en una maleta de la que pueda tirar con una mano mientras empujo el carrito con la otra. Esto me deja espacio para unos vaqueros y un detalle para mi hermana, a la que robo hasta la ropa interior de su armario en Valladolid. Siempre solía meter un vestidito mono y unas medias, para salir alguna noche. Ahora me descojono de pensarlo. Y luego lloro. ¿Queda sitio en el bolsón para el ordenador? Va a ser qué no.
El control de seguridad que antes cruzaba grácilmente ahora me hace pensar en un puente sobre el averno custodiado por trolls. El de Barajas es un poco peor. En Munich son amables, tranquilos, y te ayudan a desmontar las ruedas del carro que, nunca, nunca cabe, porque fue Herodes mismo el que diseñó las máquinas de rayos X de los aeropuertos. ¿Señorita, puede levantar el pie? ¿En serio pretende que me ponga a la pata coja mientras tengo un bebé en brazos? Venga, va, le sujeto a la niña. En Barajas siempre hay una cola demencial, y para hacer las cosas más fáciles han vestido de amarillo "relajante" a esa gente que te grita "¡ordenador, líquidos!", te pasa decenas de bandejas de plástico, te secuestra los biberones y te obliga a quitarle las botas al niño, no vaya a haberse escondido la Kalashnikov de un Playmobil. ¿Qué tengo que hacer para convencer a Barajas de que no soy una terrorista? ¿Quieren una muestra de orina o algo? Porque yo se la doy encantada. Como mi hijo, que una vez no se aguantó la cola y se meó en el control de seguridad.
Que a lo mejor Barajas no sabe que nos está puteando, oiga. La gente puede ser muy hija de puta sin darse cuenta. Amiga con progenie, si cuando iba sin críos alguna vez te pasé por delante en un andén de tren con la maleta, mientras tú peleabas con tus bultos soñando con convertirte en pulpo, o peor aún, te dediqué un "¡qué bebé más mono!" al pasar, en lugar de echarte una mano para subir, si cuando estabas en el pasilllo del vagón, tratando de recomponerte y jugando al tetris mental con el carrito, te dije "pasooo" camino de mi asiento, si cuando estabas desmontando y plegando el carrito antes de entrar al avión, con pañales, abrigos, y bolsa de viaje desparramados por el sueño y tu hijo dando la coña pasé esquivandote (no sea que el avión fuera a irse sin mi) y luego encima te corte el paso en el pasillo mientras colocaba mi maleta, si cuando llegabas con tu prole al metro te hice entrar la última y tuviste que lanzar niños y carrito en el vagón a lo bestia, y no tuve la decencia de cambiarme de sitio con tu hijo para que no fuera chillando "¡mamá, mira!" desde el otro lado del vagón, si me metí en el ascensor del metro porque alguna tara mental me impedía usar las escaleras y te tocó esperar, si tu hijo se meaba "¡ya, mamá, ya! y no te dejé paso en el baño, si fui uno más de esos bultos con que tuviste que lidiar estilo huída del apocalipsis zombie mientras tratabas, en el medio de transporte que fuera, de llegar a la puerta, lo siento. Entendería que me hubieses mentado a la familia. No puedo cambiar el pasado pero puedo proponer que se haga un simulacro de viaje con niños en los institutos. Como método anticonceptivo. Así las cosas, cuando te encuentras con ese señor que te deja pasar en la cola del bar, y esa señorita que se sienta a tu lado en el vuelo y te entretiene al niño, te dan ganas de abrazarlos como si fueran familia.
Cuando era joven una vez me quedé dormida en la puerta de embarque. Esto ahora es imposible que me pase. La última vez, cuando quedaban cinco minutos para embarcar, con la niña tranquilita y el niño haciendo pasatiempos, e ilusa de mí pensé que tenía la situación controlada, se desencadenó la tormenta perfecta: Primero se cagó la niña y se puso a gritar. Agarré niños y bultos y corrí en una dirección cualquiera buscando el servicio con cambiador de bebés más cercano mientras se oía por los altavoces "el vuelo a Madrid tiene overbooking, si no le importa quedarse en tierra... etc". Mierda y mierda. No encontraba el cambiador y no podía arriesgarme a pasar las vacaciones sola, o peor, con la familia política. Gracias al cielo, con los años he desarrollado técnicas ninja para cambiar pañales y he perdido todo sentido de la vergüenza así que puse a ello en una esquinita discreta. Entonces el otro niño "mama, pipí". Tres veces mierda. Con el bebé a medio cambiar, pañal sucio en mano, y arrastrando niño y abrigos corrí, esta vez de verdad al servicio, y gritando a mi hijo en el baño "¡date prisa!", "mamá, tú siempre me dices que hay que hacer las cosas despacito", vestí a la niña, agarré abrigos y demás y llegamos justo a la puerta de embarque. Justo para ver que había que bajar un piso de escaleras hasta el avión y el ascensor estaba estropeado. El operario de Lufthansa me miró a la cara sin entender mis ojos de odio.
Antes, cuando me iba de viaje sóla me decían "pásalo bien". Ahora me dicen "hija, no sé cómo te atreves".
La perspectiva de unas semanas con babisitter jamón y gambas, que te da valor.
Ahora viajo con dos niños. Y hay cosas que ya no sirven. Por ejemplo el viejo mantra cartera-pasaporte-billetes (actualizado a cartera-pasaporte-teléfono) ahora es cartera-tres pasaportes (comprobar semanas antes que aún son válidos)-teléfono-pañales-agua-ropa de recambio-portabebés-chupete-libro de Gerónimo Stilton o entretenimiento similar-bolsón medio vacío para meter guantes, gorros, bufandas y chaquetas en el aeropuerto-escapulario de la santa virgen de las Angustias para rezar por que ningún niño la prepare parda.
Antes, cuando iba a España viajaba con una maletita mediana, que se transportara bien, pero se pudiera rellenar de jamón y zapatos nuevos a la vuelta. Ahora tengo que meter ropa para tres en una maleta de la que pueda tirar con una mano mientras empujo el carrito con la otra. Esto me deja espacio para unos vaqueros y un detalle para mi hermana, a la que robo hasta la ropa interior de su armario en Valladolid. Siempre solía meter un vestidito mono y unas medias, para salir alguna noche. Ahora me descojono de pensarlo. Y luego lloro. ¿Queda sitio en el bolsón para el ordenador? Va a ser qué no.
El control de seguridad que antes cruzaba grácilmente ahora me hace pensar en un puente sobre el averno custodiado por trolls. El de Barajas es un poco peor. En Munich son amables, tranquilos, y te ayudan a desmontar las ruedas del carro que, nunca, nunca cabe, porque fue Herodes mismo el que diseñó las máquinas de rayos X de los aeropuertos. ¿Señorita, puede levantar el pie? ¿En serio pretende que me ponga a la pata coja mientras tengo un bebé en brazos? Venga, va, le sujeto a la niña. En Barajas siempre hay una cola demencial, y para hacer las cosas más fáciles han vestido de amarillo "relajante" a esa gente que te grita "¡ordenador, líquidos!", te pasa decenas de bandejas de plástico, te secuestra los biberones y te obliga a quitarle las botas al niño, no vaya a haberse escondido la Kalashnikov de un Playmobil. ¿Qué tengo que hacer para convencer a Barajas de que no soy una terrorista? ¿Quieren una muestra de orina o algo? Porque yo se la doy encantada. Como mi hijo, que una vez no se aguantó la cola y se meó en el control de seguridad.
Que a lo mejor Barajas no sabe que nos está puteando, oiga. La gente puede ser muy hija de puta sin darse cuenta. Amiga con progenie, si cuando iba sin críos alguna vez te pasé por delante en un andén de tren con la maleta, mientras tú peleabas con tus bultos soñando con convertirte en pulpo, o peor aún, te dediqué un "¡qué bebé más mono!" al pasar, en lugar de echarte una mano para subir, si cuando estabas en el pasilllo del vagón, tratando de recomponerte y jugando al tetris mental con el carrito, te dije "pasooo" camino de mi asiento, si cuando estabas desmontando y plegando el carrito antes de entrar al avión, con pañales, abrigos, y bolsa de viaje desparramados por el sueño y tu hijo dando la coña pasé esquivandote (no sea que el avión fuera a irse sin mi) y luego encima te corte el paso en el pasillo mientras colocaba mi maleta, si cuando llegabas con tu prole al metro te hice entrar la última y tuviste que lanzar niños y carrito en el vagón a lo bestia, y no tuve la decencia de cambiarme de sitio con tu hijo para que no fuera chillando "¡mamá, mira!" desde el otro lado del vagón, si me metí en el ascensor del metro porque alguna tara mental me impedía usar las escaleras y te tocó esperar, si tu hijo se meaba "¡ya, mamá, ya! y no te dejé paso en el baño, si fui uno más de esos bultos con que tuviste que lidiar estilo huída del apocalipsis zombie mientras tratabas, en el medio de transporte que fuera, de llegar a la puerta, lo siento. Entendería que me hubieses mentado a la familia. No puedo cambiar el pasado pero puedo proponer que se haga un simulacro de viaje con niños en los institutos. Como método anticonceptivo. Así las cosas, cuando te encuentras con ese señor que te deja pasar en la cola del bar, y esa señorita que se sienta a tu lado en el vuelo y te entretiene al niño, te dan ganas de abrazarlos como si fueran familia.
Cuando era joven una vez me quedé dormida en la puerta de embarque. Esto ahora es imposible que me pase. La última vez, cuando quedaban cinco minutos para embarcar, con la niña tranquilita y el niño haciendo pasatiempos, e ilusa de mí pensé que tenía la situación controlada, se desencadenó la tormenta perfecta: Primero se cagó la niña y se puso a gritar. Agarré niños y bultos y corrí en una dirección cualquiera buscando el servicio con cambiador de bebés más cercano mientras se oía por los altavoces "el vuelo a Madrid tiene overbooking, si no le importa quedarse en tierra... etc". Mierda y mierda. No encontraba el cambiador y no podía arriesgarme a pasar las vacaciones sola, o peor, con la familia política. Gracias al cielo, con los años he desarrollado técnicas ninja para cambiar pañales y he perdido todo sentido de la vergüenza así que puse a ello en una esquinita discreta. Entonces el otro niño "mama, pipí". Tres veces mierda. Con el bebé a medio cambiar, pañal sucio en mano, y arrastrando niño y abrigos corrí, esta vez de verdad al servicio, y gritando a mi hijo en el baño "¡date prisa!", "mamá, tú siempre me dices que hay que hacer las cosas despacito", vestí a la niña, agarré abrigos y demás y llegamos justo a la puerta de embarque. Justo para ver que había que bajar un piso de escaleras hasta el avión y el ascensor estaba estropeado. El operario de Lufthansa me miró a la cara sin entender mis ojos de odio.
Antes, cuando me iba de viaje sóla me decían "pásalo bien". Ahora me dicen "hija, no sé cómo te atreves".
La perspectiva de unas semanas con babisitter jamón y gambas, que te da valor.
Vale, con un retoño ya me parecía entretenido. Asumo que ya no voy a volver a ir a ningún sitio en los próximos siete o diez años.
ResponderEliminarEso no! Lo único que tus viajes van a ser más memorables que nunca
EliminarLo reconozco, después de leer esto estoy sudando, hiperventilando y posiblemente con arritmias... Y todo sin moverme del sofá!
ResponderEliminar