Hace
semanas que Dani empezó a decir “nein”. Para casi todo. Al final no ha sido tan
terrible como nos temíamos. De hecho, nuestra miniatura de teutón rubio
chapurreando la lengua de Goethe nos parece cachondísimo y nos pasamos las
horas muertas preguntándole cosas.
-¿Vamos
a la cama?
-Nein.
-Jdeme
do postele?
-Nein.
-¿Salimos
de paseo?
-Neeein.
-¿Quieres
un auto?
-Autooo
Como
siempre la vida, en este caso Daniel, tiene una facilidad pasmosa para darle
una vuelta de tuerca a tus peores temores. Su padre estaba seguro de que le iba
a partir el corazón cuando le hablara como un funcionario de la Arbeitsamt. En
realidad lo que ha hecho es romperle por completo los esquemas. Me explico.
Daniel
viendo libro infantil con su padre
-¡Kunda,
kunda!
Padre
con cara de póquer
Daniel
insiste señalando el libro
-¡Kunda,
kunda!
Mi
amiga alemana interviene
-¿No
querrá decir Kinder?
Así es,
lo peor que podía esperar su padre no era que Daniel le mirara a los ojos y le
dijera “nein” en alemán. Lo peor que podía pasar es que Daniel le mirara a los ojos
y le dijera ¡coño, coño! en checo.
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