martes, 12 de diciembre de 2017

Libros de niñas

Gerónimo Stilton es un ratón periodista algo miedoso que viaja en el tiempo con su familia y cuyos libros fascinan a mi hijo.

Tengo que reconocer que a mi también me gustan mucho. Es imposible no cogerle cariño al prota, Gerónimo, cuyo plan favorito es quedarse en casa leyendo y comiendo queso. El resto de los personajes también se dejan querer. Su primo es un cabroncete al que le encanta cocinar (y zampar), su hermana Tea es una corresponsal siempre en busca de aventuras y su sobrino es un ratoncito adorable. También hay un ratón sabio, que es el que ha inventado la máquina del tiempo.

O sea, de cinco personajes principales cuatro son machos. Estamos tan acostumbrados a esta proporción que he leído media colección sin darme cuenta. Y desde luego, no dejaría de leer a Gerónimo por eso. Además la editorial parece querer adaptarse a los nuevos tiempos y también ofrece los libros de "El Club de Tea" en los que los personajes principales son cinco ratoncitas fabulosas, multiculti, y con pelazo de diferentes colores, para que cualquier niña pueda sentirse identificada con alguna. Porque sí, son claramente libros para niñas, con su cubierta rosa y su brilli-brilli, cosas ambas que el abuelo tuvo a bien ignorar cuando le pedí que trajera algo de Gerónimo Stilton para el monstruito trilingue.

Siendo la feminista radical que soy, no tuve el menor problema en leerle a mi hijo las aventuras de las guapas ratoncitas en Egipto, y él las escuchó encantado, porque a un niño pequeño le parece perfectamente natural una historia en la que la mayoría de personajes principales son femeninos. Al fin y al cabo está rodeado de profesoras, abuelas, médicas y policías, y la principal figura de autoridad en su vida es su señora madre, aquí presente.

El problema es que estos personajes no se hacen querer tanto como Gerónimo. Son muchas, y muy parecidas, y todas demasiado guays. Aparte de que se me haga raro leer a mi hijo cómo Colette se lava el pelo para relajarse, tuvimos que recurrir varias veces a la introducción del libro para resolver las preguntas del retoño "¿Quién es Pam, mamá?" "La de los rizos" "¿y Violet?" "La china". Pamela, además, es la mecánica, y Violet la intelectual pero es que con cinco personajes en la misma aventura, apenas da tiempo a que una utilice la llave inglesa y otra consulte algún libro.

En fin, que el spin-off está cargado de buenas intenciones pero a mí me ha decepcionado. Eso no quita que a mi hijo le haya gustado mucho, y a mi hija seguro que le encantará, porque se sentirá identificada con una u otra de las ratoncitas. Y me parece muy bien que lea libros así. Las niñas de hoy en día (menos mal) ya no tienen que limitarse a las historias de princesas que esperan y esperan en sus torres a que las cosas les pasen por ser hijas de quien son. Pero ¿por qué las aventuras que viven las chicas están escritas en libros "especiales" para niñas? Al final vamos a tener una generación de mujeres convencidas de que es natural realizar los mismos trabajos que los hombres y recibir el mismo salario por ello, y una generación de hombres a los que nadie ha informado de tal cosa. Y eso es mentir a nuestros hijos de la misma manera que nos mintieron a nosotras cuando nos dijeron que teníamos que querer ser princesas y que las cosas de niña son las que vienen en paquetes de color rosa. (¿se imaginan que las cosas para negros vinieran en envoltorios negros?).

La historia que yo querría leerles a mis hijos es la de una ratona periodista a la que le encanta sentarse en el sofá y sorber batidos de Gorgonzola, que viaja con su prima gordoncha, su hermano aventurero y su sobrinita adorable en la maquina del tiempo que ha inventado una sabia un poco chiflada. Y a quien se le haga extraña una historia así quizá debería fijarse más en los nombres que firman los artículos de los periódicos y las revistas científicas. Un mundo en el que sólo los hombres son periodistas, científicos, y viven aventuras, es tan fantástico como el cuento en el que un caballero trepa por el pelo de una chica a la que acaba de conocer para rescatarla de una torre.

miércoles, 22 de noviembre de 2017

Parada para dar teta

¡Qué gratificante es hacer la revolución en el salón! Eso de compartir un artículo atrevido en Facebook, darle al "me gusta" a las fotos de conflictos armados, y para los más valientes, encenderse en una cena de amigos con el tema de Cataluña.

Y ¿qué decir cuando surge la oportunidad de llevar la revolución a la calle? Ponerse una camiseta con eslogan, sonreír a las feministas que reparten panfletos en la calle. No me digas que no es divertido. Es una lástima que aparte de la ocasional manifestación, no haya en este primer mundo demasiadas oportunidades para protestar cómodamente más allá de Instagram. Yo apenas me depilo, pero más que protesta es vagancia, y el que me conoce lo sabe.

Por ejemplo, una cosa que ya no tiene nada de revolucionaria, (y me da un poco de pena) es sacar la teta en público. Una vez coincidimos varias lactantes en una manifestación por la educación pública, y tuvo su gracia ¡Compañeras! ¡Parada para dar teta! Pero lo cierto es que sin hacer topless jamás, es incontable la gente que me ha visto los pechos y nadie me ha dicho nunca nada. Ni para bien, ni para mal. Creo que el único que alguna vez ha sugerido que podría ser un poco más discreta ha sido mi medio Knedliky. Me giré hacia él ofendidísima y dignísima con mi pezón al aire, rollo Marianne, y ahí quedó la cosa.

He dado el pecho en restaurantes, en tiendas, en transporte públicos y de pie en cualquier lado. Creo que en el único sitio donde me ha dado un poco de corte ha sido en una comida de trabajo. Y en ninguno de estos sitios he tenido que hacer valer mis derechos de madre lactante. Una diría, compañeras, que esta batalla ya está ganada ¿no? Que estamos todos de acuerdo en que dar de comer a tu bebé cuando tiene hambre es lo más natural del mundo.

Pues parece ser que no. Que a una amiga le han llamado la atención por dar el pecho en C&A. Yo pensé que no podía quedar en la vieja Europa un sólo dependiente que se arriesgue al escarnio en las redes sociales por decirle a una madre que se tape, pero al parecer lo hay. Que había clientes árabes o algo así, le dijeron. ¡Como si fuera posible venirse de turista a Alemania y volverte a tu país sin ver una teta, o una ingle, o un cacho de culo! O a lo mejor es que vienen en invierno precisamente porque es la temporada baja de nalgas. En fin. me extraña.

Sé que está feo decirlo, pero me ha hecho ilusión escuchar la historia. Es bonito tener una oportunidad de hacer un poco de revolución, así, cerca de casa.
Porque las que estamos aquí no podremos hacer mucho para cambiar la mentalidad de los jueces en España. Las que vivimos fuera no podemos hacer mucho más que indignarnos ante la mierda machista que nos rodea todos los días. Pero algo sí podemos hacer. Si esto no es una invitación a reunirnos todas a dar el pecho en el C&A, no sé lo que es. ¡Venga, compañeras! ¡Parada para dar teta!

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Carga mental

Diez de la mañana. Estoy en el trabajo en medio de una reunión. Llama mi medio knedliky. Me asusto un poco, porque mi queridísimo rohlik no llama normalmente para desearme una buena mañana. Tampoco llama para decir que ha llegado bien cuando va de viaje, ni para decir hola después de una semana fuera, ni para decir qué día vuelve. O sea que cuando llama me preocupo. Pero en fin, estoy en una reunión y le respondo por mensaje que me escriba por favor lo que tenga que decir. No escribe. Llama de nuevo. Tiene que ser importante. Me acuerdo de que la niña tenía un poco de fiebre y me los imagino en urgencias. Entro en uno de esos estados de pánico irracional. Contesto la llamada en un susurro "¿qué pasa? Estoy en una reunión" ¿Qué me contesta mi medio párečky? "No encuentro las llaves del coche. Tampoco las de repuesto. ¿No sabes dónde están?" ¿Es que acaso guardo yo las llaves? Nop. ¿O fui yo quién cogió el coche por última vez? Para nada. Lo que pasa es que yo soy la "encontradora" de la casa. Es un superpoder que he desarrollado con los años. Y, como suele pasar en las películas de superhéroes, más que un poder es una putada.

Recojo al monstruito trilingüe del cole. En su cartera, como de costumbre, un papelito. Que paguemos dos euros a mayores de los tres que nos dijeron ayer que pagáramos y que traigamos dos paquetes de folios con las especificaciones que se detallan. Ayer nos comunicaron que los viernes de de adviento tenemos que poner té a los niños en la botella de agua. He recibido papelitos con instrucciones para la celebración de San Martin, papelitos por si queremos ir con nuestras tijeras de jardín a trenzar ramas, y otro papel para que firmemos que hemos recibido el calendario de clases y que hemos entendido que no hay que destrozar los libros de texto. Estoy hasta el otoño de papelitos. ¿Porqué no piden el dinero que necesiten a principio de curso? ¿Por qué no intentan mandar toda la información en una sola circular? ¿Por qué no se bajan de su máquina del tiempo y nos mandan un mail? Si me vas a responder "Yo lo apunto todo en el móvil" o "es que hay gente que no tiene mail" igual te has equivocado de blog. Tiene que haber algún otro sitio donde te expliquen cómo hacer unicornios con un pepino y un huevo duro para la merienda de tus vástagos. Yo personalmente creo que alguna hija de perren en la escuela se pone cachonda cuando nos obliga a las madres trabajadoras a ir entre semana al Müller a por unas tijeras de jardín y un taco de folios. Hay gente que con tal de llamar la atención, cualquier cosa.

El lunes trabajo desde casa con la pequeña traductora de bolsillo. Voy un segundo al baño, vuelvo, y mi ordenador no se conecta a Internet. Hmmm ¿Qué habrá pasado? Resulta que alguien ha sacado la tarjeta con la que me identifico en el ordenador y long story short, me tengo que pasar la siguiente media hora buscándola por toda la casa. Sin nadie que me vaya diciendo frío-frío, caliente-caliente.

Esto viene a cuento de la idea de carga mental. Aquí lo que dice Google al respecto:

La carga de trabajo mental es un concepto que se utiliza para referirse al conjunto de tensiones inducidas en una persona por las exigencias del trabajo mental que realiza: Procesamiento de información del entorno a partir de los conocimientos previos.

Pues resulta, señoras, que las mujeres somos las que en la mayoría de los casos llevamos toda la carga mental de la casa. Las que sabemos que hay que poner una lavadora, que nos hemos quedado sin leche, que el viernes hay que llevar un pelo de oso hormiguero a la guardería, que hay que pagar a la babysitter y que ya va siendo hora de llevar al peque al dentista.

Lo malo de la carga mental es que es un trabajo que lleva tiempo, pero no funciona muy bien como argumento cuando estás discutiendo quién pone el lavavajillas. "Te toca a ti" "¿por qué?" "Porque yo soy la que sabe dónde están los pijamas de los niños". Lo malo es eso, pero no es lo peor. Lo peor es que en lugar de atender a mi reunión de trabajo estoy intentando recordar dónde pueden estar las llaves del coche, y en lugar de pensar en ese problema que tengo que solucionar, mi cerebro está intentando calcular si es viernes de adviento o todavía no.

Podría simplemente no hacer nada, claro está. Dejar que mi miláčku comparta la carga mental. La semana pasada lo probé.

Estoy trabajando tranquilamente cuando me llama mi medio knedliky:
-¿A qué hora sale el monstruito del cole?
-No tengo el horario conmigo, está en un papel en casa
-¡Ah! Es que parece que ya ha salido de clase y no lo encuentro.
-¿Me llamas al trabajo para decirme que has perdido al niño? ¿Qué quieres que haga desde aquí?
-...
-¿Te acuerdas de que hoy iba a jugar con un amigo? Llama a la madre a ver si está con ellos
-No tengo el número
-Está en el wassap de la clase
-No tengo wassap

Llamo a la madre en cuestión
-Pues es que hoy trabajo, los ha ido a recoger mi marido. Ahora le llamo

Moraleja. El día que decidas compartir la carga mental, procura coordinarte con otras madres, no sea que ellas decidan hacer lo mismo. Eso, o lo hacemos todas a la vez y cantamos mientras arde Roma.

jueves, 12 de octubre de 2017

Mis hijos y su equipaje

Imagina que el vocabulario, la gramática, y la pronunciación de una lengua fuese algo físico que tuviéramos que llevar como quien lleva un equipaje. Yo, por ejemplo, llevaría conmigo una maleta de las grandes con mi español, una mochila de las de montaña con mi inglés, un bolso de mano con mi alemán, una riñonera con mi checo y un monedero con algo de francés.

La mayoría de los niños nacerían con un bolso que van llenando con todas las palabras que encuentran por ahí. En la tele, en el parque, tiradas por la cocina, en casa de algún amigo... ¡todo dentro! Juntando y acumulando hasta que al cabo de un tiempo pueden cambiar su bolso por una maletita, y llevarla orgullosos a la guardería.

A mis hijos, los pobres, nada más nacer les hemos dado tres bolsos, y han tenido que ir aprendiendo a organizar donde corresponde lo que les da cada persona. Tan pronto viene una abuela con sus párečky que hay que meter en el bolso de checo, como viene la otra con su salchichón, y aunque a primera vista es la misma cosa, hay que colocarla en un sitio distinto. Así, con los años, en lugar de acabar con todo bien dispuesto en una maletita, mis hijos van por ahí arrastrando mochilas y bolsas y a menudo tienen que pararse un momento a sacar y meter cosas hasta que encuentran la que quieren. Me duele la, el... ¿bauch? ¿břicho? ¿belly? ¡Barriga!

Al principio esto es divertido. Sacar las cosas checas en casa de los abuelos españoles y enseñarles qué pinta tiene una kráva, coger los zapatos en lugar de los Schuhe cuando te apetece, volver loco a papá jugando al veo-veo, y conquistar a camareros de media Europa pidiendo zumo en tres idiomas. Pero después de varios años de tratar las palabras como si fueran bloques de Lego con los que jugar estamos empezando a lidiar con los problemas de los niños trilingües.

Por ejemplo, una cosa que a veces les pasa es que si llevan mucho tiempo utilizando una mochila, les cuesta encontrar las cosas que tienen en otra. Es algo que entiendo bien cada vez que voy de compras en Chequia, pregunto si tienen otra talla en una mezcla de alemán-pobre y checo-triste, y parezco idiota.

Otro problema que uno se puede imaginar es que aunque mis hijos han acumulado un montón de términos y expresiones, están todas repartidas en sus bolsas, y cuando llegan a la escuela y tienen que dejar sus mochilas de español y checo en la entrada, no pueden competir con el equipaje de otros niños. ¿Floh? ¿Kopfsalat? ¿Fußballweltmeisterschaften? Esas cosas no las han oído nunca.

Mis hijos, por supuesto, no están solos en esta tesitura. Y la escuela ha decidido que la mejor manera de gestionar la situación es juntar a todos los niños que necesitan llenar sus mochilas de alemán en un grupo aparte. Eso me pone muy nerviosa. ¿De dónde se supone que van a recoger estos niños la gramática y el vocabulario que les falta? Me parece que si sacan todo lo que llevan encima y lo ponen encima de la mesa, aparecerán muchas Blumen, pero ningún Sträucher, y muchos Insekten, pero ningún Heuschrecke, mientras que estando en el grupo normal, nadie tiene que recordar a los niños que compartan tanto lápices como vocablos.

Otra cosa que nos han recomendado es que en casa hablemos y leamos en alemán. No sé qué se piensa la profesora que tengo en mi modesto bolsito de mano que le pueda servir a mi hijo. Desde luego, por más que busco, la correcta declinación de los adjetivos no aparece por ninguna parte. Sé que la puse por ahí, pero cuando la necesito nunca la encuentro. La profesora también me ha recordado las bondades de dar ejemplo con la lectura. No he podido dejar de responder que raramente estoy a más de un metro de un libro, y que además leo libros a mis hijos todas las noches, y con gusto, poniéndoles diferentes voces a los personajes. La lectura en alemán, ha puntualizado. Al parecer tengo que cambiar mi rutina nocturna, que todos disfrutamos, por el enunciado a trompicones de un texto que me es ajeno. Todavía me acuerdo de cuando eran pequeños y se enfadaban si intentaba leerles un libro en checo. Esas no son tus palabras, mamá, parecían decirme. No son tontos, mis hijos, no.

Me gustaría continuar diciendo que pese a todo sigo estando feliz de darles a mis hijos la oportunidad de hablar varias lenguas. Que Internet, así en general, parece estar de acuerdo en que es una buena idea, y que cuando crezcan me lo agradecerán, pero la verdad es que estoy empezando a sentirme terriblemente culpable. Lo que pensábamos que sería una "ventaja" se ha convertido en un "problema" y aquí estoy, buscando una logopeda, alguna actividad donde mi hijo pueda practicar el alemán, libros de primeras lecturas, juegos de letras... y ese es tiempo que mis hijos no están practicando matemáticas, tocando instrumentos o jugando al ajedrez. Me da miedo que leer pase de ser un juego a convertirse en una obligación penosa y nunca lleguen a apreciar el lenguaje como lo hace, por ejemplo, su madre, y sobre todo, me preocupa que sean considerados alumnos mediocres, cuando lo único que "de momento" es mediocre es su alemán.

Me gustaría explicarle eso a la profesora. Que mis hijos no son tontos, pero necesitan tiempo para llenar sus mochilas. Quizá tres veces más tiempo que otros. Necesitan jugar con instrumentos para aprender qué es un Geige, y jugar al ajedrez para aprender los nombres de las piezas y desde luego no puedo pedirles que guarden en un armario el español porque no quiero privarles de la oportunidad de aprender palabras tan bonitas como mandil, que sólo les puede regalar su abuela. Me gustaría explicarle a la profesora que entiendo que no es "su tarea" solucionar "el problema" de mis hijos con el alemán, pero quizá si dejáramos de verlo como un problema y entendiéramos que los que tienen una tarea son mis hijos, que tienen que ir recogiendo lo que los demás les ofrecemos, y que eso, simplemente lleva tiempo, se nos ocurriría cómo podemos ayudarles de la mejor manera.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Y de repente, un cumpleaños

La pequeña traductora de bolsillo vuelve a cumplir años en medio del desconcierto de su familia.
Hemos estado tan ocupados con los primeros días de colegio del monstruito trilingüe, que ¡casi nos habíamos olvidado de ella!

Menos mal que ya somos unos padres experimentados y podemos improvisar una fiesta de cumpleaños en el tiempo que una soltera necesita para plancharse el pelo. Y que sepas cuando leas esto de mayor, que nos salen mucho mejor que las que le organizamos a tu hermano. Las tartas que hacemos ya no huelen a bizcocho ahumado, y hemos aprendido que poner un bol de gominolas en la mesa quizá no sea lo más prudente para una fiesta infantil.

Además, yo no sé si es por la falta de intromisión por nuestra parte, pero la traductora es la niña más feliz que he visto nunca. Su día a día consiste en hacer lo que le da la gana, sea subirse a taconear en la mesa del salón, compincharse con su hermano para robar chocolate, o tirar cosas a la bañera mientras se ducha su madre. Tiene acceso a todos los juguetes del monstruito, con sus piezas tragables e inhalables, su medio favorito de transporte es colgarse como un mono a la cadera de alguien, duerme cómo y dónde quiere, mayormente encima de mí, y se pone la ropa que le apetece. Y si por azar alguien se atreve a contradecirla, se enfrenta a la furia de una valquiria en diminuto, con un chorro de voz que ya lo quisieran fichar en la ópera de Praga.

Tampoco se puede decir que le falte calor humano. Mi hija tiene muy claro dónde está su manada y la sigue sin perder el paso. A veces pregunto "¿Dónde está la niña?" y tras mirar a un lado y al otro en estado de pánico, bajo la vista y la encuentro a mis pies, sonriendo como siempre. Las dos nos hemos acostumbrado a que cualquier tarea, desde cocinar hasta ir al baño tiene que llevarse a cabo con ella de testigo, y puesto que no me dedico a soldar tuberías cuando estoy en casa, la cosa más o menos funciona.

Y es que el ser invisible tiene sus ventajas. Hace poco discutíamos si el monstruito podía o no podía comerse un helado y en el tiempo en que llegamos a una conclusión, la pequeña se había acomodado en el regazo de la abuela y comido la tarrina entera. Lo cierto es que es muy muy raro que una regañina le caiga a ella. Tiene la habilidad de un ninja para cometer travesuras y cuando descubrimos que alguien ha puesto plastilina en el cajón de los cubiertos, o metido las cosas de mamá en la secadora el hermano mayor siempre nos queda más a mano.

Para los regalos de cumpleaños me han preguntado qué juguetes le gustan y qué talla tiene, y he tenido problemas para responder. Le gusta cualquier cosa que tenga su hermano y en el armario tiene bodies heredados de cinco o seis tallas differentes, que más sueltos o más apretados, tienen un pase. Total, luego ya la vestirá su padre con dos camisetas, un pantalón, un vestido, unos leotardos y unos calcetines. Demasiado tarde se me ocurre que quizá el regalo perfecto fueran unas zapatillas de esas que hacen ruido cuando andas. Algo así que anuncie "estoy aquí, estoy aquí, estoy aquí". No van a recordarnos el cumpleaños, pero por lo menos una sabe que si va andando por la calle y se da cuenta de que no oye ningún ruido, es que se ha dejado a la niña en el supermercado, en el coche, o en la guardería. Y eso es dinero bien invertido.

viernes, 22 de septiembre de 2017

Bodas sin niños

Después del photocall, las tablas de dulces con sus imprescindibles cupcakes, las bailarinas de regalo, las pashminas y los tocados de flores, llega otra discutible tendencia a las bodas de nuestros colegas: la de insinuar que los niños no son bienvenidos.

A ver, quién dice tendencia quiere decir que ya nos ha pasado un par de veces. Pero con lo gregarios que somos los humanos, basta que una pareja decida que no hay porqué arriesgarse a que los enanos de otros metan los deditos en sus centros de mesa vintage, para que dentro de poco tengamos invitaciones de boda estándar con un aviso de "para mayores de 16 años", como si en el banquete, en lugar de un powerpoint con fotos de los novios, se proyectara una peli francesa.

Así que voy a intentar cortar esto de raíz. Cuando tu amigo o familiar accede a viajar a esa ermita en el fin del mundo para ver cómo cometes lo que será en el mejor de los casos un atentado contra el buen gusto y en el peor, un error del que te arrepentirás toda la vida, cuando esta persona está dispuesta a plantarse unos zancos y un girasol en la cabeza y a hacerte una donación de tres cifras, cuando no le importa bailar la conga y el paquito chocolatero si hace falta a tu salud y la de tu espos@, no se le puede pedir que se busque una babysitter. Está feo. Muy feo. Tan feo como decirle a tu abuela que no venga porque la gente mayor os recuerda la decadencia de la carne, la proximidad a la muerte y la futilidad de la existencia, y en general os corta el rollo a la gente joven.

De hecho, yo creo que nuestros queridos amigos saben lo feo que está. Por eso no son claros del todo cuanto te comentan el tema:
-Respecto a los niños...
-¿Sííí?
-Que no hemos organizado nada
-Bueno, sin problemas, ellos con la gente y el jaleo son felices
-Es que no sé si el sitio es muy apto para los niños. Igual se aburren...
-Nahhhh, ¡qué va! Ellos siempre encuentran algo para entretenerse, y siempre hay abuelas que se entretienen con ellos
-Precisamente... ¿Tú madre no está jubilada?
-Si
-...
-...
-A ver, que si no podéis dejarlos en algún sitio, pues qué se vengan, claro

¡Pues claro que se vienen! Y si nos ponemos en ese plan los dejo sueltos en la ceremonia para que jueguen a enroscarse en las cortinas del ayuntamiento, se coman la decoración floral, y se suban al podio a hacer compañía al oficiante.¡Ya verás que alegría le dan al tema! con un poco de suerte te hacen viral y todo.

Además es quejarse sin razón. ¿Quién distrae a las tías de tu madre para que no te pregunten porqué sigues en paro? ¿Quién no tiene problema en romper el hielo (y lo que haga falta) y pasar a la pista de baile? Cuando son las ocho de la tarde y el típico amigo borracho está ya muy pesado, ¿no es genial poder darte la vuelta y decir "Un segundo, voy a coger a ese niño, que tiene pinta de querer tirarse por las escaleras"? Y cuando las criaturas caen desmayadas a las diez de la noche debajo de la mesa de los cupcakes, es tarea de sus padres recogerlos o echarles una manta encima o algo. Todo son ventajas.

En la última boda que estuvimos, los novios encontraron sin quererlo una solución óptima. Echaron por el suelo de una habitación un par de colchonetas, unas pinturas y otros juguetes. ¡Voilà! La habitación se llenó en un momento de niños con sus respectivos padres y otros adultos (machos en su mayoría). De hecho, siempre, a todas horas, sin ningún tipo de acuerdo previo, había algún adulto en la habitación. ¿Cómo puede ser eso? Muy fácil. Era la habitación del grifo de la cerveza.

Esa sí que es una tendencia que merece la pena copiar

jueves, 17 de agosto de 2017

Empieza el cole

El tiempo pasa que da miedo y así a lo tonto ayer fue la despedida del monstruito trilingüe en la guardería.

Cómo las educadoras son gente astuta, la fiesta fue sólo para los niños, con lo que todos nos ahorramos una tonelada de kleenex, un buen número de frases hechas, y vacías promesas selladas con intercambios de número de teléfono.

Los niños no hacen nada de eso. Los niños comieron tarta y constataron que su mochila era la más bonita de todas. Sí. Cuatro semanas antes de que empiecen las clases se da por hecho que todos los niños tienen ya su mochila. Porque al parecer las mochilas de escuela se acaban en Junio y ¡pobre del que no la tenga ya comprada! Por una vez, ésto lo hemos hecho bien. Fuimos a un outlet de mochilas en Mayo y hace ya meses que tenemos el resto del material. Es importante hacer estas cosas pronto, para tener toda la atención de las señoritas de la papelería que se encargan de explicarte que estás equivocada cuando pretendes comprar un paquete de lápices a un euro la docena. Los lápices blandos que un escolar de hoy en día requiere deben ser triangulares, gordotes, y costar cuatro veces más que uno normal. La situación me recuerda mucho a cuando nos vendieron un cepillo de dientes como parte del equipamiento para el nuevo bebé. Y como entonces, mi única reacción es asentir y presentar cuando requerida mi tarjeta de crédito.

Después de la fiesta los niños se llevaron un archivador con una colección de fotos y trabajos de sus años de guardería. Así los padres pueden emocionarse tranquilamente en casa con el progreso del pequeño vástago y lo joven que una misma parecía en la fiesta de Navidad de hace tres años.

En mi caso, abrí el archivador ya con las lágrimas en el rabillo del ojo. Esperaba encontrarme dos grandes épocas artísticas. La época de los transportes, que fue de los tres a los cuatro y medio, en la que el pequeño artista representaba remolques, limusinas, trenes de vapor y locomotoras eléctricas a base de círculos y óvalos cada vez más complejos. Luego, sin pasos intermedios, vino la época submarina, con folios pintados en azul y una fauna en aumento de animales y vegetales marinos. En un acto de genialidad absoluta, las obras de arte venían acompañadas de un folio adicional, con una isla de las de palmera gigante en el medio, y un ocasional submarino. Este folio se colocaría encima del anterior para darle perspectiva, resultando en un díptico que ríete  tú de los retablos románicos.

En lugar de eso me encuentro la evolución, mes a mes, de tres elementos: una casa, un árbol, y una persona. Y sí, uno ve cómo el monstruito dibuja cada vez mejor la casa, el árbol y la persona. Pero es que a mi hijo no le gusta dibujar casas, ni árboles (salvo la palmera mencionada), ni personas. Mi hijo dibuja tiburones, algas, tortugas y limusinas con todas sus ruedas. Sus dibujos de personas son una mierda, con perdón. Aquí hay que hacer un inciso para explicar que la madurez de un niño para empezar la escuela se valora, entre otras cosas, en la medida en que es capaz de dibujar el arbolito, la casa y el monigote, así que, al parecer eso es lo que practican en la guarde. A dibujar casas, árboles y señores.

Tengo que decir que ésto me ha dejado en estado de shock. Con unos pocos dibujos, mi hijo ha dinamitado una de las pocas cosas en las que todavía tenía una fe inquebrantable: La educación, sobre todo la pública, y el sistema de calificaciones. ¿Cómo es posible que se coarten los instintos creativos de mi retoño de tal manera? Si se busca una medida de la evolución del niño, que se cuente el número de especies submarinas que incluye en sus dibujos, en lugar de buscarla en los cuatro palos con los que mi hijo da por terminada con desgana absoluta la tediosa tarea de producir un ser humano en el papel. 

Así que ahora, además de emocionada, estoy acojonada. ¿Eso es lo que va a hacer el cole? ¿Contribuir a la extinción de su rica fauna imaginaria? ¿Necesitaremos clases de apoyo para que no olvide la creatividad con la que viene de serie? Por de pronto voy a buscar uno de sus bodegones marinos y colgarlo bien visible en su habitación. 

Océano con tiburón, peces y plancton. Pintura de lápiz sobre papel.

lunes, 7 de agosto de 2017

Aprender a gritar ¡fuego!

Este mundo nuestro es un sitio muy peligroso. Las paredes tienen asbestos, los desodorantes aluminio, y por si fuera poco existen los tiburones. Uno no tiene más remedio que andarse con ojo.

Esto lo saben todos los buenos padres, y por eso la clase del monstruito organiza un curso para evitar que los niños puedan caer en las garras de algún depredador sexual.
Por supuesto que el curso no se ha ofrecido con esas palabras exactas. Lo que se enseña a los niños es a confiar en sí mismos. Y más concretamente, a gritar "¡fuego!" si un extraño les molesta.

Nada en contra. De verdad. Son cosas que está muy bien saber. De hecho hemos pagado felizmente una cantidad de tres cifras por el curso. (La camiseta no la hemos comprado. Espero que no se nos considere malos padres por eso).

El curso en sí, muy profesional. La profesora empezó por explicarnos en detalle el contenido de cada uno de los módulos, todos alrededor del concepto de evitar convertirse en una víctima. Me imagino que el curso de cómo no convertirse en agresor no es tan popular y por eso no lo ofrecen. ¿Quién estaría dispuesto a pagar un número de tres cifras para que le enseñen a su angelito a no ser un delincuente sexual? Mis hijos son un amor, los pequeños psicópatas son los de los otros. Yo me pregunto si no es más fácil enseñar a los niños a no joder al prójimo que introducirles en el concepto de "reloj de sentimientos", pero claro, yo no soy la experta.

Sé que el tema, hasta cierto punto, se explica en la guardería. Que cuando un crío le mete el dedo en el ojo a otro no se espera del afectado que la próxima vez tenga mejores reflejos y lo esquive, pero si aprender que nadie tiene derecho a tocarte sin tu consentimiento merece una hora de curso, no puedo dejar de pensar que quizá merezca el mismo tiempo explicar que tú tampoco tienes derecho a tocar a nadie.

Que a lo mejor también se lo explican, oiga, pero me da la impresión de que no es para eso para lo que los padres pagan, que estamos todos muy concentrados en proteger a nuestros hijos en la misma medida de parabenes y de secuestradores. Los cachorros de violadores, ladrones, y abusones en general vienen ya crecidos de Moldavia, debe ser.

De todos modos estoy aquí discutiendo el temario del curso, preocupándome, como buena madre que intento ser, y me pregunto cuánto de lo que le han explicado se le ha quedado en la cabeza. Mi hijo es capaz de recordarme que la mariquita que vimos aquella vez en las vacaciones tenía siete puntos, es capaz de retener en la cabeza que los leones duermen veinte horas al día (papá es como un león, ¿verdad?), y que le prometimos que la próxima vez que pasáramos por esta tienda le compraríamos una orejas de Mickey Mouse, pero después de seis horas de curso, las "islas de seguridad", el no hablar a extraños, y todo el protocolo para gestionar situaciones peligrosas, cuando se pierde en la plaza del mercado lo único que se le ocurre es echar a correr en dirección opuesta a donde me encuentro. "¿Pero no te han dicho en el curso lo que hay que hacer si te pierdes?" "no lo sé" "Pues ¿qué te han enseñado?" "no lo sé", "¿no te acuerdas del curso?" "¿Qué curso?"

Al final, es mejor no preocuparse.

martes, 7 de febrero de 2017

¡Hort!

Que no se diga que no hemos aprendido nada en estos años de inmigrantes.

Como poco, algunos de nosotros en la pareja, hemos aprendido alemán. Y no sólo eso.

El próximo curso nuestro pequeño monstruito trilingüe irá al colegio. La emoción del evento y la imponente presencia del tiempo que pasa siempre demasiado rápido quedan en un segundo plano ante la más agobiante, imperiosa, y pragmática necesidad de buscar algún sitio donde la criatura pueda quedarse por la tarde (para los no nativos, un Hort).

Escribiría aquí uno o dos párrafos criticando una sociedad que presupone, o por lo menos premia, a las familias en las que uno de los miembros (adivine el lector cual) se dedica en exclusiva a la crianza, pero después de un mes de no hacer otra cosa que trabajar sin descanso, quedarme en casa a cuenta de las ventajas fiscales ya no me parece una idea tan descabellada.

Pero al grano. ¡Lo que hemos aprendido! Hace cinco años, un día como hoy, servidora hacía una búsqueda en Google maps, entraba en un edificio de oficinas repitiendo "Kindergarten!, Kindergarten! y daba comienzo a una gymkana absurda en la que visitamos guarderías veganas, juramos ser católicos de los católicos de toda la vida, y sonreímos con la sonrisa más falsa que existe ante la perspectiva de pasar los fines de semana haciendo trabajos de jardinería y vendiendo tarta casera en mercadillos organizados por algo llamado Elternverein

Cinco años más tarde, ante una situación parecida, no perdemos la cordura ni nos domina el pánico, No corremos en círculos preguntando al azar dónde venden plazas de guardería, sino que sabemos lo que tenemos que hacer, nos presentamos en la sesión informativa del centro adecuado y manejamos la situación como adultos que somos.

Sí, estamos más preparados. Sabemos cómo ser encantadores, mostrar interés por el programa educativo del centro, dejar caer que estaríamos felices de pasar una tarde plantando rábanos si hay necesidad, mencionar el nombre de alguna otra madre que tiene a sus retoños en ese sitio y se pasa el día recomendándolo, jurar que se nos da muy bien hacer marionetas (para algo mi marido es checo) y sobre todo y ante todo, estar preparado para olvidarse en un instante de lo dicho, cambiar totalmente de actitud y hablar como si uno acabara de llegar en el remolque de los plátanos en cuanto se le dice que en los centros públicos se da preferencia a los padres que tienen dificultades con el idioma. Hort! ¿aquí? Hort! Hort! Yo alemán kleine. Mi Mann, todavía más kleinen. ¿Hort?




jueves, 2 de febrero de 2017

Hallo!!!

La primera palabra inequívoca de la pequeña traductora de bolsillo: Hallo! Léase con voz de pitufo borracho de helio y agitando una manita tamaño chupa-chups.

A primera vista es una monería, pero no nos engañemos, estamos ante un mecanismo de defensa. Es un “aquí estoy, hacedme caso”. Es un “hallo! ¡Lleváis dos semanas sin darme un baño!” “Hallo! ¿No veis que mi varita mágica es la escobilla del wáter?” “Hallumm! ¡Yummy! He encontrado lo que pudiera o no ser un osito de gominola pegado al aspirador” “

Estoy segura que, si la traductora fuera el retoño número uno, no necesitaría gritar presa del pánico si nos alejamos diez centímetros mientras duerme. “¡Qué no te vamos a olvidar!” Le digo, pero las dos sabemos que es mentira, que en un número preocupante de ocasiones al cabo del día me acuerdo de repente ¡La niña! ¡¿Dónde está la niña?! Y miro alrededor con el corazón acelerado para encontrarla por fin entre mis piernas arrastrando el cable de la lámpara del salón.

Si el consumo de aceite de almendra es indicativo de la atención que se le da a un hijo, baste decir que todavía tenemos el bote del paquete de muestras que te dan al salir del hospital. De otras cremitas y ungüentos, mejor no hablamos, porque sólo le compramos un cepillo de dientes cuando vimos que robaba el del hermano, señalaba la pasta, protestaba hasta conseguirla, y con su año justo, se gestionaba ella sola su higiene dental.

La pobre… cuando pienso que el monstruito tenía el armario lleno de pijamas de algodón orgánico con orejas de osito y esta criatura se va a la cama con un pantalón de chándal cualquiera... casi entiendo esa obsesión por colgarse mis bragas sucias a modo de bufanda y pararse delante del espejo. “¡Hallooo!”. No sé qué es peor, si el hecho de que normalmente termino con el desayuno antes de lidiar con la situación, o que la gestión de la misma se limite a quitarle las bragas sucias y darle unas limpias.

miércoles, 25 de enero de 2017

Escrito con la boina puesta

Mi abuela paterna podría haber sido lo que hubiera querido (aparte de ser abuela, claro está). Además de ser lista como un coco* tenía mano para las cosas bonitas. Mi abuela hacía collages en ceniceros y petit-pois antes de que toda esa mierda se pusiera de moda, pero además era ella quién le echaba un vistazo al coche cuando se paraba y no tengo la menor duda de que de estar en el sitio correcto en el momento perfecto nos hubiera llevado a la luna (y traído de vuelta).

Sí, si mi abuela hubiera nacido unos años más tarde hubiera sido lo que hubiera querido… o no hubiera sido nada, sino que ante tantas posibilidades donde elegir hubiera vivido permanentemente insatisfecha y encima nos hubiéramos perdido sus figuritas de belén pintadas a mano y sus boinas de lana a juego con su bufanda.

La sensación de no estar cumpliendo con el propio destino me es familiar. Sobre todo, cuando Linkedin me recuerda que mis compañeros de promoción están bien en camino de dirigir el mundo mientras mi impacto global se reduce más bien a los cuatro colegas que leen mis mails. A veces me pregunto qué hubiera pasado si me hubiera dedicado sólo a escribir, y mi medio knedliky me responde que esto tiene pinta de crisis de la mediana edad.

El caso es que crisis o no, me he puesto una de las boinas que me hizo mi abuela, y me he decidido a sacar esa novela que tengo guardada en el cajón a que le dé el aire. La voy a presentar a un concurso en marzo y evidentemente no voy a ganarlo, porque hoy en día uno da una patada en el suelo y le salen tres escritores y diez madres blogueras que le ponen al tema mucha más dedicación que yo, pero no intentarlo es todavía más idiota que intentarlo. Estoy atrapada en la idiotez que supone en cualquier caso perder el tiempo escribiendo.

El propósito de escribir estas líneas en concreto es, por cierto, una propuesta hacia los lectores que quieran embarcarse conmigo en esta pérdida de tiempo. Si alguien quiere hacerme llegar su email de alguna manera, recibirá una copia de la novelita. A cambio de la posibilidad de cachondearse de mí, se espera que el lector me ayude a corregir fallos, inconsistencias, flecos sueltos y tonterías varias que se hayan colado. Uno de Marzo es la fecha límite.

Y ahora, si me disculpais, voy a salvar el mundo, one powerpoint at the time.


*Google no sabe que ser listo como un coco es ser muy listo. Igual es algo que se dice sólo en mi casa.

miércoles, 4 de enero de 2017

La familia quiere ayudar

¿Y qué tal la niña? ¿Qué tal come? ¿Duerme bien? ¿No? ¿Has probado:

-A darle cereales para cenar
-un gusiluz
-música suave
-un bañito y masaje
-no digo cereales, digo "marca de cereales checos" para cenar
-a dejarla sola en su cuna
-no digo gusiluz, digo un proyector de esos, con música y luz
-dejarla sola dos minutos, iros, volver...
-darle una cena ligera
-empapar un peluche en leche materna
-un osteópata, que conozco yo muy bueno
-el libro ese de "duérmete niño"
-un pijama más ligero
-un bibe con leche antes de dormir
-masajearle la cabecita
-sonidos de ballenas
-una hamaca
-homeopatía
-ese vídeo de internet
?

Últimamente he decidido decir que sí a todo.

- ¿En serio? ¿Has probado a desnudarte y sacrificar una cabra virgen en nombre del ángel Lucifer en un áltar de mármol de carrara? La encimera de mi madre es de mármol. Sí, así de desesperados estamos.

Yo sé que la gente sólo quiere ayudar, pero es que si algo me han enseñado casi seis años de experiencia como madre es que el mejor tratamiento para casi todos los problemas infantiles es la paciencia. Ya se les pasará. Algunos niños duermen peor que otros. El único gusiluz que haría que mi hija durmiera tendría que medir metro y medio, despedir calor corporal, y tener tetas.

Y sí, no me costaría nada probar cualquiera de las cosas en la lista y si funciona, decírselo a la persona que me lo aconsejó para hacerle sentir bien. Pero es que he visto dónde te lleva eso. Te lleva a retirar de tu dieta uno por uno todos los alimentos que existen porque tu hijo tiene una supuesta alergia alimentaria. No, querida amiga, eso es probablemente dermatitis atópica, y no hay nada que ayude de verdad, pero eres muy dueña de comprar una crema de veinte euros y disfrutar del efecto placebo.

¡Pero ayer tomó cereales y durmió superbien! Genial. Pero antes de seguir la misma lógica con todo hasta estancarnos en una rutina demencial en que hay que bañar a la niña en aceite de almendra, ponerle un pijama especial de estrellitas, darle tres cucharadas y media de cereales, cantar ocho veces la canción de los pollitos y dar una vuelta a la cuna a la pata coja, para que luego igualmente no duerma y culparnos por haber puesto el trapo empapado en leche materna en el lado incorrecto de la cama, utilicemos el método científico:

Manteniendo las variables cama, hora de acostarse y baño constantes, variamos la ingesta de cereales. En una muestra significativa de noches, digamos treinta para empezar, ¿cual parece ser la cantidad óptima de cereales? ¿Es consistente el resultado? ¿Vamos camino de confirmar la hipótesis? Si es así, enhorabuena. Por favor, comparta los detalles con otras madres, y no se olvide de registrar bien el escenario en el paper que publicará al respecto para que el experimento pueda ser replicado. Si no hay un sitio de Internet para publicar estas cosas, no merecemos llamarnos sociedad civilizada.

Si una no es de ciencias, la otra cosa que se puede hacer, pero esto es muy feo, es devolver la pelota de la forma más chusca posible.
¿Y qué tal el trabajo? ¿Y de novios? ¿Nada? ¿Has probado Tinder? ¿Un curso de cocina? ¿Un grupo de running? Conozco un homeópata muy bueno. ¿Y alguien del trabajo? Ya, trabajando en prisiones... ¿Y de delitos financieros? ¿OKCupid? Tengo un amigo que está a punto de divorciarse. Ríete si quieres, pero lo de la velita a San Antonio... Chica, no hay que ser tan exigente. Si es feo, imbécil y está arruinado, alguna virtud tendrá que tener (wink, wink). ¿Badoo? ¿Y un anuncio en el periódico? ¿Te pongo una foto en mi blog? Bueno, chica, yo sólo intento ayudar.

*Y tres días después de escribir este post sigo recibiendo ideas de la familia. Una manzanilla, un paseíto...