martes, 29 de noviembre de 2016

El niño más guapo del mundo

¿Te acuerdas de esa cosilla de la que estabas convencido cuando eras joven y que ya no tienes tan clara? A lo mejor pasaste por una época marxista y ahora trabajas recomendando reducciones de personal a grandes empresas. A lo mejor formabas parte de un grupo cristiano y ahora te pones hecha una fiera si a tu hijo le toca hacer de San José en la función del cole. A lo mejor simplemente si ves una foto tuya de hace diez o quince años te cuesta creer que esa persona de dudoso criterio pose junto a lo que ahora definirías sin dudar como un aprendiz de sicópata.

Normalmente los cambios de opinión son cosas que suceden poco a poco, como las arrugas. Hay gente que juraría que ha sido racionalista toda la vida, obviando la etapa empirista en la que un ser humano no cree en nada que no pueda ser cubierto de vómito. Eso nos pasa a todos, pero hay casos más extremos, en los que uno abre sin querer un cajón, se encuentra con un pin de Nuevas Generaciones y sólo puede decirse a sí mismo "what the f...".

Algo así me ha pasado al encontrar unas fotos de hace cinco años, de cuando mi hijo era un bebé. Mi hijo era un bebé muy muy guapo. Nació blanquito y rubio, con unos ojos azules enormes. Y yo en esas cosas soy muy objetiva. Distingo perfectamente que los bebés recién nacidos son en general bastante feos. Incluso la traductora de bolsillo tenía pinta de boniato cuando vino al mundo. Pero no mi hijo. Él parecía un angelito. Bueno, eso te hubiera dicho hasta ver las fotos en las que un albino cabezón sin pelo bizquea a la cámara. La sorpresa ha sido mayúscula. Se lo he enseñado a mi medio knedliky y para él también ha sido un pequeño shock. En el ránking de pelones arrugados con la piel de colores que son los recién nacidos, mi hijo sigue siendo bastante pasable, eso está claro, pero ya no estoy convencida, como lo estaba, de haber perdido la oportunidad de sacarnos una pasta alquilándolo a una empresa de publicidad.

Mientras tanto el pequeño boniato se ha convertido en una niña guapísima. Posiblemente la más guapa del mundo. Insisto en que yo soy una persona muy objetiva. No todos los niños pequeños son guapos. Los hay "simpáticos", "graciosos" y "¡qué rico!". Pero mi niña... estoy pensando que nos podríamos sacar una pasta si la empezamos a mandar a cástings y desfiles de ropa.




lunes, 7 de noviembre de 2016

Killer clowns

Hay cosas que le hacen a una madre sentirse muy mayor. Cosas como esos vaqueros que dejan ver las nalgas, (que no me parecen bien ni mal, es que no acabo de entender que ir con el culo al aire sea tendencia), o lo del pelo azul y morado que está muy bonito dos días y después se pone color camisa blanca lavada accidentalmente con calcetín azul marino.

Ahora resulta que algo llamado killer clowns es tendencia. Esto me lo han explicado otras madres y ya ha salido en el periódico, así que imagino que para cuando escribo este post la cosa estará más pasada que el limón que encontramos en el fondo del frigo al hacer la limpieza. Pero por si alguien es todavía más torpe que yo con las nuevas modas explico que un killer clown es un tipo de idiota que se disfraza de payaso terrorífico y se te mete por ejemplo en el gimnasio, o en el súper, o te da un susto a la vuelta de la esquina. O, en el caso de las madres las intentará asustar, porque me temo que una persona con déficit de sueño, que anda a un ritmo de diez sustos la hora porque su retoño mete los dedos en una caca de perro, corre hacia la carretera en cuanto te das la vuelta, y se tira de cabeza de los columpios, no es fácil de sobresaltar. ¿Qué no? A ver, ¿qué da más susto? ¿Un adulto vestido con pijama sudando detrás de una máscara de látex, o tu hijo pequeño saliendo de la cocina con el cuchillo que se había perdido debajo del horno?

Este sábado tuvimos un evento ajeno a toda tendencia. Fue el cumpleaños de mi vecina. Ocho decenas de años muy bien llevados, que celebramos con pasteles caseros, pizza, y gente de esa que ella conoce y que incluye un poco de todo. Amigas de cuando la posguerra, actores, guionistas, colombianos amantes del tango, refugiados sirios, y dos rubitos trilingües de medio y un metro respectivamente. Sí, el círculo social de mi vecina octogenaria es más interesante que el mío. Mi vecina ha completado dos estudios en su vida: el de enfermera y el de payaso. Y por supuesto, sus compañeros de promoción tenían que pasar a desearle cumpleaños feliz. Señores y señoras, bien pasada la cincuentena, con ropa interior en la cabeza, almohadones en el culo, calcetines desparejados, flores de plástico en el pelo, camisas ochenteras, faldas improvisadas a mano con el resto de algún mantel, y la mejor de las intenciones.

Mi hijo venía del baño cuando se cruzó con la tropa camino del salón, armados con regaderas para cantar el cumpleaños feliz, saludando y haciendo muecas con sus bocas pintadas y agitando sus tocados artesanales. El niño puso la misma cara que si le hubiera cortado el paso una horda de zombis, hizo un amago de rescatar los coches de juguete que se había dejado en el salón, y desechada esta imprudente idea bajó disparado la escalera y se encerró en casa.

Sí, amigos killer clowns. Hay algo mucho más terrorífico que vuestra sangre de mentira, vuestros colmillos, pelucas naranjas y nariz roja de plástico, y es encontrarse de frente con el desfile macabro del tiempo que marcha con calzoncillos en la cabeza y la cara arrugada cachondeándose de tu condición de mortal.