martes, 6 de noviembre de 2018

Aventuras en Sri-Lanka

¿Recuerdas tu primer campamento de verano? ¿Recuerdas a tus padres despidiéndose al pie del autobús? Yo no, pero cómo ahora soy madre, te puedo refrescar la memoria a base de recitarte la banda sonora:

¿Dónde has puesto la cazadora? Métela al autobús, no sea que haga frío. Siéntate al lado de Marga, anda. Ten cuidado con el dinero, ¡no lo pierdas! Acuérdate de darte crema, no te vayas a quemar. Y repelente de mosquitos. Y lávate los dientes. Y cualquier cosa, dices que nos llamen. Dame un beso, venga, sube, sube ya, no, espera. Llevas un bocadillo y un plátano en la mochila. Un beso. ¡Pórtate bien! ¡Cuidado con los mosquitos! Me espero hasta que se vaya el bus.

Estas semanas hemos estado de vacaciones. Puestos a elegir entre un todo incluido en Mallorca, y una mochila al hombro en Indonesia, nos hemos quedado en una cosa intermedia que puedo llamar y llamo "mochileros con comodidades". Esto va así: Compras una Lonely Planet. Preparas tu mochila como si fueras de aventura al Aconcagua, lamparita de cámping y todo. Y después alquilas un coche con conductor, metes la mochila dentro, y te dejas transportar a un hotelito con encanto.

Lo importante es no dejarte impresionar por las piscinas infinitas y los camareros que te ponen una toalla debajo del culo antes de que puedas decir hellosir. ¡Estáis de aventura! No habéis venido aquí a sorber daiquiris, ni a pasar las horas a la sombra de las palmeras. Así que ¡venga! ¡A ver que dice la Lonely Planet que tenemos que hacer!

Bueno, pues lo que hay que hacer si estás de aventura en Sri-Lanka es ir en tren.

Pero claro, con niños y mochilas, el tren es un coñazo. ¡Que nosotros ya hemos contratado un conductor, oiga, que somos "mochileros con comodidades"! Bueno, pues mira, no pasa nada. Los conductores y agentes turísticos en Sri-Lanka, conocen esta necesidad, y dónde hay una necesidad hay una oportunidad de negocio. Así, el turista que no quiere renunciar a nada puede experimentar la aventura de un viaje en tren y volver a la comodidad del coche con aire acondicionado inmediatamente después. ¿Cómo puede ser esto? Pues muy fácil. Porque el conductor, como tu madre, te lleva al tren y te va a recoger. 

Salimos del hotel a eso de las siete de la mañana con nuestros billetes en la mano. Nuestro conductor comprobó que todo estaba correcto. "¿Habéis comprado primera clase verdad? Muy bien" "¿Nuwara-Eliya - Ella?" ¡Por supuesto! Es el trayecto recomendado en la Lonely Planet. El conductor asintió. Exacto.

Llegamos a la estación de trenes con bien de tiempo. Encontramos el andén sin problemas. Nuestro conductor nos seguía unos pasos por detrás, listo para intervenir si nos despistábamos buscando el baño. Poco a poco fueron llegando el resto de pasajeros, grupitos de caras jóvenes y blancas, radiantes de emoción, y el andén se llenó de camisetas y shorts, mochilas Quechua, Lonely Planets... y atentos conductores en camisa de manga corta y vaqueros a menos de un metro de cada grupo de turistas. No pude evitar mirar con algo de envidia a las dos señoras con sari que esperaban en el andén opuesto.

Al poco llegó nuestro tren y los aventureros, billete en mano, fuimos entrando. Y pese a estar en la otra punta del mundo, la banda sonora tenía algo de familiar:

-Este es vuestro vagón. Lleváis cámara de fotos, ¿verdad? Ella. La parada se llama Ella. Estaré esperándoos. ¿Crema para el sol? ¿Algo de comer? Luego pasarán vendiendo cacahuetes.

Confirmamos que llevábamos cámara de fotos, crema y bocadillo. E-L-L-A repetimos. Subimos a nuestro vagón. Una vez localizados nuestros asientos, dijimos adiós a nuestro conductor desde la ventanilla, y éste subió al coche. Otros cuatro o cinco conductores seguían en la ventanilla asegurándose de que sus turistas encontraban su asiento.

-¿Lleváis cámara? ¿Los billetes? Cuidado con el sol. Ella. La parada se llama Ella. Estará escrito. Podéis sentaros en esos asientos. Tienen mejor vista, si viene alguien ya os cambiáis.

Y me dieron ganas de responder ¡sí, mamá!


miércoles, 4 de julio de 2018

Preguntas, preguntas...

Los niños preguntan cosas. Es lo que hacen. Hacen preguntas sin filtro alguno y con más o menos interés en la respuesta.

La traductora de bolsillo, por ejemplo, tiene varias preguntas favoritas que repite hasta que la respuesta es satisfactoria. "¿Qué ases? ¿Qué ises? ¿Qué eseso?" Estas preguntas son en principio fáciles de contestar, pero tienen trampa.
-¿Qué ases?
-Mamá está en el baño
-¿Qué ases?
-Hago pis
-¿Qué ases?
-Pis
-¿Qué ases?
-Piiiis
-¿Qué ases?

Desde que el monstruito trilingüe está en el cole, viene con preguntas cada vez más difíciles.
-¿Porqué Selim no come cerdo? ¿Porqué no soy alemán? ¿Las mariquitas sin puntos son mariquitas bebés?

En cuestiones técnico-científicas, sólo me pregunto cómo lo hacían nuestros padres sin Internet. Ahora, con un click o dos, puedo responder con seguridad a mi vástago que no, que eso es un mito común, pero que el número de puntos en las mariquitas depende de la especie.

Hablarle de ciencia a un niño es genial. Uno puede pasarse horas contándole cosas. La Tierra gira alrededor del Sol y las tortugas nacen de huevos. Podemos hacer matizaciones aquí o allá, pero si la ciencia es sólida, es improbable que mañana cambie. Si empezamos a observar tortugas vivíparas por el barrio, algo muy chungo está pasando.

Hace poco descubrí que hablar de arte con un niño también es fácil y además divertidísimo, porque al contrario que la ciencia, el arte está abierto a mil interpretaciones. ¿A ti qué te parece este lienzo completamente blanco? ¿Te gusta? Mhmm, muy respetable. Supongo que aprecias el minimalismo como reacción al expresionismo abstracto. A mí personalmente me parece una tomadura de pelo.

Los temas sociopolíticos son más complicados porque uno se mete en un terreno entre los hechos y la libre interpretación de los mismos. La ideología. ¿Porqué no eres alemán? Pues es complicado de explicar. El concepto de país y las leyes que lo rigen dependen únicamente de un acuerdo entre humanos. Son entidades imaginarias, pero tienen implicaciones absolutamente reales, como por ejemplo, impedirte estar en cierto punto geográfico. Si mañana todos los humanos dejáramos de creer en el concepto de Alemania, el país dejaría de existir, pero las tortugas seguirían poniendo huevos y seguiría siendo discutible si un lienzo en blanco es una tomadura de pelo.

Sin embargo, es inevitable atacar estas cuestiones. Si no contestas las preguntas del monstruito, va a encontrar las respuestas en el patio del colegio, y, seamos sinceros, prefiero no confiar la educación de mi hijo a la progenie de gente con según qué foto de perfil en el Wassap. Así que recientemente mi hijo y yo hemos empezado a hablar de Historia, política y religión, y chica, resulta que he nacido para esto.

Hemos hablado horas. Tocamos el tema de las guerras en Europa, empezando por la Revolución Francesa y relacionado lo que le pasó a Napoleón en Rusia con la segunda guerra mundial. Hablamos de la sociedad de naciones, y de si puede haber guerras justificables. Tuve especial cuidado en presentar los hechos y dejarle extraer sus propias conclusiones. Y tengo que decir que, modestia aparte, se me da genial.

-Mamá
-¿Sí, amor?
-Entonces, si quiero conquistar Europa...
-¿Síííí?
-Mejor evito Rusia en invierno
-Exacto

Creo que como mínimo, estoy ofreciendo a los niños temas interesantes para discutir en el recreo.



martes, 19 de junio de 2018

Superpoderes

Si tuvieras que elegir un superpoder, ¿cual sería? Hay donde elegir: viajar en el tiempo, leer las mentes, la fuerza sobrehumana de David el gnomo, o ser capaz de construirte un palacio de hielo lleno de fractales con un par de pasos de baile, como la Elsa.

Sí, es una pregunta con trampa. Como todo el mundo sabe, los superpoderes no se pueden escoger. Cuando una se convierte en madre recibe su lote correspondiente, y allá cada una cómo los utiliza con responsabilidad y sentido ético. A mí, por ejemplo, me ha tocado el superpoder de encontrar cosas que están escondidas delante de las narices de los miembros de mi familia. Como superpoder es un poco cutre, pero bueno, es lo que hay.

Al principio, como tantos superhéroes, he intentado renegar de mis habilidades especiales. "¿Qué dónde están las llaves del coche? ¡Pues donde las hayas dejado, no me puedo creer que me llames para esto!" "Hijo, mamá está en el baño. Busca tú solito las cartas de Pokémon" "Si me tengo que levantar y resulta que la mochila está en su sitio la tenemos". Pero me he dado cuenta de que es inútil luchar contra el destino, y yo parezco estar destinada a cumplir la función de recordarles a otros superhéroes que se han dejado las llaves de la mazmorra en el bolsillo de la capa.

Como dicen los posts de Instagram, hay que aceptarse a una misma. Por eso cuando ayer mi medio Rohlik me despertó para preguntarme dónde estaba el libro de rutas frankonias para familias no me enfadé, no respondí con mi sarcasmo habitual, no protesté. Me até un pareo al cuello a modo de capa, improvisé una power-pose con las manos en la cadera y la cabeza erguida, una entradilla que fuera al caso, algo así como "supermotherpowaaaa", y con un gesto teatral cogí el libro de la estantería frente a la que se encontraba mi querido chlebíček y se lo ofrecí con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Si pensáis que mi progenie se descojonó con la performance, subestimáis lo crédulos que pueden ser los niños pequeños. Las criaturas se me quedaron mirando con la boca abierta y el monstruito  exclamó impresionado "¡Mamá! ¡Tienes poderes!" Ahora, cada vez que alguien pierde algo en casa, se me reclama. Sí. Exactamente como antes. Pero de otra manera.

¡Mamá, mamá! ¡Necesitamos tus superpoderes! ¡Está lloviendo y papá no encuentra el paraguas! ¡¡¡Supermamipowers!!!


lunes, 4 de junio de 2018

Rosa y lila

Bueno, pues ya está aquí. Tenía que pasar. Lo del unicoño era sólo un aperitivo. La traductora de bolsillo nos está llevando de la mano a un mundo de animales de ojos gigantes, purpurina, reinas del hielo, princesas, merchandising rosa y yogures con la cara de Rapunzel que nadie de esta familia había pedido.

¿Qué hemos hecho mal? ¿Dónde hemos fallado como padres? Ni idea. Durante dos años y medio hemos huido del rosa como de la peste, pero ha sido en vano, o incluso peor. Ahora, ante cualquier disyuntiva, como si estuviera poseída por el demonio de la Barbie, la traductora repite "rosa" "lila" "pink". Sí, su primera palabra en inglés es pink.

Da igual que hablemos de muñecas, comida, ropa o del tiempo ¿Qué pelota quieres? Pink ¿Qué pastel? El lila ¿Qué excavadora? La rosa. Y claro, ahí están las marcas de cosas para cubrir ese vacío. ¿Era necesario sacar al mercado pañales con la cara de Minnie Mouse? Yo creo que no.

Ahora, en los McDonalds, uno puede escoger entre juguete de niño, juguete de niña, juguete neutro y libro. Ante esto, yo me estreso. Podría coger un juguete de niña y otro de niño, que sé que es lo que más le va a gustar a la descendencia, pero no me parece correcto fomentar el absurdo sexista de esta opción. Un libro, ¿no? Con un libro no se puede equivocar uno. Lo que pasa es que yo los quiero entretenidos, no quiero que coman con lectura de fondo, como los monjes benedictinos. Pues nos queda la opción cobarde, el juguete neutro. Al final con eso nos quedamos, claro. Un mapa para pintar, blanco, como metáfora del juguete políticamente correcto que no satisface del todo a nadie. Moraleja, el McDonalds es el mal.

¡Ah, amiga! Entonces es que te equivocabas. Tu hija, como mujer, se siente inevitablemente atraída por el color rosa. Es algo genético. Asúmelo.
Ya... Lo que pasa es que no. Precisamente, el asignarle al rosa el significado "de niña" es algo relativamente moderno, y en ningún caso genético.

https://verne.elpais.com/verne/2014/11/18/articulo/1416293525_000025.html
https://www.trendencias.com/tendencias/sabias-que-el-rosa-no-siempre-ha-sido-un-color-de-chicas

Y ahora os voy a meter el miedo en el cuerpo. Si mi hija de dos años, que ha jugado mayormente con juguetes de su hermano, o sea, multicolores, que tiene una rica paleta de tonalidades en su armario, y cuya madre pone cuidado hasta en envolver los regalos en verde o amarillo, si ella nos sale con estas cosas, ¿qué más mierda sexista están aprendiendo nuestros hijos y dónde?

Por de pronto, y como con todo, he decidido negociar. Y es que los colores no significan una sola cosa. El lila, por ejemplo, es el color de las feministas. Así que ¿te gusta el lila? Bueno, pues vale, pues lila. Así por lo menos estamos listas para cualquier mani que se pueda convocar.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Un amor de madre algo miope

Para una madre, su hijo es el mejor del mundo entero. El más guapo, el más listo. El que seguro que llega a futbolista. Aunque el resto del mundo piense que el niño en cuestión es un grano en el culo, y más feo que un troll, su madre lo ve perfecto. ¿Tan ciegas estamos? Yo creo que no. El amor de madre es incondicional, pero no ciego. Si acaso, algo miope.

Esto viene al caso porque hemos tenido otra charla en el cole de esas en que nos cuentan que el pequeño monstruo es muy listo, sí, pero también es un dolor de muelas. Su mesa es un caos. Interrumpe la clase. Su mochila es un caos. No escucha, no sigue las normas. Su estuche es un caos Tiene dos pies izquierdos... la profesora cree que es hiperactivo y tiene déficit de atención.

No estoy ciega, no. Yo entiendo que mi hijo pueda ser un dolor de muelas. El monstruito tiene mucha imaginación. A menudo entra en su mundo especial, se pone a luchar contra dragones o Pokémon, y los sonidos de la vida tangible no le llegan, sea su madre, su profesora, o la realidad de una cena sobre la mesa. Tener que repetirle las cosas veinte veces, claro, es irritante.

Además el monstruito es muy curioso. Cuando leemos juntos, me interrumpe constantemente para hacerme preguntas. ¿Qué es eso? ¿Y lo otro? ¿Y por qué? Y una tiene que responder que tampoco se ha leído el libro y que tendremos que pasar la página para descubrirlo. Así que él se pone a pasar páginas antes de tiempo, a ver si los dibujos le resuelven las dudas. No se puede negar que la lectura sería más fácil si se estuviera callado y quieto.

Por si esto fuera poco, el monstruito es un niño que enseguida se emociona con las cosas, sean los tiburones, o las banderas de los países de África. Le digo que deje de pensar en las musarañas y acabamos buscando musarañas en Internet y aprendiendo que musaraña en alemán se dice Spitzmaus. Y cuando aprende algo, no puede esperar para decírselo al mundo. Todo lo quiere contestar, todo lo quiere comentar. Yo entiendo que en una clase esto pueda resultar molesto. 

Y para colmo, mi hijo es un rapidillo. Hace la tarea en un segundo, y el resto del tiempo en lugar de esperar sentado y tranquilo a que todos acaben, mirando a la pizarra por ejemplo, se levanta, le pregunta algo al compañero, y molesta a todo el mundo. Si por lo menos se desfogara haciendo ejercicio... pero no. A él le gusta cambiar cromos y jugar al ajedrez.

Todo esto es muy cansino para la profe, es irritante, yo lo entiendo. Pero ser un dolor de muelas no es una enfermedad en sí, ni es motivo para medicar a alguien. Ahora bien, si la profe necesita un paracetamol al llegar a casa,  y quien dice un paracetamol dice un vodka, no seré yo quién la juzgue.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Unconscious bias

Ahora se habla mucho del "unconscious bias". Esto, en español, es una abuelita rancia que todos tenemos en la cabeza y nos susurra cosas muy chungas con las que no estamos de acuerdo

Por ejemplo, cuando oímos que han violado a alguien, lo primero que pensamos es "algo habrá hecho. ¿Iba sola o con minifalda?". Da igual que nuestra mente consciente enseguida se despierte y diga "¡¿quéeee?! Anda, quita, que ya manejo yo esto". Toda la mierda que hemos oído desde que tenemos uso de razón está ahí. Con su mandil, sus peladillas de las navidades del 73 y la flamenca de ganchillo cubriendo el rollo de papel higiénico de repuesto.

Es ella la que te dice que agarres bien el bolso cuando te cruzas con un gitano y la que te hace imaginar un señor con corbata cuanto te hablan del CEO de alguna empresa. Ella no es racista, pero... y te dice que estás hecho un adán y ¡ay, qué judío! Cuando haces una trastada. Todos esos cursos de sensibilización, en el fondo, lo que hacen es enseñarte cómo convivir con esta señora.

Bueno pues a mi me pasa desde hace un tiempo, que a mi abuelita rancia le ha salido una amiga. Ahora tengo otra señora mayor en la cabeza, que cuando me encuentro a un divorciado con hijos me susurra cosas.

-Mi mujer y yo crecimos en direcciones diferentes
(O sea, que ella ya es una adulta y tú sigues siendo un crío)

-Ella estaba centrada en nuestro hijo y descuidaba nuestra relación
(Oooh pobrecito... ¿después de encargarse de todo tu mujer no tenía tiempo de traerte las pantuflas?)

-Se obsesionaba con la limpieza y descuidaba lo importante
(O sea, que eres un cerdo)

-Yo sabía llevar a mi hijo mejor que ella. Tenía más paciencia
(Claro. Cuando ves a tu hijo diez minutos en días alternos es muy fácil tener paciencia)

-Las mujeres cuando os casáis os descuidáis
(Señor Mcfly, ¿necesita ayuda con su DeLorean?)

-Simplemente cambió
(Sí, cambiar pañales le hace madurar a una. Tú de eso, me parece que no)

-No me dejaba hacer nada
(Si tenías que pedirle que te dejara jugar a las casitas, ya me figuro porqué no te dejaba)

-(Dicho por la nueva novia) Su ex-mujer le maltrató psicológicamente
-¡Huye! ¡Huuuuye!

-Después de tener hijos se acabó la pasión
(Durmiendo dos horas al día ella no tenía ganas de mambo y tú vas y le pones los cuernos ¡asqueroso!)

-Me puso los cuernos ella
(Mentira seguro)

-No es mentira
-(¿No? Pues ¡algo habrás hecho!)

A ver, yo ya sé que esto es muy feo. Que por pura estadística tiene que haber el mismo número de cabrones que de cabronas. Pero la señora ésta que vive en mi cabeza es parlanchina e insistente. "Mira, no me cuentes tus mierdas. Si hicieras lo que se supone que te toca hacer y te comportaras como un buen padre y marido, no tendrías tiempo de quejarte de que ya no vais a clases de tango. ¿Quieres conectar con tu pareja? Pues limpiar vómito a las tres de la mañana conecta que es una barbaridad. Seguro que eres un egoísta. Y cuando las cosas no salen exactamente a tu gusto, ¿qué haces? Te largas, le dejas a ella con el marrón, y encima nos vienes contando no se que chorradas jipis ¡un cobarde, es lo que eres!"

A mi me da mucha vergüenza, de verdad, pero es que no la puedo controlar. Yo creo que la señora no tiene mala intención. Lo que está diciendo en el fondo, es que si a mi medio knedliky se le pasara por la cabeza dejarme sola con el panorama que tenemos en casa, acabábamos en los programas de sobremesa. Y una señora como la que está en mi cabeza me daría toda la razón.







lunes, 30 de abril de 2018

Querido colegio

Querido colegio,

No he podido dejar de observar que las cartas y otras comunicaciones que recibimos vienen generalmente dirigidas a mi. Parece que dirigir las cartas a la madre en lugar de al padre o a la familia es lo usual en esta escuela, y tengo que decir que me sorprende y me pregunto el motivo.

No quiero que piensen que me preocupan más las formas de las cartas que su contenido. Para mí, como para su padre, la educación de nuestro hijo es lo primero. Pero precisamente, parte de esa educación es aprender el lugar que hombres y mujeres tienen en la sociedad. Creo que el hombre o mujer que nuestros hijos serán en un futuro tiene mucho que ver con las expectativas y estereotipos que se les imponen desde su familia y desde la escuela.

En mi familia pensamos que no hay ningún motivo para que la responsabilidad del cuidado y la educación de los niños tenga que recaer en la madre. Su padre y yo no creemos que haya tareas, aptitudes, actitudes o colores específicamente femeninos o masculinos y entendemos que cada ser humano es libre de desarrollarse sin este tipo de limitaciones.

Puesto que los niños tienen que convivir con opiniones diversas sobre qué pueden o no pueden hacer en función de su género, en casa ponemos un cuidado especial en no perpetuar estereotipos. Tratamos a mi hija y a mi hijo de manera idéntica, procuramos no caer en tópicos (mamá limpia, papá trabaja, el rosa y las muñecas son para las niñas...), y cuestionamos a mi hijo si viene diciendo cosas como "a las chicas les gustan las princesas". "¿Tú crees? ¿A los chicos no les pueden gustar las princesas? ".

En lo que respecta a la convivencia con otras culturas seguimos el mismo principio, que me parece evidente. Sería absurdo pensar que a mi hijo, por ser español, le va a gustar el fútbol. No es el caso. La orientación sexual, las discapacidades, etc, no deben ser una razón de discriminación.

Espero y deseo que el ideario de la escuela esté de acuerdo con las ideas que he intentado describir en estos párrafos. Si no es así estaría interesada en saberlo, puesto que es importante para mi que mi hijo se eduque en valores de igualdad y tolerancia.

Y si, por el contrario, están de acuerdo conmigo, les agradecería que intentaran poner cuidado también en las pequeñas cosas, como a quién se dirigen en la correspondencia. Nuestros hijos están en una edad en la que nada se les escapa, y nosotros, educadores y padres, tenemos la oportunidad de librarles de los prejuicios con los que nosotros, por desgracia, hemos tenido que convivir y contra los que ahora tenemos que luchar.

Un saludo




lunes, 16 de abril de 2018

Entender a los niños

¿Te acuerdas de cuándo tus padres eran terribles? Seguro que alguna vez llegaron tarde a recogerte al colegio, o se negaron a comprarte la Barbie que querías. Puede que fueran un desastre ayudándote con las matemáticas, o como a mi padre, les diera por enseñarte a contar en binario en lugar de a sumar con llevadas (en base diez).  Puede que fueran de los que nunca te llevaron al dentista, o de los que no te dejarían probar un bollycao ni aunque el mundo se acabara mañana. Y sobre todo seguro, seguro, me apuesto lo que quieras, a que no te entendían. O te preguntaban si te duele el estómago cuando estabas atravesando una crisis existencial, o te decían que tuvieras cuidado de no quedarte embarazada cuando sufrías porque el chico de tus sueños ni te miraba.

Cuando yo tenga hijos lo haré mejor, es lo que toda madre se dice a sí misma. Yo les voy a escuchar con calma, no puede ser tan difícil. Mi madre, la pobre, no tenía tiempo, pero las cosas han cambiado y yo lo tengo mejor que ella. Mi maromen es diferente. Tengo una secadora, una Roomba y una babysitter. Les voy a preparar zumos de fruta fresca todos los días y jamás les voy a gritar. Voy a ser la mejor amiga de mis hijos... ¡Ja! y ¡Ja! ¡Pasen y vean! Aquí en este cajón es dónde guardo todas mis buenas intenciones. Miren, miren ¡qué hermosura de propósitos! ¡Qué pensamientos más positivos! ¡Qué desperdicio de grandes proyectos!

¿Cuánto tiempo tarda una desde que nace el retoño y todo es determinación y promesas, hasta que se da cuenta de cuánta razón tenía su madre?
¿Cuándo se llega a empatizar al cien por cien con los propios progenitores?

Para mí todo empezó ese día en el que al monstruito le dio por gritar y revolcarse en la nieve porque tenía las manos frías pero no quería ponerse las manoplas. Entonces me empecé a dar cuenta de que los niños pueden resultar complicados de entender.

Y me temo que la falta de entendimiento con la descendencia sólo va a peor.

Ayer por la tarde al salir de la guardería, la traductora se paró en seco enfrente del escalón al que normalmente trepa, miró hacia un punto indeterminado y se puso a gritar como si hubiera visto un fantasma. Sin dejar de llorar vino a esconderse entre mis piernas. Me asusté. Me agaché e intenté calmarla, pero seguía gritando aterrorizada. ¿Qué te pasa? ¿Te duele algo? ¿Qué te ha hecho daño? ¿Tienes miedo? ¿Qué ha pasado? La respuesta de la traductora, por supuesto, la misma vocal en el mismo tono de Valquiria herida en batalla. Observé el escalón. Ahí no había nada. Le miré las manos, los pies, le quité la cazadora para palpar cada brazo y cada pierna. La cabeza. Nada. Volví a mirar el escalón con más cuidado. ¿Qué vi entonces? Hormigas.
Sí. Hormigas
La cosa terrorífica eran hormigas
Tuvimos que sentarnos durante un cuarto de hora, hablar sobre el tema, acercarnos con mucho cuidado a las cosas terribles. Tuve que coger una hormiga y ponérmela en la mano ¿ves? No pasa nada. (Por favor, incluyan "manipular bichos" en la lista de responsabilidades de una madre).

Así que ¿dónde estábamos? ¡Ah, sí! Mis padres... He pasado por las fases de "se puede hacer mejor", "lo hicieron lo mejor que pudieron" y ahora estoy en la de "ojalá llegue a hacerlo tan bien como ellos".


lunes, 9 de abril de 2018

Cuentos de niñas para leer a tus niños II

Amigüitos míos,

Como lo prometido es deuda, aquí está una pequeña lista de libros que cumplen con lo que me propuse en esta entrada.

Ni que decir tiene que la lista será incompleta, pero espero dar ideas, y sobre todo inspirar al ávido lector a encontrar libros como estos. Si alguien me contesta, "¿pero qué lista es esta, que no incluye obras maestras del Barco de Vapor, serie blanca, como...?", he triunfado. Empezamos:

Pippi Calzaslargas - ¿Quieres princesas? Pues Pippi, además de ser princesa (e hija de piratas), puede levantar un caballo a pulso. Dime tú qué es más impresionante.

Momo - Un tema recurrente en la vida real. El de una mujer que salva el mundo. Muy recomendable para el papá o la mamá que disfrutan con los cuentos de sus hijos.

Matilda - Cuando no se deja salir al talento de un modo natural, pasan cosas raras. Que se lo digan a las mujeres con dos carreras universitarias que hacen magdalenas de unicornio.

Las Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas - Porque perseguir conejos resulta dar mucho más juego que perseguir príncipes.

Coraline - Parece ser que el autor la lió al escribir "Caroline", le gustó el nombre, y así se quedó. A ver si lo que necesitamos es un autocorrector que cambie los "Juan" a "Juana" y los "Antonio" a "Rosalía". Lo cierto es que Coraline se podía haber llamado Carlitos y la historia sería idéntica. Y eso está genial.

Heidi - Heidi es un poco sosa, y la historia tiene un tufillo religioso chungo, pero cumplir las premisas las cumple. Y de todo tiene que haber, en la viña del señor.

Celia, lo que dice - De pequeña me encantaba Celia. Quizá porque iba a colegio de monjas, como yo. O porque era una redicha... como yo. En cualquier caso, los libros de Celia son una lectura divertida que puede par pie a explicar un montón de cosas sobre cómo funcionaba España en otros tiempos. ¿Que son libros de niñas? Pues no sé. Si nosotras disfrutábamos con el pequeño Nicolás, no sé porqué nuestros hijos no pueden disfrutar con Celia.

Yo mataré monstruos por ti - Este es un librito sobre una niña que tiene miedo a los monstruos. Porque no todo va a ser Frida Kahlo para bebés.

Ana de las Tejas Verdes - Ana está obsesionada con las cosas románticas y los vestidos de mangas de farol. Igual no suena muy feminista, pero resulta que además Ana es una chica muy inteligente y vive en un mundo de personajes femeninos que tienen opiniones variadas sobre dichas mangas de farol. Para estar escrito hace un siglo ¡no está mal!

Colección Nur - Todavía no he podido conseguir un libro de Nur, pero voy a incluirlos en la lista basándome en la palabra de una buena amiga que dice que son libros de aventuras normales y corrientes. Y un libro de aventuras normal y corriente es precisamente lo que buscamos.

Y si después de este atracón de libros, apetece una película o una serie, aquí haz varias pelis con niñas, y no de niñas:

La Abeja Maya
El viaje de Chihiro
El mago de Oz
Inside Out.

Disfruten la lectura



martes, 3 de abril de 2018

Cuentos de niñas para leer a tus niños I

Siguiendo con el tema de los cuentos de niñas para niños, me he propuesto un pequeño reto. Me gustaría encontrar al menos diez libros para niños que reúnan las siguientes condiciones:

1 - El personaje principal, o la mayoría de personajes principales son femeninos

2 - Ni la trama principal ni la resolución de la misma gira en torno a la vida sentimental de la protagonista. Que no hay príncipe, vaya, pero tampoco es una historia de "porqué no necesito ningún príncipe".

3 - No es un libro "para niñas", ni está específicamente escrito para derribar roles tradicionales de género.

4 - Bonus point si este personaje femenino, protagonista e independiente, no es una bruja.


Busco simplemente una historia de esas que chicos y chicas hemos leído de pequeños sin dar importancia al hecho de que la protagonista es una mujer. ¿Por qué?

Porque no entiendo que una mujer protagonizando una historia tenga que ser presentado como algo original o reivindicativo.

Porque no entiendo que un cuento con héroe femenino en lugar de masculino se convierta en algo tan extraordinario que hay que subrayarlo con una cubierta rosa y un puñado de purpurina.

Porque no entiendo que las chicas sean protagonistas sólo en mundos especiales, femeninos.
En el mundo real hay mujeres de todo tipo y en todas partes y no tiene sentido que los libros de niños presenten las mujeres sólo como comparsas en una historia de hombres.

Porque no creo que genere unas expectativas muy sanas leerle a nuestra hija la vida de Amelia Earhart y Ada Lovelace mientras nuestro hijo lee historias del pequeño vampiro.

Porque el tema de la princesa rebelde ya aburre.

Mi lista, en un par de días.



miércoles, 14 de marzo de 2018

Charlando con la traductora

¿Conoces esos libros en que se van apuntando todos los hitos de tu bebé? La primera palabra, cuando levanta la cabeza, cuando sonríe, cuando gatea, cuando empieza a andar, el primer diente... Como si tuvieras un experimento entre manos en el que hay que tomar medidas y asegurarse de que encajen dentro de la desviación estándar. Y si no encajan te preocupas, claro que sí. Porque los libros dicen, y los retoños de tus amigas confirman, que con seis meses los niños hacen la croqueta. Y cuando el crío tiene seis meses y todavía no se gira en el suelo, te pones de rodillas frente a la colcha de colores con luces y monitos de plástico y le haces gestos con la mano. ¡Gira! ¡Gira! ¡Venga, yo te ayudo! Y le enseñas cómo tiene que girar la pierna, y cuando al fin lo consigue corres a apuntar "Seis meses y Pocholito ya gira sólo. Es un genio".

Con el segundo experimento, es un poco distinto. Es más estar sentada en el sofá, y ver que la niña viene rodando hacia ti y decir, ¡fíjate, ya rueda! ¡Habrá que proteger los enchufes! Y darte cuenta de que no hace falta porque hace siglos que perdiste el chisme de plástico para quitar los que llevan ahí desde que el primer vástago tenía seis meses. Perfecto.

Y no está mal. ¿Cuándo empezó a andar la traductora? Pues pronto, para poder seguir a su manada si se la olvidan. ¿Cuándo empezó a hablar? Pues pronto, para poder defenderse cuando su hermano la acusa de una trastada ¿Cuándo le salió el primer diente? Pues ni idea, pero me imagino que también pronto. Cuestión de supervivencia. Así hemos vivido los avances de la pequeña. Sin presión por parte de los otros churumbeles y las revistas de la consulta del pediatra.

Y ahora nos enfrentamos a un nuevo hito. El año que viene, la traductora de bolsillo irá a la guardería y ayer fue la reunión para contarnos todo lo que hay que saber sobre el tema. Y resulta que las otras madres estaban mucho más preparadas que yo.

-Clara está emocionada con ir al Kindergaten
-Lo he hablado con Sofia y también está muy contenta. Me ha dicho que le gusta dormir la siesta en la habitación de los mayores
-Jan lo mismo. Hemos comprado una mochila nueva. No deja de hablar de hablar de los niños grandes

Y yo -La traductora no habla. Bueno sí. Dice agua, oben, ¿Quéseso? ¿Qué hases? Ich auch...
-Bueno, no pasa nada, todavía queda tiempo- es lo que me han dicho en la reunión. Pero no puede evitar una preocuparse cuando todos sus compañeros de clase mantienen tan elevadas conversaciones con sus respectivas madres. Igual es culpa mía, que todavía no le he explicado nada. Así que por la noche, con ella sentada en la encimera, mientras yo pelaba ajos, he intentado introducir el tema.

-El año que viene vas al Kindergarten, cariño
-¿Qué hases?
-La cena. Tu amiga Charlotte va al Kindergarten, también
-¿Quéseso?
-Un ajo. Los niños mayores van al Kindergarten. Tú eres ya mayor...
-¿Quéseso?
-Una cebolla. ¿Quieres ir a la misma clase que Charlotte?
-¿Qué hases?
-Cortar ajos. A ver, el Kindergarten...
-Ich auch
-¿Tu también quieres ir al Kindergarten?
-Ich auch. Cot-tá

Bueno, pues nada. O mi hija me está diciendo que aprender a manejar un cuchillo le parece más importante que aprender los colores en el Kindergarten (que todo pudiera ser con esta pequeña drama queen), o es que es muy pronto para tener esta conversación. Creo que vamos a tener que asumir como siempre que las locas son las otras madres y dejarlo estar.



viernes, 9 de marzo de 2018

Si paramos las mujeres se para el mundo

Este no es un blog feminista. Aquí y allá uno puede encontrar varias (muchas) entradas con saborcillo reivindicativo, pero el lector puede ignorarlas si quiere. Yo lo que me he propuesto es escribir sobre mis niños trilingües, y el tema da para mucho.

Este no es un blog feminista, pero servidora lo es. Y es inevitable que las creencias de una madre influyan en la historia de su familia: Educa a una mujer y educarás a un pueblo. Como yo soy feminista, cuando voy de compras tengo que pelearme contra las estanterías llenas de rosa y purpurina, me ofende si se dirigen sólo a las madres en el colegio, y me preocupo de si lo que vemos en Netflix pasa o no el test de Bechdel. Y luego voy, y lo cuento.

Este no es un blog feminista, y lo cierto es que además procuro que no se me vea mucho el plumero. Una no va por ahí diciendo que es feminista si no quiere que la tomen por radical. Cada vez que escribo algo feminista me imagino a quién me lea pensando "el blog no está mal, pero mira que se pone pesada con ciertos temas".

Este no es un blog feminista, así que cuando pensaba si iba a escribir algo para el 8 de Marzo me respondía a mi misma con un no.

No. No iba a escribir nada hasta que he visto las manifestaciones en España y me he emocionado, y se me han caído unos lagrimones que ni que me hubieran subido de repente el sueldo un 13%. ¡Qué falto yo! Les hubiera gritado. Y eso que yo también salí a la calle. ¿Cómo no iba a salir? Pero no es lo mismo.

Es que en Alemania, las feministas salimos a la calle. En España, las feministas han salido del armario.

Y resulta que somos muchas.

Y es emocionante.




Y a lo mejor mi blog sí es un poquito feminista.



viernes, 2 de marzo de 2018

Galletas cachondas

España, tierra querida. Las tiendas de productos españoles, y los que organizan la semana española en el Lidl, saben perfectamente lo que los expatriados echamos de menos. El Colacao. Las galletas María. Las latas de atún y las de tomate frito. La sepia. La colonia Nenuco. Las pipas.

Yo no soy mucho de comprar Colacao. Presumo de poder sobrevivir sin comer jamón más que en Navidades y Semana Santa. Pero hay una cosa que echo de menos de España. Me di cuenta hace un par de tardes.

Con el abuelo en casa, hacía varios días que no recogía a la traductora de bolsillo de la guardería, así que esperaba, como así fue, tener que repetir la rutina que la pequeña tirana le obliga a llevar al abuelo y que incluye una parada en la panadería, subir y bajar todos los bordillos y muros que se encuentran entre la guardería y la casa, y jugar con el inodoro público, quiero decir, la cabina telefónica que tenemos en la esquina del parque.

Pero en fin, tenía tiempo y necesitaba comprar pan, y no me quejé mientras la pequeña me cogía de la mano y me llevaba a la panadería. No me había  dado tiempo ni a pedir el pan, ni a sacar el monedero cuando la traductora se pone a gritar ¡coño! ¡Coñooo!

Momento de sorpresa. Sigo con la mirada el dedito de la niña y me encuentro que apunta y señala esto:



Y me da un ataque de risa. No puedo parar. Y nadie se ríe conmigo. Los empleados y otros clientes de la panadería me miran como si estuviera tarada. Estos inmigrantes... Y me pasa algo que no me pasa todo los días. Que echo mucho de menos España. Alguien que me entienda y se ría conmigo

Por cierto, que es entrañable también que la explicación de los numerosos caballos decapitados que aparecían últimamente por casa es que el abuelo le ha estado comprando a la traductora diariamente galletas de tres euros con forma de unicornio. ¿En serio, papá? El abuelo se encoge de hombros. Cosas de abuelo...

lunes, 26 de febrero de 2018

El monstruito trilingüe y el Ordnung

El Ordnung es muy importante por estos barrios. En la escuela los niños no sólo tienen que mantener su mesa, su mochila y su estuche en orden, sino que tienen que hablar y escribir ordenadamente, in Ordnung. Mi hijo y el Ordnung no se llevan bien. Ni en casa, ni en el cole.

"No es tan importante, mamá". Me dice el pequeño monstruo cuando le pregunto porqué su mesa de trabajo tiene la pinta de haberse salvado por los pelos de un naufragio. Tiene razón el pequeño, en que dependiendo del punto de vista que tomemos, hasta nuestra propia existencia es irrelevante, pero si consideramos la evaluación de mitad de curso en la escuela del monstruito, el Ordnung es lo más importante del mundo.

Así que presionada por el colegio, y porqué no admitirlo, tratando también de conseguir que la gente que entra en mi casa deje de gritar "¡Dios santo! ¡Os han robado!" he puesto en práctica una idea que, modestia aparte, es genial. Es un juego de la Oca modificado: el monstruito tiene tres tiradas de dados para llegar al final del juego y conseguir un premio. Las casillas tienen preguntas del tipo "¿está el abrigo colgado? ¿Te has lavado los dientes?" y dependiendo de la respuesta, uno avanza o retrocede.

A mi hijo le encantan los juegos y le encanta el premio (una carta de Pokémon) así que después de una semana de jugar, no tengo que recordar al monstruito que tiene que acabar los deberes, ayudar a recoger la mesa, preparar su mochila, ponerse el pijama... un éxito redondo. ¿O no?

El caso es que me he dado cuenta de que con este método podría convencer al monstruito de hacer lo que quisiera. Si en lugar de la casilla "¿Están los juguetes recogidos?" tuviera la casilla "¿has ofrecido el sacrificio diario al dios Bulky de la montaña?" mi hijo se aseguraría de tener carne fresca en el altar cada noche. ¿Por qué? ¿Porque Bulky se merece eso y más? ¡No! ¡Porque al final del día tendría más probabilidades de ganar una carta de Pokémon!

Darme cuenta de esto me ha producido un ligero malestar. Sobre todo cuando constato que el enfoque de la escuela en lo que al Ordnung se refiere es a veces muy parecido. No sé si a ellos les funciona su método del diario "hoy he escuchado en clase", pero es que no conocen a mi hijo. Mi juego funciona. Los deberes están hechos, y ya no tengo que recoger sus calcetines sucios del suelo, y sin embargo... Imagina que tu pareja sólo hiciera la mitad que le corresponde en casa por la oportunidad de ganar cincuenta euros cada noche.

Alguien me dirá que tengo que explicarle a mi hijo que el orden sirve para mejorar la convivencia. Pero quién piense que puede convencer a su hijo de seis años con razonamientos lógicos para ser más ordenado es que todavía no sabe cómo funcionan los niños. Me explicarán también la importancia de crear hábitos, pero tengo que responder con escepticismo. Creo que incluso los hábitos deberían crearse sin perder de vista las buenas razones. Tengo la incómoda impresión de que estamos haciendo todo lo posible porque nuestros hijos encajen en un molde, ¡ah, el Ordnung! y ya les explicaremos el porqué cuando crezcan. Y ahí tenemos otra pregunta incómoda: ¿porqué necesitamos que los niños estén callados en clase, que no den la lata, que hablen sólo cuando se les pregunta, que tengan su estuche y su mesa en orden? Pues en gran medida, porque si no la vida de los profesores sería un infierno. Es comprensible, como es comprensible que mi vida es más fácil también si no tengo que gritarle a mi hijo para que ponga el abrigo en la percha.

Así que al final igual tenía algo de razón el monstruito cuando decía que no es tan importante, mamá. Al menos tenía más razón que ahora, que piensa que recoger la mesa es importante porque puedes ganar una carta de Pokémon.

jueves, 25 de enero de 2018

Dos humanos muy diferentes

Me han tocado en suerte dos humanos que no pueden ser más diferentes. Desde el punto de vista del primero, el mundo es un lugar lleno de cosas que observar, despiezar, entender, modificar, y en algunos casos, si apetece, volver a montar. Para el segundo humano, el mundo es un espacio donde se hacen cosas, y todo lo que hay en él son accesorios que utilizar en su actuación. Al primero le fascinan los mecanismos de los objetos, sea un volcán, un reloj, o un trozo de plástico tirado en la calle. Para el segundo la vida es un parque de atracciones en el que la razón de ser de todo es su disfrute. Los objetos están ahí para ser olidos, chupados, tocados y mirados. El primero prefiere hacer torres, y el segundo sobre todo tirarlas. Al primero le gustan las cosas con muchos botones y al segundo las cosas que hacen cosquillas o que tienen música. El primero pregunta que comían los mamuts y el segundo baila al ritmo de la secadora.

Es muy tentador decir que tengo en casa un ingeniero y una actriz. Un niño inteligente y una niña sensible. Pero eso sería tratar a mis niños como jerseys que tienen su sitio asignado en la cómoda. Y a diferencia de los jerseys, los niños son cosas complejas que te sorprenden saliéndose constantemente del cajón donde los habías metido. El ingeniero sin imaginación se levanta un día y te pregunta si las tormentas de nieve las crean los volcanes del cielo. Y a la niña sensible le da por organizar sus juguetes en fila y contarlos varias veces.

Sería terrible hacerles eso a mis hijos. Meterles en una caja, cerrar la tapa, escribir una etiqueta y pegarla. Ponerles encima unos adjetivos y empezar a tratarles de acuerdo con esas palabras más o menos arbitrarias. Aunque mi hijo pueda pasarse una tarde preguntando cómo y dónde se crean las amatistas. Y aunque mi hija parezca estar preparándose para el papel de Brunhilda en el anillo de los Nibelungos.

Así que hacemos un esfuerzo consciente para ofrecer a mis hijos un espectro de experiencias lo más amplio posible. El único deporte que quiere hacer el monstruito es jugar al ajedrez, pero igualmente intentamos interesarle por la natación, la música, y la creatividad, con resultados a veces sorprendentes, y a veces, no tanto.

-¡Venga! ¡Vamos a inventarnos un cuento! "Había una vez una cebra sin rayas. ¿Cómo sigue la historia?"
-"¡Y yo que sé, mamá! ¿Cómo quieres que lo sepa, si nunca me has contado ese cuento? Anda que... tas loca, mamá"

Y me dan ganas de decirle, aprovecha hijo, aprovecha ahora para ser inventor de cuentos, podólogo de elefantes y crítico de chocolatinas. Aprovecha, porque cuando seas dentista sólo vas a hacer esculturas de muelas picadas. Cuando seas mayor te pondrán un montón de adjetivos encima, descubrirás lo difícil que es hacerse pintor cuando ya se es mecánico, y querrás tener en tu armario un montón de jerseys perfectamente doblados, los oscuros a la derecha, los claros a la izquierda, ocupando cada prenda un cuadrado perfecto

Hasta que un día seas padre y metas la mano en el cajón del armario de sus hijos sin saber que jersey vas a agarrar. Y sientas, como yo, un poco de envidia.
.