Hay un momento entre los tres y cuatro meses de embarazo en que algo extraño les ocurre a los hombres.
Para mi es el momento en que la autoestima se encuentra en la bañera con un bote de aspirinas y una cuchilla de afeitar. Mientras que a otras a estas alturas no se les nota absolutamente nada, yo estoy redondita como una Venus de Atapuerca. Un movimiento brusco y esta abundancia pectoral que dios me ha dado amenaza con salirse del soutien-gorge. Familia y amigos insisten en que "¡se te nota la tripita!" pero no es así. Lo que se me nota es la lorzita que trabajosamente he adquirido durante estos dos meses a base de comer Leberkäse como una puerca.
Pero por algún motivo antropológico o genético que a lo mejor alguien me puede explicar es también el momento en que los hombres se me quedan mirando de un modo extraño y en un par de ocasiones alcanzan a decir "estás muy... sexy". Me pasó la última vez y me acaba de pasar con este embarazo. Yo no entiendo que hay de sexy en probarse un biquini y darse cuenta de que servidora tiene la pinta de una ristra de Weisswürst a la que se le ha puesto un par de lazos de colores, pero parece que buena parte de la humanidad está dispuesta a pasar por alto tal cosa cuando se le presentan un par de buenas Tittes.
El caso es que cuando a una le dicen que está sexy puede imaginarse que es por ese vaquero que sienta tan bien, una barra de labios acertada, o simplemente el aura que se va proyectando cuando se encuentra bien consigo misma. Pero ahora no. Ahora no hay confusión posible. Si de repente estoy sexy es porque, como dicen los franceses, il y a du monde au balcon (hay gente asomada al balcón).
Supongo que en otro contexto podría disfrutar este estar sexy de repente. Ahora mismo creo que lo disfrutan más otros. Incluso el enano me reclama abrazos más a menudo, y cuando me agacho a achucharle pone la cabeza entre las dos gemelas y hace Mmmmmmm. Esto me lo guardo para avergonzarle cuando sea mayor.
Para mi es el momento en que la autoestima se encuentra en la bañera con un bote de aspirinas y una cuchilla de afeitar. Mientras que a otras a estas alturas no se les nota absolutamente nada, yo estoy redondita como una Venus de Atapuerca. Un movimiento brusco y esta abundancia pectoral que dios me ha dado amenaza con salirse del soutien-gorge. Familia y amigos insisten en que "¡se te nota la tripita!" pero no es así. Lo que se me nota es la lorzita que trabajosamente he adquirido durante estos dos meses a base de comer Leberkäse como una puerca.
Pero por algún motivo antropológico o genético que a lo mejor alguien me puede explicar es también el momento en que los hombres se me quedan mirando de un modo extraño y en un par de ocasiones alcanzan a decir "estás muy... sexy". Me pasó la última vez y me acaba de pasar con este embarazo. Yo no entiendo que hay de sexy en probarse un biquini y darse cuenta de que servidora tiene la pinta de una ristra de Weisswürst a la que se le ha puesto un par de lazos de colores, pero parece que buena parte de la humanidad está dispuesta a pasar por alto tal cosa cuando se le presentan un par de buenas Tittes.
El caso es que cuando a una le dicen que está sexy puede imaginarse que es por ese vaquero que sienta tan bien, una barra de labios acertada, o simplemente el aura que se va proyectando cuando se encuentra bien consigo misma. Pero ahora no. Ahora no hay confusión posible. Si de repente estoy sexy es porque, como dicen los franceses, il y a du monde au balcon (hay gente asomada al balcón).
Supongo que en otro contexto podría disfrutar este estar sexy de repente. Ahora mismo creo que lo disfrutan más otros. Incluso el enano me reclama abrazos más a menudo, y cuando me agacho a achucharle pone la cabeza entre las dos gemelas y hace Mmmmmmm. Esto me lo guardo para avergonzarle cuando sea mayor.
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