miércoles, 15 de noviembre de 2017

Carga mental

Diez de la mañana. Estoy en el trabajo en medio de una reunión. Llama mi medio knedliky. Me asusto un poco, porque mi queridísimo rohlik no llama normalmente para desearme una buena mañana. Tampoco llama para decir que ha llegado bien cuando va de viaje, ni para decir hola después de una semana fuera, ni para decir qué día vuelve. O sea que cuando llama me preocupo. Pero en fin, estoy en una reunión y le respondo por mensaje que me escriba por favor lo que tenga que decir. No escribe. Llama de nuevo. Tiene que ser importante. Me acuerdo de que la niña tenía un poco de fiebre y me los imagino en urgencias. Entro en uno de esos estados de pánico irracional. Contesto la llamada en un susurro "¿qué pasa? Estoy en una reunión" ¿Qué me contesta mi medio párečky? "No encuentro las llaves del coche. Tampoco las de repuesto. ¿No sabes dónde están?" ¿Es que acaso guardo yo las llaves? Nop. ¿O fui yo quién cogió el coche por última vez? Para nada. Lo que pasa es que yo soy la "encontradora" de la casa. Es un superpoder que he desarrollado con los años. Y, como suele pasar en las películas de superhéroes, más que un poder es una putada.

Recojo al monstruito trilingüe del cole. En su cartera, como de costumbre, un papelito. Que paguemos dos euros a mayores de los tres que nos dijeron ayer que pagáramos y que traigamos dos paquetes de folios con las especificaciones que se detallan. Ayer nos comunicaron que los viernes de de adviento tenemos que poner té a los niños en la botella de agua. He recibido papelitos con instrucciones para la celebración de San Martin, papelitos por si queremos ir con nuestras tijeras de jardín a trenzar ramas, y otro papel para que firmemos que hemos recibido el calendario de clases y que hemos entendido que no hay que destrozar los libros de texto. Estoy hasta el otoño de papelitos. ¿Porqué no piden el dinero que necesiten a principio de curso? ¿Por qué no intentan mandar toda la información en una sola circular? ¿Por qué no se bajan de su máquina del tiempo y nos mandan un mail? Si me vas a responder "Yo lo apunto todo en el móvil" o "es que hay gente que no tiene mail" igual te has equivocado de blog. Tiene que haber algún otro sitio donde te expliquen cómo hacer unicornios con un pepino y un huevo duro para la merienda de tus vástagos. Yo personalmente creo que alguna hija de perren en la escuela se pone cachonda cuando nos obliga a las madres trabajadoras a ir entre semana al Müller a por unas tijeras de jardín y un taco de folios. Hay gente que con tal de llamar la atención, cualquier cosa.

El lunes trabajo desde casa con la pequeña traductora de bolsillo. Voy un segundo al baño, vuelvo, y mi ordenador no se conecta a Internet. Hmmm ¿Qué habrá pasado? Resulta que alguien ha sacado la tarjeta con la que me identifico en el ordenador y long story short, me tengo que pasar la siguiente media hora buscándola por toda la casa. Sin nadie que me vaya diciendo frío-frío, caliente-caliente.

Esto viene a cuento de la idea de carga mental. Aquí lo que dice Google al respecto:

La carga de trabajo mental es un concepto que se utiliza para referirse al conjunto de tensiones inducidas en una persona por las exigencias del trabajo mental que realiza: Procesamiento de información del entorno a partir de los conocimientos previos.

Pues resulta, señoras, que las mujeres somos las que en la mayoría de los casos llevamos toda la carga mental de la casa. Las que sabemos que hay que poner una lavadora, que nos hemos quedado sin leche, que el viernes hay que llevar un pelo de oso hormiguero a la guardería, que hay que pagar a la babysitter y que ya va siendo hora de llevar al peque al dentista.

Lo malo de la carga mental es que es un trabajo que lleva tiempo, pero no funciona muy bien como argumento cuando estás discutiendo quién pone el lavavajillas. "Te toca a ti" "¿por qué?" "Porque yo soy la que sabe dónde están los pijamas de los niños". Lo malo es eso, pero no es lo peor. Lo peor es que en lugar de atender a mi reunión de trabajo estoy intentando recordar dónde pueden estar las llaves del coche, y en lugar de pensar en ese problema que tengo que solucionar, mi cerebro está intentando calcular si es viernes de adviento o todavía no.

Podría simplemente no hacer nada, claro está. Dejar que mi miláčku comparta la carga mental. La semana pasada lo probé.

Estoy trabajando tranquilamente cuando me llama mi medio knedliky:
-¿A qué hora sale el monstruito del cole?
-No tengo el horario conmigo, está en un papel en casa
-¡Ah! Es que parece que ya ha salido de clase y no lo encuentro.
-¿Me llamas al trabajo para decirme que has perdido al niño? ¿Qué quieres que haga desde aquí?
-...
-¿Te acuerdas de que hoy iba a jugar con un amigo? Llama a la madre a ver si está con ellos
-No tengo el número
-Está en el wassap de la clase
-No tengo wassap

Llamo a la madre en cuestión
-Pues es que hoy trabajo, los ha ido a recoger mi marido. Ahora le llamo

Moraleja. El día que decidas compartir la carga mental, procura coordinarte con otras madres, no sea que ellas decidan hacer lo mismo. Eso, o lo hacemos todas a la vez y cantamos mientras arde Roma.

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