martes, 6 de julio de 2021

Cómo inculcar el ahorro a tus hijos

Los buenos padres enseñan a sus hijos a ahorrar.

Además, todos los buenos padres parecen usar el mismo método. La mayoría enfocan el asunto como un problema matemático. Un euro, más un euro, más un euro... suma uno cada semana, espera el tiempo necesario y con un poco de paciencia te puedes comprar la barbie, o el lego, o el juego de la Nintendo. Porque esto del ahorro, lo que tiene, es que se puede aplicar a todas las edades del niño.

El ahorro, visto así, es un concepto tangible. Es el contenido de la hucha con forma de cerdito, o gatito en nuestro caso. Si entrara en la casa un ladrón, con su camiseta de rayas blancas y negras y su bolsa con el signo del dolar, podría llevarse los dineros de la criatura (e invertirlos en compra de divisas, se entiende que eso significa la bolsa).

Cuando el niño es un poco mayor, algunos buenos padres introducen el concepto del banco. El dinero se vuelve algo virtual "yo te lo guardo". Esto suele venir precipitado por una abuela generosa que  reparte propinas en forma de billete por Navidad. Así, como ya no tenemos monedas, el ladrón con su bolsa no tiene nada que hacer. La única manera de perder el dinero es olvidarse de él. Cosa que, dependiendo del niño, ocurre más que frecuentemente.

Pero sea físico o virtual, lo que los buenos padres dan a entender a sus hijos es que el dinero es el que hay. El "un euro, más un euro, más un euro" que uno ha ahorrado trabajosamente, y que se convertirá en unos meses en el codiciado juguete. Y esto es una cualidad muy positiva, sin duda. Una persona ahorradora es alguien de fiar, un miembro productivo de la sociedad. El ahorro es un valor que transmitir a tus hijos.

Y de repente tienes cuarenta años y es obvio que te han engañado. Eres un adulto, y te pones a usar las matemáticas como te las explicaron y no funcionan. Te das cuenta de que da igual lo que ahorres, no eres más que una hormiguita obrera. Nunca tendrás un gran capital, ¡qué demonios! Ni siquiera tienes suficientes años de vida como para comprarte la casa que quieres, porque cuanto más ahorras, más suben los precios. Resulta que el mundo real no funciona como el monedero de tus padres. Resulta que en lugar de ahorrar tenías que haber sabido invertir con el dinero de otros, que es lo que hacen los ricos.

¿Y ahora qué? El daño ya está hecho, pero quizá todavía podamos salvar a nuestros hijos. Creo que sería necesario probar unas pocas ideas. Nada de hucha. Cuando ahorres un poco, dáselo a tu madre a plazo fijo. Compra el juguete que quieras ahora que el interés es razonable y alquílalo después a tus amigos. Puedes poner tu videojuego antiguo como colateral para comprarte la última versión. Compara las ofertas que te dan tu madre y tu padre para prestarte cien euros, y luego sácate de la manga lo que podría ofrecerte tu abuelo. Invierte en la empresa de mindfulness de tu tia. Si le dices que crees en su idea, es casi seguro que te suelte un billete. Y ¿por qué no pedir alguna obscura criptomoneda por tu cumpleaños?

Como tantas veces, escribo esta parrafada para justificar lo poco que tengo en común con los buenos padres. En lugar de fomentar el ahorro de mis hijos, ayer sin ir más lejos les he pedido algo suelto. A un diez por ciento de interés. Y no me siento ni un poco culpable por ello. Si acaso, estoy orgullosa. No sé si esta nueva capacidad que están desarrollando les va a convertir en los niños más populares de la clase, pero puesto que de mis rentas no van a poder vivir, al menos estarán más preparados que yo para la vida adulta.