viernes, 30 de mayo de 2014

Me enamore de un ingeniero II

Ayer conocí a Lenna, la mujer desnuda cuya foto tiene mi marido en el móvil. No quiero decir que la conociera en persona, sino que me enteré de su existencia.
Así es. ¿Qué hace un marido cuándo su mujer le encuentra la foto de una señorita en pelotas? Si tu marido es ingeniero existe la posibilidad de que responda. “Ah, es Lenna, mujer”. ¡Claro!, ¡Lenna! En mi caso, Martin me miró con esa cara que pone cuando piensa que ya he olvidado todo lo que aprendí en la carrera y me explicó “Lenna es una herramienta para medir la calidad de algoritmos de compresión de imagen”. “No sé en los países excomunistas, pero estoy bastante segura de que en mis libros de texto no había fotos de culos”. Por abreviar, hice una búsqueda en Wikipedia y su historia encaja (http://en.wikipedia.org/wiki/Lenna), aunque para efectos técnicos sólo se utiliza la cara de la chica, y no el resto de la foto.

Me hubiera extrañado encontrar pornografía en el móvil de Martin. Sé que los ingenieros tienen fama de gestionar desde sus sótanos la totalidad del fichero erótico de la humanidad, pero creo que sólo lo hacen si ello les supone un reto técnico. El contenido en sí… igualmente podrían ser fotos de gaticos.

La técnica, el cómo, es lo apasionante. No es nada extraño encontrar a Martin explicando a mi hijo el ciclo del agua, el motor de combustión y el sistema digestivo. Y si su hijo le preguntara qué es esa foto que tiene en el móvil, sé que en algún momento la conversación derivaría a porqué con ciertos algoritmos de compresión el culo se vería pixelado. “Pi-ke-la-do”, repetiría Dani con su lengua de trapo.

Sé que se acusa a los ingenieros de ser borderline Asperger. Yo misma lo hago, constantemente. Es cierto, Martin tiene serias dificultades para entender situaciones emocionales complejas. Demasiadas variables, imagino. Escenarios que no son replicables, y que cuando lo son, arrojan resultados diferentes. Es para volverse loco. ¿Qué hace entonces mi marido? Lo que haría cualquier ingeniero: Construir un modelo y simplificar. Y el resultado es sorprendente, tengo que admitir. Probadlo, probadlo en casa.

El comentario de Martin después de asistir a La Traviatta: “Bueno, si una chica decide hacerse prostituta es lógico que haya gente a la que no le vaya a gustar la idea”.
Cómo decir a un familiar que su nueva pareja no es de su agrado: “Ven a visitarnos cuando quieras” “¿Y Michael?” “Yo te he invitado a ti. Tú, si quieres, invitas a Michael”.
El escueto consejo de Martin a un amigo que quiere tener hijos, pero cuya novia es demasiado joven: “Déjala embarazada”.
¿Por qué tienes la foto de una chica desnuda en el móvil?: Es una herramienta para comparar la calidad de algoritmos de compresión de imagen.



miércoles, 7 de mayo de 2014

Día de la madre

"¿Y cómo se las apaña Dani, con tantos idiomas?" -léase con cara de fingida preocupación- es una pregunta a la que tenemos que responder con cierta frecuencia. Hay que explicar que la respuesta "bien, ¡estupendamente!" nunca satisface al interlocutor, que esperaba ansioso la descripción de bien un retraso en el lenguaje o un trauma al que poder poner cara de fingido entendimiento.

Este fin de semana hemos pasado el puente con unos amigos de Martin, una pareja con dos niñas pequeñas y esa fue la primera pregunta que nos hizo la madre de familia. Esta madre de la que hablo es la encarnación de la übermutter, la Madre con mayúsculas, la sufrida y abnegada y dedicada madre. El tipo de persona, en fin, que carga con diez maletas para una excursión de tres días, pero no lleva más que una camisa de repuesto. Durante el tiempo que estuvimos juntos observé como tres tartas distintas salían de la cocina, sus niñas invadían el salón con un triciclo y un zoológico de plástico, y su marido llegaba por las mañanas a mesa puesta, como se hace en las casas de la gente de bien.

Por comparar, de comida desayuno y cena yo llevaba (orgullosísima) una empanada. Mi hijo tenía una bolsita con cuatro coches de juguete y mi marido no ha visto una mesa puesta desde la última visita de mi suegra. "Niña, dale un poquito de tarta a Daniel" "¡Uy! Daniel puede comer tarta, ¿no?"

Sí. Yo la admiro. Lo cierto es que después de diez años con Martin aún no me he acostumbrado a ir a sitios donde hace falta llevar tu propio bote de café y robar del suyo nos fue muy útil. Lo mismo hay que decir de los paquetes de pañuelos estratégicamente colocados por toda la casa y los tuppers que se abrían por arte de magia en cualquier momento. Que acabamos de comer en el restaurante pero la niña tiene hambre, ¡toma tupper!, que estamos perdidos por el monte y se nos ha hecho tarde, ¡pues un tupper!, que hay patos y los niños quieren darles de comer, ¡tupper de comida para niños y palmípedos!" El último día vi la maleta de los tuppers. La ma-le-ta…

Hay que entender que nosotros ejercemos de padres en nuestro tiempo libre y lo suyo es una profesión. No se nos puede tener en cuenta que no llevemos flotadores en el coche "por si acaso" y tengamos que renombrar unos pantaloncitos "bañador" y explicar a Daniel que no hace falta quitarse el “bañador” para entrar en la piscina. Se entiende que si estamos fuera desayunemos café robado y pan con queso en lugar de huevos revueltos con beicon, verduras al grill y tarta casera. Más que nada porque no se me ocurre como se puede viajar con huevos, flotadores, triciclo, pan para patos, y dos niñas sin que ocurra una desgracia. "Es que mis hijas son muy formalitas. Claro, los niños son más movidos".

En estos casos hay que tolerar con gracia y dignidad que su familia arrugue la nariz cuando les ofrecemos de nuestro desayuno y nuestro hijo no tenga reparos en cambiar de bando e hincharse de la tarta interminable. No podemos competir. Una tiene que darse por vencida y aceptar el tupper y las explicaciones sobre cómo su niña es un prodigio que con cuatro años sabe decir cerdo en latín. Menos gracia le hace a Martin cuando le tocan a su hijo. "Cariño, Daniel todavía no sabe cortar, dale un dibujo más facilito". “Mi hija corta desde los dos años, pero claro, cada niño es diferente”.

"Sí. El nuestro habla tres idiomas".


Caso cerrado