miércoles, 4 de julio de 2018

Preguntas, preguntas...

Los niños preguntan cosas. Es lo que hacen. Hacen preguntas sin filtro alguno y con más o menos interés en la respuesta.

La traductora de bolsillo, por ejemplo, tiene varias preguntas favoritas que repite hasta que la respuesta es satisfactoria. "¿Qué ases? ¿Qué ises? ¿Qué eseso?" Estas preguntas son en principio fáciles de contestar, pero tienen trampa.
-¿Qué ases?
-Mamá está en el baño
-¿Qué ases?
-Hago pis
-¿Qué ases?
-Pis
-¿Qué ases?
-Piiiis
-¿Qué ases?

Desde que el monstruito trilingüe está en el cole, viene con preguntas cada vez más difíciles.
-¿Porqué Selim no come cerdo? ¿Porqué no soy alemán? ¿Las mariquitas sin puntos son mariquitas bebés?

En cuestiones técnico-científicas, sólo me pregunto cómo lo hacían nuestros padres sin Internet. Ahora, con un click o dos, puedo responder con seguridad a mi vástago que no, que eso es un mito común, pero que el número de puntos en las mariquitas depende de la especie.

Hablarle de ciencia a un niño es genial. Uno puede pasarse horas contándole cosas. La Tierra gira alrededor del Sol y las tortugas nacen de huevos. Podemos hacer matizaciones aquí o allá, pero si la ciencia es sólida, es improbable que mañana cambie. Si empezamos a observar tortugas vivíparas por el barrio, algo muy chungo está pasando.

Hace poco descubrí que hablar de arte con un niño también es fácil y además divertidísimo, porque al contrario que la ciencia, el arte está abierto a mil interpretaciones. ¿A ti qué te parece este lienzo completamente blanco? ¿Te gusta? Mhmm, muy respetable. Supongo que aprecias el minimalismo como reacción al expresionismo abstracto. A mí personalmente me parece una tomadura de pelo.

Los temas sociopolíticos son más complicados porque uno se mete en un terreno entre los hechos y la libre interpretación de los mismos. La ideología. ¿Porqué no eres alemán? Pues es complicado de explicar. El concepto de país y las leyes que lo rigen dependen únicamente de un acuerdo entre humanos. Son entidades imaginarias, pero tienen implicaciones absolutamente reales, como por ejemplo, impedirte estar en cierto punto geográfico. Si mañana todos los humanos dejáramos de creer en el concepto de Alemania, el país dejaría de existir, pero las tortugas seguirían poniendo huevos y seguiría siendo discutible si un lienzo en blanco es una tomadura de pelo.

Sin embargo, es inevitable atacar estas cuestiones. Si no contestas las preguntas del monstruito, va a encontrar las respuestas en el patio del colegio, y, seamos sinceros, prefiero no confiar la educación de mi hijo a la progenie de gente con según qué foto de perfil en el Wassap. Así que recientemente mi hijo y yo hemos empezado a hablar de Historia, política y religión, y chica, resulta que he nacido para esto.

Hemos hablado horas. Tocamos el tema de las guerras en Europa, empezando por la Revolución Francesa y relacionado lo que le pasó a Napoleón en Rusia con la segunda guerra mundial. Hablamos de la sociedad de naciones, y de si puede haber guerras justificables. Tuve especial cuidado en presentar los hechos y dejarle extraer sus propias conclusiones. Y tengo que decir que, modestia aparte, se me da genial.

-Mamá
-¿Sí, amor?
-Entonces, si quiero conquistar Europa...
-¿Síííí?
-Mejor evito Rusia en invierno
-Exacto

Creo que como mínimo, estoy ofreciendo a los niños temas interesantes para discutir en el recreo.