Algunos datos
sobre mi media naranja:
-Cree que se
pueden cocinar huevos en el microondas.
-Ni usando sus
cinco sentidos es capaz de distinguir la ropa sucia de la limpia y considera
que el pijama es un atuendo perfectamente aceptable para ir a la guardería... o
a cualquier parte, ¡qué coño!
-¿Qué necesitan
dos personas en una excursión de varios días por la montaña? Un cazo y una
cuchara.
-Para él, el
mobiliario sin enchufe, incluyendo sillas, mesas y cama, es puramente opcional.
-A veces pienso
que si yo no existiera tendría una rata-mascota, se alimentaría únicamente de
queso y mandaría la colada por DHL a su madre.
Y sin embargo,
esta mañana me lo encuentro supervisando el desayuno que le había dejado
preparado al peque para la guarde. Saca el sándwich de la tartera, lo coloca en
la mesa, abre el cajón, coge un cuchillo, y en ese momento me acerco y le
pregunto, "¿se puede saber qué haces?" esperándome cualquier cosa.
Cualquiera. Cualquiera menos lo que me responde. "It is not good
enough!" me dice. Que hay que quitar los bordes. Y cortarlo en trocitos. Y
que un sándwich no es suficiente. Que hay que ponerle varias cosas en porciones
pequeñitas. Que siempre llevamos jamón y queso. Que si no tenemos otra tartera.
Y todo esto a las siete de la mañana. Lógicamente yo le contesto que si es que
la tartera no está homologada y que si el niño ha pedido un menú degustación, y
que se vaya como quien dice al cuerno.
Es que esta vez
ha sido mi media naranja el que ha disfrutado del Eingewöhnung, ese período al
principio del curso en el Kindergarten dónde uno pasa tiempo con su hijo en la
clase para darse cuenta de que las otras madres llevan la ropa de repuesto
planchada y que el hijo propio es el más bestia de todos. Mi pobre marido
todavía no sabe que no puede competir. Que está tratando con atletas de élite
de la maternidad. Con madres que antes de serlo tenían dos carreras y hablaban
tres idiomas y cuya satisfacción personal en estos momentos depende de
proporcionarles un buen desayuno a sus vástagos. Y para colmo son alemanas. Los
tuppers que preparan esas mujeres no podríamos mejorarlos ni aunque nos
pasáramos la noche al teléfono con Arzak.
Le he dado unas
palmaditas en la espalda, me he puesto el abrigo y me he ido pensando cómo es
posible que no recuerde el día que llegué a casa absolutamente histérica
cargada de serpentinas y smarties, repitiendo "it's not good enough!"
porque en las bolsitas de caramelos de despedida de la guardería no teníamos un
CD con las canciones favoritas del niño, una foto-montaje dedicada, chuches de
los sanos, bolsitas con dibujos de autos, pegatinas, y algún pelo del sobaco
izquierdo de Santo Tomás de Aquino.
En fin... se le pasará.
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