miércoles, 21 de septiembre de 2016

Montando un gueto

Por querer lo mejor para nuestros hijos, los padres a veces hacemos chaladuras. Desde el que asegura que es musulmán practicante para que le den plaza en la guarde al lado de casa, hasta el que paga cientos de euros por unos walkies con vídeo, música y detector de zombies, pasando por el que planta cara a un mocoso de tres años por el uso del tobogán.

Por eso los educadores, desde su imponente neutralidad, están en una posición privilegiada para cortar de raíz las tontunas de los padres. Y por eso no me pareció del todo bien que nos dijeran a principios de curso que iban a separar el grupo de mi hijo en dos y nos daban la opción de elegir con qué tres niños nos gustaría compartir grupo. Las opciones son el demonio. Piensen en los dramas que evita el uniforme escolar.

Al final sucedió lo esperado, por supuesto. La guardería se convirtió en la filial de House of Cards, con todos los padres politiqueando para que a sus hijos no los separaran de sus colegas de barbacoa. "Mira, yo te escribo a ti y a Fulano. Fulano que escriba a Mengano y cerramos el círculo con Zutano". Sólo que en lugar de Fulano, Mengano y Zutano eran Heiner Hans y Holger.

El resultado es que los hijos de Heiner, Hans y Holger han acabado en un grupo mientras que en el otro están las mezclas del tipo azerbaiyano-inglés, ítalo-árabe, checo-ibérico y todos los españoles, medio españoles, y cuarto españoles. Yo no sé si es que ha habido también encuentros en la cumbre por parte del sector patrio, lo cual no me extrañaría nada, pero es que ¡hasta la profesora es medio argentina!

A ver, recuerde el lector que mi guardería es muy pija. Que el niño cuyo padre no es doctor en física, tiene una madre cirujana, ¡que contamos incluso con celebridades entre los padres españoles! Vamos, que mi queja no es que mi hijo se vaya a juntar con gente chunga, ni muchísimo menos. Ya he dejado claro más veces que los chungos somos nosotros. ¡Mi queja es que el niño me sale de la clase chapurreando inglés!

Yo no creo que haya ningún tipo de mala intención por parte de los educadores, ni que se haya querido montar un gueto, pero es que voy a buscar al monstruito, leo los nombres de los niños y no doy crédito "¿Pero este crío también es español?" "Bueno, catalán". Y me pregunto, ¿y si en lugar de españoles fuésemos negros?

viernes, 9 de septiembre de 2016

Un inglés de mierda

El inglés. Imprescindible. Si no hablas inglés lo tienes jodido para encontrar un trabajo cualificado, conocer un país exótico sin pagar un viaje organizado o impresionar con tu retórica a un incauto Erasmus noruego. Por eso incontables padres en medio mundo hacen todo lo posible para que sus retoños chapurreen cuanto antes one-two-three, cat-dog-lizard. Con la mejor de las intenciones y el peor de los sentidos estéticos se descargan todos los capítulos de Dora la exploradora y se interesan por guarderías y escuelas bilingües.

Nosotros haríamos exactamente lo mismo, of course, si no fuera por el hecho de que después de Pocoyó en español, Pohadka o Masinkach y Maja Biene no queda tiempo de ver Peppa Pig. Digo esto como metáfora, porque en realidad es mi hijo el que gestiona sus contenidos en la tablet y un noventa por ciento de lo que ve son los vídeos de un señor que juega con trenes y abre huevos Kinder. En inglés, por cierto.

Lo que quiero decir es que la última de nuestras preocupaciones era que el pequeño monstruo trilingüe se convirtiera en cuatrilingüe. Y nuestra preocupación más reciente es que va camino de hacerlo. Las lenguas, para él, han dejado de ser "como habla mamá" y "como habla papá" para adquirir su nombre y su sentido como herramientas para presumir frente a extraños.

-Yo hablo español, checo alemán e inglés
-No, cariño, inglés todavía no lo hablas
-Síííí
-A ver, what colour is this?
-Grüüün

Ante eso, ¿qué se puede hacer si no es sonreír? Pero últimamente el pequeñajo va más allá. Mucho más allá. Por ejemplo, en medio de una conversación de adultos, se oye desde el otro extremo de la mesa "Yisuscraist, Martin!", y a lo mejor resulta que eso es justo lo que estaba pensando decir.

También le he oído chapurrear conversaciones con más o menos sentido con otros niños. "Come here! Look at this!! Guachi guachi prrrrt. ¡Jajaja!" Y cada vez lo hace con más soltura y con más acierto. Por un motivo que se me escapa totalmente, chapurrear en inglés le encanta. "mamá, what's that? Que es fuckinghelldude?"

Así que así estamos. Nuestro pequeño monstruo habla un español de mierda, un checo de mierda, un alemán de mierda, y desde hace un par de meses, un inglés de mierda.