lunes, 7 de agosto de 2017

Aprender a gritar ¡fuego!

Este mundo nuestro es un sitio muy peligroso. Las paredes tienen asbestos, los desodorantes aluminio, y por si fuera poco existen los tiburones. Uno no tiene más remedio que andarse con ojo.

Esto lo saben todos los buenos padres, y por eso la clase del monstruito organiza un curso para evitar que los niños puedan caer en las garras de algún depredador sexual.
Por supuesto que el curso no se ha ofrecido con esas palabras exactas. Lo que se enseña a los niños es a confiar en sí mismos. Y más concretamente, a gritar "¡fuego!" si un extraño les molesta.

Nada en contra. De verdad. Son cosas que está muy bien saber. De hecho hemos pagado felizmente una cantidad de tres cifras por el curso. (La camiseta no la hemos comprado. Espero que no se nos considere malos padres por eso).

El curso en sí, muy profesional. La profesora empezó por explicarnos en detalle el contenido de cada uno de los módulos, todos alrededor del concepto de evitar convertirse en una víctima. Me imagino que el curso de cómo no convertirse en agresor no es tan popular y por eso no lo ofrecen. ¿Quién estaría dispuesto a pagar un número de tres cifras para que le enseñen a su angelito a no ser un delincuente sexual? Mis hijos son un amor, los pequeños psicópatas son los de los otros. Yo me pregunto si no es más fácil enseñar a los niños a no joder al prójimo que introducirles en el concepto de "reloj de sentimientos", pero claro, yo no soy la experta.

Sé que el tema, hasta cierto punto, se explica en la guardería. Que cuando un crío le mete el dedo en el ojo a otro no se espera del afectado que la próxima vez tenga mejores reflejos y lo esquive, pero si aprender que nadie tiene derecho a tocarte sin tu consentimiento merece una hora de curso, no puedo dejar de pensar que quizá merezca el mismo tiempo explicar que tú tampoco tienes derecho a tocar a nadie.

Que a lo mejor también se lo explican, oiga, pero me da la impresión de que no es para eso para lo que los padres pagan, que estamos todos muy concentrados en proteger a nuestros hijos en la misma medida de parabenes y de secuestradores. Los cachorros de violadores, ladrones, y abusones en general vienen ya crecidos de Moldavia, debe ser.

De todos modos estoy aquí discutiendo el temario del curso, preocupándome, como buena madre que intento ser, y me pregunto cuánto de lo que le han explicado se le ha quedado en la cabeza. Mi hijo es capaz de recordarme que la mariquita que vimos aquella vez en las vacaciones tenía siete puntos, es capaz de retener en la cabeza que los leones duermen veinte horas al día (papá es como un león, ¿verdad?), y que le prometimos que la próxima vez que pasáramos por esta tienda le compraríamos una orejas de Mickey Mouse, pero después de seis horas de curso, las "islas de seguridad", el no hablar a extraños, y todo el protocolo para gestionar situaciones peligrosas, cuando se pierde en la plaza del mercado lo único que se le ocurre es echar a correr en dirección opuesta a donde me encuentro. "¿Pero no te han dicho en el curso lo que hay que hacer si te pierdes?" "no lo sé" "Pues ¿qué te han enseñado?" "no lo sé", "¿no te acuerdas del curso?" "¿Qué curso?"

Al final, es mejor no preocuparse.

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