martes, 19 de junio de 2018

Superpoderes

Si tuvieras que elegir un superpoder, ¿cual sería? Hay donde elegir: viajar en el tiempo, leer las mentes, la fuerza sobrehumana de David el gnomo, o ser capaz de construirte un palacio de hielo lleno de fractales con un par de pasos de baile, como la Elsa.

Sí, es una pregunta con trampa. Como todo el mundo sabe, los superpoderes no se pueden escoger. Cuando una se convierte en madre recibe su lote correspondiente, y allá cada una cómo los utiliza con responsabilidad y sentido ético. A mí, por ejemplo, me ha tocado el superpoder de encontrar cosas que están escondidas delante de las narices de los miembros de mi familia. Como superpoder es un poco cutre, pero bueno, es lo que hay.

Al principio, como tantos superhéroes, he intentado renegar de mis habilidades especiales. "¿Qué dónde están las llaves del coche? ¡Pues donde las hayas dejado, no me puedo creer que me llames para esto!" "Hijo, mamá está en el baño. Busca tú solito las cartas de Pokémon" "Si me tengo que levantar y resulta que la mochila está en su sitio la tenemos". Pero me he dado cuenta de que es inútil luchar contra el destino, y yo parezco estar destinada a cumplir la función de recordarles a otros superhéroes que se han dejado las llaves de la mazmorra en el bolsillo de la capa.

Como dicen los posts de Instagram, hay que aceptarse a una misma. Por eso cuando ayer mi medio Rohlik me despertó para preguntarme dónde estaba el libro de rutas frankonias para familias no me enfadé, no respondí con mi sarcasmo habitual, no protesté. Me até un pareo al cuello a modo de capa, improvisé una power-pose con las manos en la cadera y la cabeza erguida, una entradilla que fuera al caso, algo así como "supermotherpowaaaa", y con un gesto teatral cogí el libro de la estantería frente a la que se encontraba mi querido chlebíček y se lo ofrecí con la satisfacción del trabajo bien hecho.

Si pensáis que mi progenie se descojonó con la performance, subestimáis lo crédulos que pueden ser los niños pequeños. Las criaturas se me quedaron mirando con la boca abierta y el monstruito  exclamó impresionado "¡Mamá! ¡Tienes poderes!" Ahora, cada vez que alguien pierde algo en casa, se me reclama. Sí. Exactamente como antes. Pero de otra manera.

¡Mamá, mamá! ¡Necesitamos tus superpoderes! ¡Está lloviendo y papá no encuentra el paraguas! ¡¡¡Supermamipowers!!!


lunes, 4 de junio de 2018

Rosa y lila

Bueno, pues ya está aquí. Tenía que pasar. Lo del unicoño era sólo un aperitivo. La traductora de bolsillo nos está llevando de la mano a un mundo de animales de ojos gigantes, purpurina, reinas del hielo, princesas, merchandising rosa y yogures con la cara de Rapunzel que nadie de esta familia había pedido.

¿Qué hemos hecho mal? ¿Dónde hemos fallado como padres? Ni idea. Durante dos años y medio hemos huido del rosa como de la peste, pero ha sido en vano, o incluso peor. Ahora, ante cualquier disyuntiva, como si estuviera poseída por el demonio de la Barbie, la traductora repite "rosa" "lila" "pink". Sí, su primera palabra en inglés es pink.

Da igual que hablemos de muñecas, comida, ropa o del tiempo ¿Qué pelota quieres? Pink ¿Qué pastel? El lila ¿Qué excavadora? La rosa. Y claro, ahí están las marcas de cosas para cubrir ese vacío. ¿Era necesario sacar al mercado pañales con la cara de Minnie Mouse? Yo creo que no.

Ahora, en los McDonalds, uno puede escoger entre juguete de niño, juguete de niña, juguete neutro y libro. Ante esto, yo me estreso. Podría coger un juguete de niña y otro de niño, que sé que es lo que más le va a gustar a la descendencia, pero no me parece correcto fomentar el absurdo sexista de esta opción. Un libro, ¿no? Con un libro no se puede equivocar uno. Lo que pasa es que yo los quiero entretenidos, no quiero que coman con lectura de fondo, como los monjes benedictinos. Pues nos queda la opción cobarde, el juguete neutro. Al final con eso nos quedamos, claro. Un mapa para pintar, blanco, como metáfora del juguete políticamente correcto que no satisface del todo a nadie. Moraleja, el McDonalds es el mal.

¡Ah, amiga! Entonces es que te equivocabas. Tu hija, como mujer, se siente inevitablemente atraída por el color rosa. Es algo genético. Asúmelo.
Ya... Lo que pasa es que no. Precisamente, el asignarle al rosa el significado "de niña" es algo relativamente moderno, y en ningún caso genético.

https://verne.elpais.com/verne/2014/11/18/articulo/1416293525_000025.html
https://www.trendencias.com/tendencias/sabias-que-el-rosa-no-siempre-ha-sido-un-color-de-chicas

Y ahora os voy a meter el miedo en el cuerpo. Si mi hija de dos años, que ha jugado mayormente con juguetes de su hermano, o sea, multicolores, que tiene una rica paleta de tonalidades en su armario, y cuya madre pone cuidado hasta en envolver los regalos en verde o amarillo, si ella nos sale con estas cosas, ¿qué más mierda sexista están aprendiendo nuestros hijos y dónde?

Por de pronto, y como con todo, he decidido negociar. Y es que los colores no significan una sola cosa. El lila, por ejemplo, es el color de las feministas. Así que ¿te gusta el lila? Bueno, pues vale, pues lila. Así por lo menos estamos listas para cualquier mani que se pueda convocar.