lunes, 24 de junio de 2013

Amar es no inmutarse

Lunes, ocho de la mañana. Estoy de camino a Praga y medio dormida cuando Martin me llama. "Nata, ¿recuerdas que te dije que tenía una reunión en Munich hoy? Bueno, pues no es hoy. Pero ya estoy en Munich, entonces... ¿tiene sentido que vuelva?" "No, no pasa nada, nos vemos mañana. Besos. Love ya!"

Martes, cuatro de la tarde. Hace una hora que Martin y Daniel tenían que haber llegado del médico. Llamo. "Te has olvidado ¿verdad? Bueno, ya voy a recogerle a la guarde. No, no pasa nada. Love ya!"

Lunes siguiente, ocho de la mañana. Estoy nuevamente de camino a Praga y medio dormida "Nata, creo que me he dejado las llaves de casa en Darmstadt. Vienes hoy, ¿no?" "Sí amor. No pasa nada. Love ya!"

Martes. "Nata, me olvidé de dar en el registro los papeles de la boda". Miércoles "Nata, la finanzamt me pide unas cartas que me mandaron, no leí y no encuentro ¿sabes dónde están?". Jueves "Nata, ¿era hoy la excursión al zoo de la guarde?". Viernes, "Nata, ¿cuál es mi cepillo de dientes?"

Martin es una persona despistada. Es normal en él ir al aeropuerto para descubrir que su avión sale al día siguiente (y llamar después a su novia para decirle que va a tener que esperarle en algún hotel de Nueva Dehli). Una vez tuvimos que sobornar a un soldado para conseguir una plaza en un tren de San Petersburgo a Moscú porque Martin se equivocó al leer la hora del billete. En otra ocasión nos recorrimos todos los albergues de Cuzco buscando unas botas de montaña olvidadas.

Las llaves, las gafas de sol y los tickets de aparcamiento parecen huir de mi marido, así como las responsabilidades mundanas. "Martin, acuérdate de sacar la ropa de la lavadora". Nah. Ni lo intentes. No va a suceder.

Solía molestarme por este tipo de cosas. Nai, ya no. ¡Qué desperdicio de energía! He aprendido a valorar la creatividad de mi media naranja para afrontar este tipo de situaciones. Me he relajado. ¿Perdemos un tren? Ya pasará otro. ¿Martin se ha vuelto a olvidar el bañador? Ya estamos acostumbrados a verle en calzoncillos. ¿Nos hemos olvidado el cochecito en la calle? Por lo menos no nos hemos dejado dentro al niño.

Una adolescencia moqueando con Ghost y Love Story y ahora me doy cuenta de que en realidad el amor, por lo menos el del día a día no requiere heroicidad alguna. Amar es escuchar que tu marido se ha olvidado el pasaporte de tu hijo en una cafetería de camino a Leipzig y no inmutarte.

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