¿Recuerdas tu primer campamento de verano? ¿Recuerdas a tus padres despidiéndose al pie del autobús? Yo no, pero cómo ahora soy madre, te puedo refrescar la memoria a base de recitarte la banda sonora:
¿Dónde has puesto la cazadora? Métela al autobús, no sea que haga frío. Siéntate al lado de Marga, anda. Ten cuidado con el dinero, ¡no lo pierdas! Acuérdate de darte crema, no te vayas a quemar. Y repelente de mosquitos. Y lávate los dientes. Y cualquier cosa, dices que nos llamen. Dame un beso, venga, sube, sube ya, no, espera. Llevas un bocadillo y un plátano en la mochila. Un beso. ¡Pórtate bien! ¡Cuidado con los mosquitos! Me espero hasta que se vaya el bus.
Estas semanas hemos estado de vacaciones. Puestos a elegir entre un todo incluido en Mallorca, y una mochila al hombro en Indonesia, nos hemos quedado en una cosa intermedia que puedo llamar y llamo "mochileros con comodidades". Esto va así: Compras una Lonely Planet. Preparas tu mochila como si fueras de aventura al Aconcagua, lamparita de cámping y todo. Y después alquilas un coche con conductor, metes la mochila dentro, y te dejas transportar a un hotelito con encanto.
Lo importante es no dejarte impresionar por las piscinas infinitas y los camareros que te ponen una toalla debajo del culo antes de que puedas decir hellosir. ¡Estáis de aventura! No habéis venido aquí a sorber daiquiris, ni a pasar las horas a la sombra de las palmeras. Así que ¡venga! ¡A ver que dice la Lonely Planet que tenemos que hacer!
Bueno, pues lo que hay que hacer si estás de aventura en Sri-Lanka es ir en tren.
Pero claro, con niños y mochilas, el tren es un coñazo. ¡Que nosotros ya hemos contratado un conductor, oiga, que somos "mochileros con comodidades"! Bueno, pues mira, no pasa nada. Los conductores y agentes turísticos en Sri-Lanka, conocen esta necesidad, y dónde hay una necesidad hay una oportunidad de negocio. Así, el turista que no quiere renunciar a nada puede experimentar la aventura de un viaje en tren y volver a la comodidad del coche con aire acondicionado inmediatamente después. ¿Cómo puede ser esto? Pues muy fácil. Porque el conductor, como tu madre, te lleva al tren y te va a recoger.
Salimos del hotel a eso de las siete de la mañana con nuestros billetes en la mano. Nuestro conductor comprobó que todo estaba correcto. "¿Habéis comprado primera clase verdad? Muy bien" "¿Nuwara-Eliya - Ella?" ¡Por supuesto! Es el trayecto recomendado en la Lonely Planet. El conductor asintió. Exacto.
Llegamos a la estación de trenes con bien de tiempo. Encontramos el andén sin problemas. Nuestro conductor nos seguía unos pasos por detrás, listo para intervenir si nos despistábamos buscando el baño. Poco a poco fueron llegando el resto de pasajeros, grupitos de caras jóvenes y blancas, radiantes de emoción, y el andén se llenó de camisetas y shorts, mochilas Quechua, Lonely Planets... y atentos conductores en camisa de manga corta y vaqueros a menos de un metro de cada grupo de turistas. No pude evitar mirar con algo de envidia a las dos señoras con sari que esperaban en el andén opuesto.
Al poco llegó nuestro tren y los aventureros, billete en mano, fuimos entrando. Y pese a estar en la otra punta del mundo, la banda sonora tenía algo de familiar:
-Este es vuestro vagón. Lleváis cámara de fotos, ¿verdad? Ella. La parada se llama Ella. Estaré esperándoos. ¿Crema para el sol? ¿Algo de comer? Luego pasarán vendiendo cacahuetes.
Confirmamos que llevábamos cámara de fotos, crema y bocadillo. E-L-L-A repetimos. Subimos a nuestro vagón. Una vez localizados nuestros asientos, dijimos adiós a nuestro conductor desde la ventanilla, y éste subió al coche. Otros cuatro o cinco conductores seguían en la ventanilla asegurándose de que sus turistas encontraban su asiento.
-¿Lleváis cámara? ¿Los billetes? Cuidado con el sol. Ella. La parada se llama Ella. Estará escrito. Podéis sentaros en esos asientos. Tienen mejor vista, si viene alguien ya os cambiáis.
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