jueves, 31 de diciembre de 2015

Full Christmas experience

Las Navidades, para las familias multi-culti como la mía, son una magnífica oportunidad para el estudio antropológico. Una impepinable peregrinación de un país a otro, en la que cada casa te ofrece lo mejor y sobre todo lo peor de las costumbres locales.

Y es que cuando uno vive fuera mucho tiempo se vuelve demasiado tolerante, casi gris de moderado y conformista, y esto pasa tanto en política como en las pequeñas cosas de la vida. ¿El tema de los refugiados? ¿No somos todos inmigrantes, acaso? ¿Los catalanes? La verdad, que hagan lo que quieran. ¿Tu hermana vota PP? Bueno, por lo menos no se dedica a matar ballenas ¿Carpa para Nochebuena? A mi me da igual tomar salmón. ¿No tenemos turrón? No, lo cierto es que por ahí no paso. Turrón hay que comprar.

Así que recordando desde el cariño el pollo que se montó en casa de mi centroeuropeo cuando a su madre se le ocurrió cambiar la receta de la ensaladilla rusa, las caras de asco de una familia checa ante un plato de gambas al ajillo, y al marido de mi tía compartiendo sus educadas impresiones sobre la Merkel, los moros, y otros temas de actualidad, decidimos por una vez montar la Navidad en casita. Invitamos a todo el que quisiera unírsenos, pero al final nadie aceptó.

Daba igual. Ya somos una familia. Nos hacía mucha ilusión cocinar lo que quisiéramos, hablar el idioma que nos diera la gana y en general pasar una noche de paz sin tener que oír cincuenta veces lo delgado que está el pequeño monstruo, desenvolver bonitos ejemplos de juguete bélico y sexista, y sin que nadie nos haga ver lo rara que es, y lo equivocada que está la gente en cualquier otro sitio del mundo.

Y sí, como probablemente estás pensando, no teníamos ni puta idea de qué es la Navidad. Aunque estábamos a punto de descubrirlo.

Hicimos una compra navideña como es debido, es decir, nos gastamos un ojo de la cara. Dos kilos de langostinos, pescado, filetes, melón, aguacates, turrón.. y útiles que de algún modo siempre están en casa de las abuelas y nunca pensamos necesitar como bandejas para dulces, manteles, copas de champán y varios platos del mismo color.

Nos pasamos un día entero cocinando con la ayuda de las abuelas vía wassap y skype. Bueno, más que nada con ayuda de la sección checa. Mi madre era más "hija, haz melón con jamón, no te compliques. Mira, te paso la receta". Y lo cierto es que el menú español no era de una complicación apabullante. Quizá por eso Martin me pidió que cocinara también unas lentejas.

-Es que en Chequia el día 24 se pone sopa para comer
-¿Lentejas?
-No, pero como no sabes hacer otra sopa...

Pelamos nueces, cortamos castañas, rallamos otras veinte cosas para la "super-especial-receta-familiar-imprescindible" ensaladilla rusa, y corrimos al súper varias veces por pan y otros ingredientes olvidados. Querida amiga que eres anfitriona por primera vez, que sepas que cinco aguacates son muchísimos aguacates. Y cuatro granadas son suficientes para un pequeño ejército.

En fin, que cocinamos para tres o cuatro familias, y todo lo que nuestra descendencia comió fueron tres langostinos marinados con chilli, genjibre, ajo y mejorana, que a continuación vomitó sobré el mantel navideño y los platos comprados especialmente para la ocasión.

La comida en sí no fue precisamente un éxito culinario. Los aguacates rellenos sólo sabían a cebolla, la ensaladilla rusa estaba seca, la receta de Jamie Oliver para los langostinos no tiene sentido (un poquito de ajo y sal y están rebuenos), y las lentejas no las probamos. Pero nadie dijo nada. Entre otras cosas porque no había nadie. No hubo drama de ningún tipo. Los dos estuvimos de acuerdo en que el vino y el postre estaban estupendos. Sí, somos gente de vino y postre, o sea, mucho mejor como invitados que como anfitriones.

Después de la cena vino Jezisek. De todos los regalos, el niño sólo sacó de la caja los trenes. Las otras veinte cosas también se las podía haber ahorrado Jezisek. Después de oír el análisis de Daniel "que él se ha debido portar muy bien y nosotros muy mal, porque a él le han traído muchas cosas y a nosotros nada", a las diez de la noche conectamos con España vía Skype. Para entonces mi media naranja ya dormía exhausto en el sofá, así que después de ver comer a mi familia me puse a recoger la cocina, de puro aburrimiento.

En fin, lo que quiero decir es que quién organice este evento el año que viene se ha ganado el derecho de comentar su punto de vista sobre los moros, criticar el turrón y regalarle a mi hija una plancha de juguete. Lo cierto es que hasta lo echamos de menos.

2 comentarios:

  1. Jajaja casi me da envidia tu relato de la Nochebuena! Y para el fin de año tenéis el mismo plan? Yo me estoy alemanizando en ese sentido: raclette para cenar y listo! Feliz año!

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  2. Hola chica, desde el día 26 llevamos vegetando la progenie y yo en el sofá de mi madre. Es genial. Así que la cena de Nochevieja no me acuerdo ni de lo que era, pero sé que venía ya puesta en la mesa. No hay nada mejor que eso

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