martes, 19 de enero de 2016

Problemillas trilingües

Criar a un niño trilingüe es una experiencia divertidísima. Un día el pequeño te deleita con el clásico "en casa podemos guardar más juguetes porque tenemos más cojones" otro día experimentas el lost in translation de tu marido en la guardería "¿Te han castigado por hacer Quatsch? ¿Estabas imitando a un pato, quatsch, quatsch?" y en cualquier momento el crío se pone a hablar como un turista borracho "Faster, faster! Wir machen fiesta. Vamos, Wagen!!!"

Pero es que además resulta muy apañado para poder dejarle en guarderías de media Europa. "Sísí, su lengua madre es el "alemán/inglés/español". No van a tener ningún problema" Da igual que sea un jardín de nieve en los Alpes, la guardería del festival de cine de Karlovy Vary, o el Ikea de Valladolid. Antes de acabar la frase, mi pequeño terremoto trilingüe está comenzando el protocolo para averiguar qué hablan los críos en ese sitio. "Hola, jak se jmenujes? Kann ich spielen?" 

Y es que hasta ahora sólo hemos vivido la parte bonita del asunto. Cuando algún amigo malayo me decía que me envidiaba por haber crecido con una sola lengua no podía entender qué desventaja podía tener el venir al mundo con un Thesaurus bajo el brazo. Creo que he empezado a darme cuenta estas Navidades.

Para empezar nos han dicho en la guardería que Daniel tiene problemas con la erre alemana de Bruno y de Reis. También tiene problemas con la erre española de perro, distinta de las anteriores, aunque curiosamente pronuncia perfectamente la "ř" checa. O sea, que a lo mejor necesitamos dos o tres logopedas para solucionar este asunto. Mucho subvencionarnos la Erasmus, pero ahora nos toca a nosotros costear las consecuencias.

Y lo de las erres no tendría tanta importancia si no fuera porque además los niños de su edad dominan el español mucho mejor que él. Mi hijo dice "con los azules Kissen jugar quiero, pero", y por primera vez unos pequeños hijos de Hündin le han dicho que no querían jugar con él porque habla raro. Para mí fue como si me estrujaran las vísceras. Yo ya sé que no puedo ahorrarle a mi chiquitín estas cosas, pero mi niño es una criatura inocente, alegre y adorable, y mi instinto de mamífera me empuja a mantenerle a salvo de todo lo malo, aunque para ello tenga que explicar a niños de cuatro años qué significa ser un garrulo xenófobo. Por supuesto que no lo hice. La explicación es difícil cuando el concepto de lengua y de país aún no está claro. Sólo ahora Dani empieza a decir que alguien habla checo cuando antes decía que "habla como papá".

No somos tan inocentes como para no esperar pequeños problemillas con esta mezcolanza lingüística. Pero de algún modo pensé que vendrían cuando nuestro pequeño tuviera las herramientas para afrontarlos. Creo que de momento ni siquiera yo tengo las herramientas para afrontarlos. Hoy Daniel ha dicho que él es alemán, que Alemania es donde los niños hablan como él. Y me ha dejado muda. Le ha salido tan natural, que lo único que puedo pensar es que ahora que el concepto de país está más o menos claro, a ver cómo le explicamos el concepto de pasaporte.

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