martes, 31 de marzo de 2015

Sexy otra vez

Hay un momento entre los tres y cuatro meses de embarazo en que algo extraño les ocurre a los hombres.

Para mi es el momento en que la autoestima se encuentra en la bañera con un bote de aspirinas y una cuchilla de afeitar. Mientras que a otras a estas alturas no se les nota absolutamente nada, yo estoy redondita como una Venus de Atapuerca. Un movimiento brusco y esta abundancia pectoral que dios me ha dado amenaza con salirse del soutien-gorge. Familia y amigos insisten en que "¡se te nota la tripita!" pero no es así. Lo que se me nota es la lorzita que trabajosamente he adquirido durante estos dos meses a base de comer Leberkäse como una puerca.

Pero por algún motivo antropológico o genético que a lo mejor alguien me puede explicar es también el momento en que los hombres se me quedan mirando de un modo extraño y en un par de ocasiones alcanzan a decir "estás muy... sexy". Me pasó la última vez y me acaba de pasar con este embarazo. Yo no entiendo que hay de sexy en probarse un biquini y darse cuenta de que servidora tiene la pinta de una ristra de Weisswürst a la que se le ha puesto un par de lazos de colores, pero parece que buena parte de la humanidad está dispuesta a pasar por alto tal cosa cuando se le presentan un par de buenas Tittes.

El caso es que cuando a una le dicen que está sexy puede imaginarse que es por ese vaquero que sienta tan bien, una barra de labios acertada, o simplemente el aura que se va proyectando cuando se encuentra bien consigo misma. Pero ahora no. Ahora no hay confusión posible. Si de repente estoy sexy es porque, como dicen los franceses, il y a du monde au balcon (hay gente asomada al balcón).

Supongo que en otro contexto podría disfrutar este estar sexy de repente. Ahora mismo creo que lo disfrutan más otros. Incluso el enano me reclama abrazos más a menudo, y cuando me agacho a achucharle pone la cabeza entre las dos gemelas y hace Mmmmmmm. Esto me lo guardo para avergonzarle cuando sea mayor.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Alemania is different

Alemania is different. 

Por poner un ejemplo tonto, si llevas un tiempo viviendo aquí, llegas a tu casa en la Alemanienstrasse borracho perdido y te das cuenta de que no tienes la cartera, lo primero que piensas no es que te la han robado. Seguramente te la has dejado en un bar, y si consigues recordar en cual, allí estará esperándote a que vayas a recogerla. De la misma manera, si te dejas el coche con las llaves puestas y la puerta abierta y cuando vuelves no está sin duda alguna es que lo aparcaste donde no debías y se lo ha llevado la grúa alertada por algún vecino preocupado.

A estas alturas posiblemente has dejado de colarte en el metro. No porque las multas sean duras, sino porque te da penica esa señora mayor que te defiende cuando te pillan haciendo schwarzfahren. ¿No se da cuenta, señor revisor, que el pobre Auslander no sabía cuál era el ticket correcto?

Aquí se supone que la gente actúa de buena fe y los criminales potenciales están demasiado ocupados rellenando los papeles del Hartz IV. Hace poco, en los postes de la luz alrededor de mi casa apareció un cartel con la foto de un niño. ¿Una criatura extraviada? ¿Un pederasta en el barrio? No, un gorrito hecho a mano perdido en el parque.

Y es que los niños y jóvenes son los más protegidos. En carnavales son típicos los donuts. ¡Pero cuidado! Algunos tienen alcohol en el relleno. Si eres menor de edad, kein problem! la señorita de la panadería te lo recordará y no te los venderá, puedes estar tranquilo, mi joven amigo, no te vas a intoxicar accidentalmente a base de Berlinas rellenas de Baileys. Aquí la gente se toma las normas en serio.

Sí, no hay duda de que vivir en la patria del unicornio feliz le cambia a uno la manera de ver las cosas
Esta semana en clase de alemán tuvimos que comentar dos hipotéticas situaciones. En realidad era un test oculto para averiguar el grado de alemanización de la concurrencia.

  • En el aeropuerto, cuando te dispones a sacar un ticket de metro para el centro, un señor se ofrece a llevarte en coche hasta la puerta de tu casa por el mismo precio. ¿Cuál es tu reacción? "Por supuesto, amable caballero, le sigo encantada al subterráneo donde tiene aparcado su vehículo".
  • Un señor te pide tu ticket de metro que ya no vas a utilizar para revenderlo por un euro. Alega que su pensión no le da para vivir. ¿Le das el ticket? "Claro que no, eso es ilegal".

Si reaccionas de forma diferente, no llevas el tiempo suficiente en Alemania. Vuelve a hacer el test en unos meses.

Sí, deberíamos estar felicísimos de vivir en esta, la tierra de las piruletas (sin azúcar) y sin embargo, hay algo que no me acaba de cuadrar.

-Mamá, ¿por qué vas a trabajar?
-Para ganar dinero, para comprarte trenes y autos
-Pero mamá ¡eso ya lo hace papá!

Empiezo a entender porqué Eva pudo querer marcharse del paraíso.

sábado, 14 de marzo de 2015

Autocontrol

Me da mucha envidia la gente a la que todo le quita el hambre. Tiene que ser estupendo eso de que se te cierre el estómago por la ansiedad y el estrés y con dos meses de maternidad vuelvas a entrar en una treinta y ocho. A mí no se me cierra, no. A mí cuando estoy estresada el estómago me pide brezen con mantequilla y leberkäse, ambos, junto con la currywürst, las tres cabezas de Cerbero de la comida Teutona.

Estaba leyendo otra vez uno de esos manuales para embarazadas y cuando habla del primer trimestre dice algo así como que no te preocupes si debido a las náuseas no puedes comer y pierdes peso. ¡JA! –insisto-  ¡JA-JA! Cuando fui a pesarme para ver de qué partimos estaba ya en los sesenta y seis kilos. Ese no es mi peso normal. Eso es fruto de semanas alternando el kebab con las salchichas y fingiendo que tengo una vida social a base de cervezas sin alcohol.

Yo no he sido nunca una de esas madres sacrificadas que se comen la parte fea del filete, pero ahora soy peor. Ahora me como la mitad de los filetes y dejo a mi familia pelear por las sobras. Si mi hijo no anda un poco espabilado, las gominolas y el chocolate desaparecen antes de que tenga oportunidad de acordarse de en qué cajón están. La semana pasada llegué tarde a buscarle porque me paré a comprarme y comerme un brezen de mantequilla y queso que no tenía ninguna intención de compartir.

Ahora que mi madre está en casa no me queda otro remedio que pararme en la panadería a por un sandwich pre-cena antes de volver a casa. Entre que la cocina de mi madre no es para tirar cohetes, y que respeta la costumbre española de cenar a las nueve, cuando llego del trabajo podría comerme a la mascota de los vecinos si se despista por la escalera.

Y por si todo esto no pusiera a prueba mi autocontrol, ¿qué hace el universo? El universo abre un Kebap en la puerta de mi casa. Adornado con globitos y mierdas, como una fulana. Genial. Me rindo. Voy a comerme unas galletas.

domingo, 8 de marzo de 2015

Madres que se quedan en casa

Este día de la mujer trabajadora me estoy acordando de las que deciden quedarse en casa, que en Baviera son unas cuantas. Cuando digo que me acuerdo no es para repetir lo abnegadas que son, ni siquiera para insistir en que están haciendo un trabajo no remunerado sin días de descanso por el que no tienen derecho a pensión, lo cual es claramente injusto. Cuando hablo con ellas, no valoro el sacrificio que hacen, ni me pregunto si sus hijos en el futuro van a ser más equilibrados, sanos y felices que los míos. Yo cuando hablo con muchas de ellas, sólo puedo pensar en lo que nos estamos perdiendo.

He conocido mujeres con dos carreras y tres idiomas que dedican el día a elaborar pasteles que sólo se pueden describir como un tributo a Miguel Ángel en foundant, a investigar cual es el ungüento que le va mejor al sarpullido de su hijo y confeccionarlo de la nada, o a asegurarse de que las finanzas, la organización y los objetivos de su Kindergarten, parroquia o asociación cultural están en orden. Y es que el talento, cuando no encuentra otro sitio por donde salir, se escapa incluso por el fregadero en forma de fontanería aplicada.

Yo cuando conozco a una de estas mujeres que prepara los menús de la semana en una excel, se cose su propia ropa, tiene las sábanas planchadas y los cristales limpios, nunca lleva las raíces negras, y además jamás se le escapa una palabrota, no me da envidia. Me dan ganas de pedirle que montemos una start-up en un ratito de esos muertos que le quedan por ahí.

Yo recolectaría toda esa energía que les queda a estas madres después de planchar lo imprescindible, justo antes de ese momento en que deciden ponerse con la ropa interior y las toallas. Antes de que el talento se les escape en hacer el mal, justo cuando están pensando en alargar la reunión de padres de la guardería otros veinte minutos para discutir si hay lavarles los dientes a los niños a partir del año y medio o los dos, cuando se les ocurre que además de la tarta de cumpleaños de medio metro en forma de castillo de la Barbie se podrían hacer unas magdalenas de unicornio a juego.

Si fuera una persona emprendedora, que no lo soy, les ofrecería a estas mujeres emplear sus superpoderes para el bien. Les diría, mira, yo creo que a tu hijo no le va a crear un trauma llevar una bufanda de compra, tu familia no va a morir con las arterias colapsadas si un día a la semana se cena pizza en tu casa, aunque parezca increíble, tu pareja es bien capaz de poner una lavadora. Haz algo por ti, y no me refiero a salir un día al mes con las otras madres a debatir si comprar Bio es imprescindible cuando una opta por la crianza natural. Compra una llave, y esto no es una metáfora. Enciérrate en tu cuarto, y dedícate a lo que mejor sabes hacer para el beneficio de todos, porque la industria, el arte, la ciencia, no se puede permitir seguir sin ti.

Te aseguro que tu familia sobrevivirá.





jueves, 5 de marzo de 2015

Los segundos

El embrión se me ha hecho feto en un tris, y apenas me ha dado tiempo a escribir un post sobre el asunto. Pobres segundas criaturas. Empiezo a entender que vienen al mundo rodeados de la más total indiferencia.

Ayer enseñamos una ecografía al peque. "Mamá tiene un bebé en la barriga". Daniel cogió la foto con las dos manos, la valoró unos segundos, luego me miró la barriga, arrugó la nariz y dijo riéndose "¡No! ¡Es mentira!", dejó la ecografía en la mesa y se fue a jugar.

El que debería ser mi compañero de embarazo se olvida constantemente de mi estado. Mi propia madre me pregunta está mañana que porqué voy al médico. A quitarme un juanete, mamá ¿tú qué crees?

Se supone que cuando te quedas embarazada tienes nueve meses para hacerte a la idea de lo que está pasando. Yo llevo tres y como no tengo tiempo ni para náuseas, nada me lo recuerda. De vez en cuando me pregunto delante del frigorífico, ¿por qué era que yo no podía comer jamón?

Así que cuando ayer vi en la ecografía un feto de cinco centímetros moviendo sus dos brazos y dos piernas como loco por una vez mi instinto maternal supo perfectamente lo que me quería decir:
Ha llegado la hora de dejar el café.