miércoles, 10 de marzo de 2021

El secreto del éxito

Estoy mintiendo descaradamente a mis hijos. Por su bien. Y espero que no me lo echen en cara un día de estos.
Resulta que el monstruito se cree muy listo. Y para él, la nota que consigue gracias a poco más que sus cualidades innatas es suficiente. Y como intento ser una buena madre, no le puedo pedir al vástago que saque mejores notas, así, sin más. En lugar de eso me dedico a cantar las alabanzas al esfuerzo, la concentración y el trabajo duro. Las notas no importan, lo importante es que des lo mejor de ti mismo. Sólo la gente que trabaja por lo que quiere lo consigue lo que se propone.

Lo cual suena superbien, y además se puede acompañar de decenas de fotos preciosas que circulan por Internet con frases inspiradoras superpuestas sobre gente con mochilas llegando a lo alto de una montaña mientras el sol se pone de fondo. Que uno piensa, ¿es la misma gente que luego se pone a hacer poses de yoga y acompaña otras frases igualmente inspiradoras? Y, si van a subir un pico, ¿no es mejor hacerlo de madrugada, y en grupo?

Me estoy desviando. Lo que quiero decir es que si uno lleva tres o cuatro décadas en esta Tierra, y tiene un par de dedos de frente, sabe que el éxito no está necesariamente ligado al esfuerzo. Sí, desde luego, si uno se esfuerza, incrementa sus posibilidades. La universidad no te garantiza un trabajo, mucho menos el trabajo de tus sueños, pero es innegable que sin estudios, es una empresa mucho más compleja convertirse en astronauta.

Pero ahora, mira a la derecha, y mira a la izquierda, y, sobre todo, mira arriba y dime: ¿tenemos todos lo que nos merecemos? ¿Cuanta gente va subiendo como la espuma gracias a carambolas del destino, apretones de manos o razones simplemente inexplicables? ¿Cuánta gente se esfuerza todo lo que puede y acaba igualmente en un call center?

Que sí, que sí, que hay que disfrutar el camino, estar orgulloso de nuestros logros, aunque sean modestos, y no perder la esperanza (ni la sonrisa, cuando la mano misteriosa del destino convierte a una planta de cactus en tu jefe directo). Pero mi pregunta es otra ¿cuándo les decimos a nuestros hijos que les estamos engañando? ¿Que está muy bien que se esfuercen en desarrollar su carrera como pintor, pero que, por si acaso, se matriculen en administración y dirección de empresas? ¿Que su curriculum es impresionante, pero que mejor si conocen a alguien que conozca a alguien?

Es que en esto, como con los Reyes Magos, da pena contarles la verdad, con lo bonita que es la inocencia.