Una de las cosas que me preocupan últimamente (preocuparse: ese deporte materno) son las habilidades sociales de mi hijo. Mientras que otras niñas de su edad les cuentan a sus padres lo que han hecho durante el día, con qué niños han jugado, quien les ha mordido... la conversación con mi hijo va así:
-¿Qué has hecho hoy en la guarde?
-...
-¿Con quién has jugado?
-Autos
-¿Con Marie? ¿Con Simon?
-Autos. Muchos autos
-¿Marie también juega con los autos?
-No. Dani. Autos míiiios.
-¿Quieres ir a jugar con Marie?
-Comprar autos. Su-per-mer-ca-do. ¿Sí?
Y no es un problema de vocabulario, que bien pudiera ser dadas las circunstancias. Daniel domina el español, el alemán, y las declinaciones del checo bastante mejor que yo. De lo único que se le puede acusar es de un exceso de celo por añadir letras extra a las palabras "las pintururas para pintar al lelón están en la cocinina". No, no es un problema de léxico. Me temo que es un defecto genético (ingenieros: si no fuera por las matemáticas se les llamaría simplemente sicópatas).
Por suerte Marie es una niña con recursos. En la última visita le trajo a Daniel un regalo. Un camión rojo y amarillo con grúa incluída. Por supuesto mi hijo ignoró a la amiguita y se concentró en probar la tracción del vehículo sobre superficies diversas. Pero, puede que sea sólo amor de madre, yo veo una mejora. Ayer, cuando le pregunté por Marie, mi hijo por lo menos admitió su existencia.
-¿Quieres que venga Marie a jugar, cariño?
-¡Marie! ¡Re-ga-li-to!
Y no es un problema de vocabulario, que bien pudiera ser dadas las circunstancias. Daniel domina el español, el alemán, y las declinaciones del checo bastante mejor que yo. De lo único que se le puede acusar es de un exceso de celo por añadir letras extra a las palabras "las pintururas para pintar al lelón están en la cocinina". No, no es un problema de léxico. Me temo que es un defecto genético (ingenieros: si no fuera por las matemáticas se les llamaría simplemente sicópatas).
Por suerte Marie es una niña con recursos. En la última visita le trajo a Daniel un regalo. Un camión rojo y amarillo con grúa incluída. Por supuesto mi hijo ignoró a la amiguita y se concentró en probar la tracción del vehículo sobre superficies diversas. Pero, puede que sea sólo amor de madre, yo veo una mejora. Ayer, cuando le pregunté por Marie, mi hijo por lo menos admitió su existencia.
-¿Quieres que venga Marie a jugar, cariño?
-¡Marie! ¡Re-ga-li-to!
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