jueves, 3 de marzo de 2016

Calcetines sucios

A veces me parece que no hago más que escribir sobre calcetines sucios en este blog. Es un tema recurrente, eso es cierto, porque es un tema recurrente en mi matrimonio. Que todo siga así, toco madera, y el tema recurrente no pase a ser "tienes un problema con el alcohol", "tú y tus prostitutas" o "no me viene bien el horario de visitas en la cárcel" (sobre esto más en próximas entregas).

Me consta que "mi marido es un cerdo" es un tema recurrente en las parejas parecidas a la mía, o sea, en las que no tienen serios problemas, pero tampoco pueden permitirse las habitaciones extra para Braulio, el mayordomo y Frida, la simpática niñera bávara.

En mi mente, este tema es la razón de incontables análisis lógicos. ¿Porqué un hombre, por lo demás buen padre y buena persona, se arriesga tontamente a ser sofocado durante la noche con un calcetín maloliente sacado de debajo del sofá? Normalmente yo empiezo a hablar del tema con calma, estoy verdaderamente interesada en entender qué tara genética le impide a uno distinguir si los platos del lavavajillas están sucios o limpios y porqué un ingeniero no es capaz de acertar con el programa de la lavadora. A veces empiezo un experimento para averiguar el número total de días que le lleva a este homo sapiens darse cuenta de que hay una pera podrida en el fondo del frutero o las bolsas de basura que puedo llenar hasta que se decida a sacarlas, pero todas estas cosas acaban siempre de la misma manera: conmigo gritando y con él diciendo que no entiende mi cabreo, si la semana pasada sin ir más lejos sacó por lo menos diez bolsas de basura. Me gustaría ir a terapia de parejas e indagar con calma, pero aquí en Bavaria, ya le veo al sicólogo dándole la razón a él y a mí necesitando un abogado criminalista.

Se me ha pasado por la cabeza que simplemente haga las tareas mal a propósito y en ocasiones se le vaya de las manos. Como cuando vistió a la niña con una sudadera y unos leotardos (y ya), como cuando antes de irnos a España le pedí que vaciara el frigo (cuando llegamos olía a podrido desde la escalera), y la última, cuando el mayor se cagó por todo el baño y lo limpió con papel higiénico, así un poco por encima, como si se le hubiese caído el rocío de unos pétalos de rosa de camino al dormitorio. Cuando entré con la fregona y el detergente, a limpiar mierda de la taza, el suelo, y hasta la bañera me dijo que por lo menos podría decirle "good job" y que había metido la ropa en la lavadora, que la dejaba así por si quería meter algo más. ¿Mis pañuelos de seda, perhaps? Y sobre todo ¿good job? En el caso que nos ocupa no te digo que "me cago en tus muertos" porque lo último que necesito es pensar en más cacas.

He probado a ejercitar pequeñas venganzas, como dejar de lavar su ropa o más recientemente meterle los calcetines que encuentro en el bolsillo del abrigo, pero he subestimado su tolerancia a la falta de higiene, y sobreestimado mi tolerancia a pasar sobre una pila de calzoncillos sucios para entrar al dormitorio. De los calcetines en el abrigo no he oído nada y sospecho que o bien no los ha encontrado, o bien le ha parecido algo natural y lógico.

En fin, que me parecía un tema sin solución hasta que mi maridito me ha hecho entender que el problema es que no estoy enfocando correctamente las cosas. Esto ha sido después de la última bronca, desencadenada porque está curando su resfriado en la mecedora con su té y su ordenador y yo estoy sin dormir, con la niña colgando, una teta fuera la mitad del tiempo y recogiendo cosas que llevan una semana en el suelo, desde que mi marido las dejó allí y yo decidí dejarlas donde estaban para probar la hipótesis de que la retina de mi medio knedliky no ha encontrado una ventaja evolutiva en distinguir objetos pequeños sobre un suelo de parquet y son invisibles para él. La bronca se ha desarrollado en la dirección habitual "estoy harta de que no pongas de tu parte" "siempre encuentras algo para cabrearte" "siempre HAY algo cabreante" "ayer sin ir más lejos bajé la basura" "te dejaste la mitad" "hice dos viajes" "si la tiraras más a menudo no te harían falta tantos viajes" "Además estoy enfermo" "cuando dejaste estos calcetines aquí no lo estabas" Lo típico. 

El caso es que después de una pausa me dice "el problema no es que yo me deje los calcetines tirados, el problema es que no te gusta nada limpiar" ¡Claro que sí! ¡Eso es pensar out of the box! No le falta razón. Si a mi me gustara limpiar no tendríamos problema alguno. He sacado un termómetro de estos que se ponen en la frente. 37 grados. No está delirando, no.

3 comentarios:

  1. Dioooos qué personaje! Será cosa de ingenieros? Un amigo cuando se quedó un mes sólo son novia se tiró un mes sin cambiar las sábanas...
    El mío es de lenguas y por eso es incluso más maniático que yo para algunas cosas de limpieza. Y subrayó "algunas", porque 5 conjuntos de ropa en la silla de toda la semana pasan totalmente desapercibidos hasta que va una servidora y pregunta " oye cariño esto es para lavar o para guardar?". Y ahí ya se pone a recoger. Quizás la solución no es esperar a que se den cuenta sino ir detrás diciendo "puedes recoger esto? Puedes quitar lo otro? Etc"
    Ánimo mujer! Por cierto un placer haberos conocido en persona a tí y a la pequeñaja que iba de lo más glamouroso posible!

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    1. Gracias, a mi también me gustó conoceros. Tienes un niño muy guapo. Lo del glamour, es que cuando salimos a interaccionar con gente nos volvemos locas. Yo me pinto y todo.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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