Para una madre, su hijo es el mejor del mundo entero. El más guapo, el más listo. El que seguro que llega a futbolista. Aunque el resto del mundo piense que el niño en cuestión es un grano en el culo, y más feo que un troll, su madre lo ve perfecto. ¿Tan ciegas estamos? Yo creo que no. El amor de madre es incondicional, pero no ciego. Si acaso, algo miope.
Esto viene al caso porque hemos tenido otra charla en el cole de esas en que nos cuentan que el pequeño monstruo es muy listo, sí, pero también es un dolor de muelas. Su mesa es un caos. Interrumpe la clase. Su mochila es un caos. No escucha, no sigue las normas. Su estuche es un caos Tiene dos pies izquierdos... la profesora cree que es hiperactivo y tiene déficit de atención.
No estoy ciega, no. Yo entiendo que mi hijo pueda ser un dolor de muelas. El monstruito tiene mucha imaginación. A menudo entra en su mundo especial, se pone a luchar contra dragones o Pokémon, y los sonidos de la vida tangible no le llegan, sea su madre, su profesora, o la realidad de una cena sobre la mesa. Tener que repetirle las cosas veinte veces, claro, es irritante.
Además el monstruito es muy curioso. Cuando leemos juntos, me interrumpe constantemente para hacerme preguntas. ¿Qué es eso? ¿Y lo otro? ¿Y por qué? Y una tiene que responder que tampoco se ha leído el libro y que tendremos que pasar la página para descubrirlo. Así que él se pone a pasar páginas antes de tiempo, a ver si los dibujos le resuelven las dudas. No se puede negar que la lectura sería más fácil si se estuviera callado y quieto.
Por si esto fuera poco, el monstruito es un niño que enseguida se emociona con las cosas, sean los tiburones, o las banderas de los países de África. Le digo que deje de pensar en las musarañas y acabamos buscando musarañas en Internet y aprendiendo que musaraña en alemán se dice Spitzmaus. Y cuando aprende algo, no puede esperar para decírselo al mundo. Todo lo quiere contestar, todo lo quiere comentar. Yo entiendo que en una clase esto pueda resultar molesto.
Y para colmo, mi hijo es un rapidillo. Hace la tarea en un segundo, y el resto del tiempo en lugar de esperar sentado y tranquilo a que todos acaben, mirando a la pizarra por ejemplo, se levanta, le pregunta algo al compañero, y molesta a todo el mundo. Si por lo menos se desfogara haciendo ejercicio... pero no. A él le gusta cambiar cromos y jugar al ajedrez.
Todo esto es muy cansino para la profe, es irritante, yo lo entiendo. Pero ser un dolor de muelas no es una enfermedad en sí, ni es motivo para medicar a alguien. Ahora bien, si la profe necesita un paracetamol al llegar a casa, y quien dice un paracetamol dice un vodka, no seré yo quién la juzgue.
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