domingo, 8 de marzo de 2015

Madres que se quedan en casa

Este día de la mujer trabajadora me estoy acordando de las que deciden quedarse en casa, que en Baviera son unas cuantas. Cuando digo que me acuerdo no es para repetir lo abnegadas que son, ni siquiera para insistir en que están haciendo un trabajo no remunerado sin días de descanso por el que no tienen derecho a pensión, lo cual es claramente injusto. Cuando hablo con ellas, no valoro el sacrificio que hacen, ni me pregunto si sus hijos en el futuro van a ser más equilibrados, sanos y felices que los míos. Yo cuando hablo con muchas de ellas, sólo puedo pensar en lo que nos estamos perdiendo.

He conocido mujeres con dos carreras y tres idiomas que dedican el día a elaborar pasteles que sólo se pueden describir como un tributo a Miguel Ángel en foundant, a investigar cual es el ungüento que le va mejor al sarpullido de su hijo y confeccionarlo de la nada, o a asegurarse de que las finanzas, la organización y los objetivos de su Kindergarten, parroquia o asociación cultural están en orden. Y es que el talento, cuando no encuentra otro sitio por donde salir, se escapa incluso por el fregadero en forma de fontanería aplicada.

Yo cuando conozco a una de estas mujeres que prepara los menús de la semana en una excel, se cose su propia ropa, tiene las sábanas planchadas y los cristales limpios, nunca lleva las raíces negras, y además jamás se le escapa una palabrota, no me da envidia. Me dan ganas de pedirle que montemos una start-up en un ratito de esos muertos que le quedan por ahí.

Yo recolectaría toda esa energía que les queda a estas madres después de planchar lo imprescindible, justo antes de ese momento en que deciden ponerse con la ropa interior y las toallas. Antes de que el talento se les escape en hacer el mal, justo cuando están pensando en alargar la reunión de padres de la guardería otros veinte minutos para discutir si hay lavarles los dientes a los niños a partir del año y medio o los dos, cuando se les ocurre que además de la tarta de cumpleaños de medio metro en forma de castillo de la Barbie se podrían hacer unas magdalenas de unicornio a juego.

Si fuera una persona emprendedora, que no lo soy, les ofrecería a estas mujeres emplear sus superpoderes para el bien. Les diría, mira, yo creo que a tu hijo no le va a crear un trauma llevar una bufanda de compra, tu familia no va a morir con las arterias colapsadas si un día a la semana se cena pizza en tu casa, aunque parezca increíble, tu pareja es bien capaz de poner una lavadora. Haz algo por ti, y no me refiero a salir un día al mes con las otras madres a debatir si comprar Bio es imprescindible cuando una opta por la crianza natural. Compra una llave, y esto no es una metáfora. Enciérrate en tu cuarto, y dedícate a lo que mejor sabes hacer para el beneficio de todos, porque la industria, el arte, la ciencia, no se puede permitir seguir sin ti.

Te aseguro que tu familia sobrevivirá.





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