miércoles, 10 de julio de 2013

El niño que vino de la selva

Imagina que durante tus vacaciones a Brasil te apuntas a un trekking por la selva amazónica y resulta, que a la sombra de un árbol de estos gigantescos te encuentras a un niño. Entonces decides, saltándote unas cuantas leyes de aduanas, llevártelo a casa de recuerdo. Imagina que el niño está tan contento contigo. Pronto se convierte en un pequeño dictador que exige lavarse los dientes antes de comer y dice mamá y papá y auto y a ti se te cae la baba.

Un día, hay una conferencia de tribus amazónicas en Núremberg, y tú, cultureta donde las haya y habiendo luchado con mosquitos gigantes en la selva, no te la puedes perder por nada del mundo. Vas allí con tu retoño adorado, y cuentas a quién quiera oírlo lo bien que dice papá y mamá y auto, y sigues presumiendo de niño felizmente hasta que te das la vuelta y te lo encuentras charlando con una señorita vestida con plumas:

-¡Ení!
-Ja, genau, das geht nichts
-Samá
-Schau mal! Ein Auto


¿Te imaginas como te sentirías? Pues así es como me sentí yo en el Family day que organizó la empresa de Martin. Resulta que nuestro hijo no solo dice papá y mamá y auto. Resulta que habla alemán, y por muy orgullosa que esté, que lo estoy, no puedo evitar preguntarme por un segundo de qué tribu ha salido esta criatura y si debería comprarle unas plumas, o en este caso unos lederhosen. Peor aún, ¿pensará él lo mismo de su padre y su madre? ¿Se preguntará de qué aldea emigramos, de qué modo nos convertimos en sus padres y porqué no le entendemos, cuando es tan evidente lo que nos quiere decir?

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