Como madre, a veces me he preguntado si, para motivar a nuestros niños a que cooperen, se puede utilizar el dilema del prisionero. Es sencillo. ¿Quién ha tirado espuma de afeitar por todo el baño? Los niños tienen estas opciones:
(Sí, chocolate y pantallas. Ya ha quedado establecido que soy una mala madre).
El caso es que la mejor opción para los dos es quedarse callados, pero la tentación de delatar al otro es muy fuerte. El castigo si vas de bueno y te delatan es el peor.
Bueno, pues estaba yo pensando en esto al leer las noticias de los últimos días. Agárrate, que viene un giro brutal. Como decía, estaba yo pensando, imagina que eres un país que tienes que prepararte para una pandemia. El dilema al que te enfrentas no es muy distinto del dilema del prisionero.
Tu sanidad no está preparada para afrontar esto, porque, chica, había que ahorrar, y ahora nos hacen falta personal, respiradores y millones de mascarillas. Es lo que hay.
Si quieres conseguir todo el material que sea posible lo antes posible, lo mejor es actuar por libre, negociar con los proveedores, y que le den tila al resto, en un sálvese quien pueda demencial. Si todos ofrecen uno, yo ofrezco dos y me llevo el lote de mascarillas.
Esto es lo que nos ha pasado. Los países han intentado ir por libre, pero también las comunidades autónomas, y hasta los hospitales, pisándose los pies unos a otros para regocigo de los fabricantes de material sanitario.
Es lógico. Lo mejor para el bien común hubiera sido ponerse de acuerdo para repartir racionalmente las existencias, pero para eso, hay que tener la mínima seguridad que los otros también van a cooperar. A ver, si un iluminao hubiera dicho ¡Chicos, antes de comprar como locos, vamos a nombrar un representante para hablar con los distribuidores en nombre de la Unión Europea! ¿Qué hubiéramos pensado? Uno. Que ese ya se ha agenciado todo lo que necesita. O dos. Que es un tarado comunista.
Pero esto es un problema serio, porque la pandemia no es un ejemplo único. Todos estaríamos mejor si los gobiernos se tomaran en serio el cambio climático, pero si soy el único que contamina lo que le sale del parlamento, entonces me va mejor que a nadie.
¿Qué se puede hacer? ¿Hay un sistema para aumentar la confianza de los jugadores? ¿Se puede cambiar el juego? Si lo que está pasando estos días sirve de ejemplo, la cosa pinta mal, y parece que este es otro de esos problemas que vamos a dejar en manos de nuestra progenie. Yo por si acaso, voy a intentar equiparles de la mejor manera posible para enfrentarse con este dilema. Espero que tres días sin tablets ni consolas les hagan reflexionar sobre la necesidad de buscar soluciones globales a problemas globales.