lunes, 14 de septiembre de 2015

Mi príncipe azul

Me considero una persona afortunada. No por nacer en la parte correcta del mundo, eso no es garantía de nada. Se puede vivir aquí y ser terriblemente desgraciado. Me siento afortunada porque por muchos errores que haya podido cometer en los más variados aspectos de mi vida (baste indicar que mi trabajo implica mayormente hacer powerpoints), hay una cosa de la que llevo estando segura más de una década, y esa es que cuando elegí con quien compartir esta vida imperfecta, escogí al candidato ideal.

No es que sea el príncipe azul que yo soñé. Es que el príncipe azul que yo tenía en mente es un pedante y un cursi y hubiéramos durado juntos dos primaveras. Sí, mi príncipe soñado te compra flores de vez en cuanto, te susurra cosas bonitas al oído, y te hace una declaración de amor cuando estás viendo la puesta de sol en el Taj Mahal. Sin llegar a tanto, sí me gustaría, claro está, que mi media naranja tuviera un detalle conmigo de vez en cuando, que nuestra lista de sms intercambiados, por ejemplo, fuera algo más romántico que "a qué hora llegas" "voy de camino" "compra leche" en bucle. Pero me conformo con ese "Miluju te" que llega de ciento en viento y sabe a gloria.

No es el principe que quería, pero es el príncipe que necesitaba. El que, confrontado con mi locura mantiene la calma, el que escucha mayormente mientras yo hablo sin parar, el que está siempre de acuerdo en todo lo que yo quiera hacer (pero trata de que él haga lo que tú quieres y entenderás lo que es darte de bruces con una pared de hormigón), el que no te abre la puerta, pero te lleva la mochila durante ese trekking infernal y no te juzga si dentro van las planchas para el pelo. (Cierto, de todos modos no creo que sepa para qué sirven). Es también el que me arrastra para empezar a ese trekking infernal, me empuja desde lo alto de una cuesta con patines, o, despreciando mi terror por las alturas, me pone un arnés y me deja sin más opción que escalar una pared vertical. Por mucho que le grite y amenace, si no fuera por él, nunca habría descubierto el paisaje increíble de los Alpes en invierno y el placer de deslizarse sobre la nieve. Nunca se me ocurrió que el príncipe azul pudiera tener ese tipo de utilidad.

Se dice que es imposible mantener una relación de pareja con quién no se admira. Yo le admiro. Le interesa el cine y la literatura, pero no siente la imperiosa necesidad de sacar a pasear a Proust. Es deportista, pero por el placer del deporte en sí. Quiero decir, que para él es mil veces más atractiva una montaña que una sala de máquinas, y para mí es mil veces más atractivo el hombre que va de vez en cuando a los Alpes que el que va todos los días al gimnasio. Ha decidido aprender a tocar la guitarra, y lo está haciendo cuando nadie (yo la primera) hubiera apostado por el éxito de tal empresa. No admitiré que es más inteligente que yo, pero el hecho es que me suele ganar en juegos de lógica. Y sí, se acuesta a las dos de la mañana para jugar al Celtic Heroes, pero ¿qué clase de persona odiosa sería si no tuviera una debilidad?

Mi media naranja no sólo es una reserva de material genético de calidad y diverso al mío propio, sino que además una vez dicho material ha sido recombinado en forma de niño trilingüe, es un padre, no vamos a decir ejemplar, pero digamos que no me preocupa que nuestro pequeño monstruo crezca teniéndole a él como modelo. Le empuja desde lo alto de una cuesta con la bicicleta, le lleva a escalar, le enseña a ponerse los esquíes y juegan a salpicarse en las fuentes. Y Dani está encantado. Pero además puedo decir que es una buena persona. Su sentido de la moralidad es ligeramente autista, por supuesto, algo así como "no me ofendo, no ofendo". Pero eso ha resultado ser una máxima bastante razonable para la mayor parte de las problemáticas de carácter ético del día a día.

Sí, le doy las gracias al universo porque una persona como él se cruzó conmigo en el momento justo. Sólo, querido universo, sí que hay un detallito. Una tontería. Una minucia. ¿Sería posible que dejara de encontrarme los calcetines sucios de mi príncipe azul cada mañana en el sofá del salón?

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