Lunes, ocho de
la mañana. Estoy de camino a Praga y medio dormida cuando Martin me llama. "Nata,
¿recuerdas que te dije que tenía una reunión en Munich hoy? Bueno, pues no es
hoy. Pero ya estoy en Munich, entonces... ¿tiene sentido que vuelva?" "No, no pasa nada, nos vemos mañana. Besos. Love ya!"
Martes, cuatro
de la tarde. Hace una hora que Martin y Daniel tenían que haber llegado del
médico. Llamo. "Te has olvidado ¿verdad? Bueno, ya voy a recogerle a la
guarde. No, no pasa nada. Love ya!"
Lunes siguiente,
ocho de la mañana. Estoy nuevamente de camino a Praga y medio dormida
"Nata, creo que me he dejado las llaves de casa en Darmstadt. Vienes hoy,
¿no?" "Sí amor. No pasa nada. Love ya!"
Martes.
"Nata, me olvidé de dar en el registro los papeles de la boda". Miércoles
"Nata, la finanzamt me pide unas cartas que me mandaron, no leí y no
encuentro ¿sabes dónde están?". Jueves "Nata, ¿era hoy la excursión
al zoo de la guarde?". Viernes, "Nata, ¿cuál es mi cepillo de
dientes?"
Martin es una
persona despistada. Es normal en él ir al aeropuerto para descubrir que su
avión sale al día siguiente (y llamar después a su novia para decirle que va a
tener que esperarle en algún hotel de Nueva Dehli). Una vez tuvimos que
sobornar a un soldado para conseguir una plaza en un tren de San Petersburgo a
Moscú porque Martin se equivocó al leer la hora del billete. En otra ocasión
nos recorrimos todos los albergues de Cuzco buscando unas botas de montaña
olvidadas.
Las llaves, las
gafas de sol y los tickets de aparcamiento parecen huir de mi marido, así como
las responsabilidades mundanas. "Martin, acuérdate de sacar la ropa de la
lavadora". Nah. Ni lo intentes. No va a suceder.
Solía molestarme
por este tipo de cosas. Nai, ya no. ¡Qué desperdicio de energía! He aprendido a valorar la creatividad de mi media naranja para
afrontar este tipo de situaciones. Me he relajado. ¿Perdemos un tren? Ya pasará
otro. ¿Martin se ha vuelto a olvidar el bañador? Ya estamos acostumbrados a
verle en calzoncillos. ¿Nos hemos olvidado el cochecito en la calle? Por lo
menos no nos hemos dejado dentro al niño.
Una adolescencia
moqueando con Ghost y Love Story y ahora me doy cuenta de que en realidad el
amor, por lo menos el del día a día no requiere heroicidad alguna. Amar es
escuchar que tu marido se ha olvidado el pasaporte de tu hijo en una cafetería
de camino a Leipzig y no inmutarte.
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