miércoles, 9 de mayo de 2018

Un amor de madre algo miope

Para una madre, su hijo es el mejor del mundo entero. El más guapo, el más listo. El que seguro que llega a futbolista. Aunque el resto del mundo piense que el niño en cuestión es un grano en el culo, y más feo que un troll, su madre lo ve perfecto. ¿Tan ciegas estamos? Yo creo que no. El amor de madre es incondicional, pero no ciego. Si acaso, algo miope.

Esto viene al caso porque hemos tenido otra charla en el cole de esas en que nos cuentan que el pequeño monstruo es muy listo, sí, pero también es un dolor de muelas. Su mesa es un caos. Interrumpe la clase. Su mochila es un caos. No escucha, no sigue las normas. Su estuche es un caos Tiene dos pies izquierdos... la profesora cree que es hiperactivo y tiene déficit de atención.

No estoy ciega, no. Yo entiendo que mi hijo pueda ser un dolor de muelas. El monstruito tiene mucha imaginación. A menudo entra en su mundo especial, se pone a luchar contra dragones o Pokémon, y los sonidos de la vida tangible no le llegan, sea su madre, su profesora, o la realidad de una cena sobre la mesa. Tener que repetirle las cosas veinte veces, claro, es irritante.

Además el monstruito es muy curioso. Cuando leemos juntos, me interrumpe constantemente para hacerme preguntas. ¿Qué es eso? ¿Y lo otro? ¿Y por qué? Y una tiene que responder que tampoco se ha leído el libro y que tendremos que pasar la página para descubrirlo. Así que él se pone a pasar páginas antes de tiempo, a ver si los dibujos le resuelven las dudas. No se puede negar que la lectura sería más fácil si se estuviera callado y quieto.

Por si esto fuera poco, el monstruito es un niño que enseguida se emociona con las cosas, sean los tiburones, o las banderas de los países de África. Le digo que deje de pensar en las musarañas y acabamos buscando musarañas en Internet y aprendiendo que musaraña en alemán se dice Spitzmaus. Y cuando aprende algo, no puede esperar para decírselo al mundo. Todo lo quiere contestar, todo lo quiere comentar. Yo entiendo que en una clase esto pueda resultar molesto. 

Y para colmo, mi hijo es un rapidillo. Hace la tarea en un segundo, y el resto del tiempo en lugar de esperar sentado y tranquilo a que todos acaben, mirando a la pizarra por ejemplo, se levanta, le pregunta algo al compañero, y molesta a todo el mundo. Si por lo menos se desfogara haciendo ejercicio... pero no. A él le gusta cambiar cromos y jugar al ajedrez.

Todo esto es muy cansino para la profe, es irritante, yo lo entiendo. Pero ser un dolor de muelas no es una enfermedad en sí, ni es motivo para medicar a alguien. Ahora bien, si la profe necesita un paracetamol al llegar a casa,  y quien dice un paracetamol dice un vodka, no seré yo quién la juzgue.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Unconscious bias

Ahora se habla mucho del "unconscious bias". Esto, en español, es una abuelita rancia que todos tenemos en la cabeza y nos susurra cosas muy chungas con las que no estamos de acuerdo

Por ejemplo, cuando oímos que han violado a alguien, lo primero que pensamos es "algo habrá hecho. ¿Iba sola o con minifalda?". Da igual que nuestra mente consciente enseguida se despierte y diga "¡¿quéeee?! Anda, quita, que ya manejo yo esto". Toda la mierda que hemos oído desde que tenemos uso de razón está ahí. Con su mandil, sus peladillas de las navidades del 73 y la flamenca de ganchillo cubriendo el rollo de papel higiénico de repuesto.

Es ella la que te dice que agarres bien el bolso cuando te cruzas con un gitano y la que te hace imaginar un señor con corbata cuanto te hablan del CEO de alguna empresa. Ella no es racista, pero... y te dice que estás hecho un adán y ¡ay, qué judío! Cuando haces una trastada. Todos esos cursos de sensibilización, en el fondo, lo que hacen es enseñarte cómo convivir con esta señora.

Bueno pues a mi me pasa desde hace un tiempo, que a mi abuelita rancia le ha salido una amiga. Ahora tengo otra señora mayor en la cabeza, que cuando me encuentro a un divorciado con hijos me susurra cosas.

-Mi mujer y yo crecimos en direcciones diferentes
(O sea, que ella ya es una adulta y tú sigues siendo un crío)

-Ella estaba centrada en nuestro hijo y descuidaba nuestra relación
(Oooh pobrecito... ¿después de encargarse de todo tu mujer no tenía tiempo de traerte las pantuflas?)

-Se obsesionaba con la limpieza y descuidaba lo importante
(O sea, que eres un cerdo)

-Yo sabía llevar a mi hijo mejor que ella. Tenía más paciencia
(Claro. Cuando ves a tu hijo diez minutos en días alternos es muy fácil tener paciencia)

-Las mujeres cuando os casáis os descuidáis
(Señor Mcfly, ¿necesita ayuda con su DeLorean?)

-Simplemente cambió
(Sí, cambiar pañales le hace madurar a una. Tú de eso, me parece que no)

-No me dejaba hacer nada
(Si tenías que pedirle que te dejara jugar a las casitas, ya me figuro porqué no te dejaba)

-(Dicho por la nueva novia) Su ex-mujer le maltrató psicológicamente
-¡Huye! ¡Huuuuye!

-Después de tener hijos se acabó la pasión
(Durmiendo dos horas al día ella no tenía ganas de mambo y tú vas y le pones los cuernos ¡asqueroso!)

-Me puso los cuernos ella
(Mentira seguro)

-No es mentira
-(¿No? Pues ¡algo habrás hecho!)

A ver, yo ya sé que esto es muy feo. Que por pura estadística tiene que haber el mismo número de cabrones que de cabronas. Pero la señora ésta que vive en mi cabeza es parlanchina e insistente. "Mira, no me cuentes tus mierdas. Si hicieras lo que se supone que te toca hacer y te comportaras como un buen padre y marido, no tendrías tiempo de quejarte de que ya no vais a clases de tango. ¿Quieres conectar con tu pareja? Pues limpiar vómito a las tres de la mañana conecta que es una barbaridad. Seguro que eres un egoísta. Y cuando las cosas no salen exactamente a tu gusto, ¿qué haces? Te largas, le dejas a ella con el marrón, y encima nos vienes contando no se que chorradas jipis ¡un cobarde, es lo que eres!"

A mi me da mucha vergüenza, de verdad, pero es que no la puedo controlar. Yo creo que la señora no tiene mala intención. Lo que está diciendo en el fondo, es que si a mi medio knedliky se le pasara por la cabeza dejarme sola con el panorama que tenemos en casa, acabábamos en los programas de sobremesa. Y una señora como la que está en mi cabeza me daría toda la razón.