miércoles, 11 de febrero de 2015

Schweineuhr

Cuando un tienes en casa un pequeño monstruo trilingüe sabes que algún día llegará ese momento en el que el crío te corrija, se ría de ti, o tenga que hacerte de traductor (a ver, listos, ¿cómo se dice congrio en alemán?). Bien. Ese momento ha llegado.

Ya hace tiempo que la criatura se mofa cuando alguien le lee cuentos en un idioma que no es el suyo, pero así como para dentro, sin resultar terriblemente insultante. Es una mejora sobre esa época en la que le daba por gritar “¡No, mamá! ¡No!” como si amenazara con perforarle el tímpano si se me ocurría tocar la cubierta de un libro en checo.

Que un mocoso que no te llega a la altura de las rodillas te corrija el acento es insultante, pero en lugar de ofenderse, uno puede de momento tomarle el pelo. Como estas Navidades, cantando villancicos:
-O Tannenbaum, o Tannenbaum, wie grun sind deine Blätter!
-Grün, mamá, grüüüün
-Pues eso digo, wie gruuuun sind…
-No, mamá, grüüün!
-gruuuuuuuun
Me lo merezco, por hacerle exactamente lo mismo en repetidas ocasiones a mi media naranja.

Es que no hay que tomarse estas cosas a la tremenda, porque lo cierto es que hay motivo de cachondeo. Hoy por ejemplo me acabo de enterar de que llevo meses pidiendo en la panadería un reloj de cerdo (Schweineuhr) en lugar de una oreja de cerdo (Schweineohr, palmera de chocolate). ¡Qué ganas de que me oiga el pequeño bávaro y se muera de risa!

Al final sólo significa que ha llegado el momento de abrazar al inmigrante que todos llevamos dentro, soltarse la melena española, y avergonzar a tu hijo como sólo una madre puede hacer.
-Er möchte… er will das… der… das… a ver, niño, dile a la seño lo que querías
-Die Mütze
-Eso, ¡die Mutze!
-No, mamá, die Müüüü... aaaargggg, vámonos

No hay comentarios:

Publicar un comentario