Con los años y los hijos nos hemos vuelto personas más o menos serias. Hay que reconocer que no reaccionaríamos de la misma manera que antaño si un tipo borracho vestido de Elvis llamara a la puerta de casa a las cuatro de la mañana, y son escasas las fiestas en las que la gente se cuela por tu ventana para meterse mano con un Erasmus sueco en el cuarto de la lavadora. Sospecho que nuestro círculo social declinaría la invitación para una toga-party y si Martin se queda dormido en la alfombra del salón ya no es porque no esté en condiciones de trepar a la litera. Amanecer con cortes en el culo por una sauna que acaba en el hielo, despertarse con orejas de conejo en la cabeza, jugar un "yo nunca he...", auto-invitarse a una boda polaca, preparar "sangría" con vodka y patatas, hablar durante horas del tamaño y forma de un pene... son esas cosillas que una echa de menos de vez en cuando.
Por eso se agradecen tanto tardes como la del tuppersex. Un tuppersex español además. La nacionalidad se reconoce porque la gente se pasa el vibrador con una mano y el platillo de croquetas con la otra.
Queridas amigas interesadas, os cuento cómo funciona esto. La compañía te manda un "hada" (sí, sí, un hada) con la maleta llena de cremas y juguetitos. Lo de las cremas es importante. La mayoría de la gente no acude al tuppersex con la idea de comprarse una réplica en silicona del miembro de Nacho Vidal por doscientos euros, más bien con un billete de veinte preparado para una crema de masajes que puedes adquirir por cinco en tu droguería de confianza. ¿Qué inversion sería más acertada? Ahí no me meto. Como dijo una de las señoritas, "hombre, llega una edad en que sabes que ésto (sujetando un dildo de 30 centímetros) es lo que hay".
Hablando de réplicas de penes célebres, pronto fue evidente que algo así no iba a salir de la maleta del hada. Parece ser que son tendencia los vibradores en tonos pastel con caras sonrientes y cuerpecillo de animal. Despues de dejarnos la lengua insensibilizada chupando aceites comestibles, y los bajos hipersensibilizados por la cremita picante para el clítoris que el hada dejó en el baño, fueron presentados "la oruga que nunca se queda satisfecha" (creo que era una sola palabra en alemán) y sus amiguitos: un topo sonriente sujetando una flor, un angelito, un delfín, un conejito que se te cuelga de los pezones... una de las señoritas no dejaba de repetir "a mí no me gusta que mis juguetes me miren". Yo personalmente no podría comprarme el topo. Me recuerda demasiado a los dibujos favoritos de mi hijo http://www.youtube.com/watch?v=iAL4ZGhV9XI. De hecho, como muchas madres puntualizaron, la oruga y todos sus colegas no desentonarían en el cajón de juguetes de los niños.
El funcionamiento del tuppersex es simple. El hada germana sostiene un aparato en la mano con la misma gracia que levantarías las bragas sucias que han caído en tu terraza y empieza a describir sus bondades. Digo empieza, porque es invariablemente interrumpida por alguna señorita con la boca llena de tortilla e ideas mucho mejores sobre qué hacer con el chisme. ¿Dónde se puede pegar un dildo con ventosa? Pregunten a una madre española en Nuremberg.
Hablando de madres, desgraciadamente un tuppersex en casa de una madre acaba a eso de las ocho cuando su marido y su hijo vuelven de cenar. ¿Los kleenex se pueden tocar? Fue el único comentario del sufrido cónyuge.
Y en esto básicamente consiste el evento. Un par de semanas después llega el paquete a casa de la organizadora, un metro por cincuenta centímetros de vibradores y gominolas con forma de pene, y los niños preguntan si el paquete es un regalo para ellos y se comen las gominolas y mamá busca en una estantería lo suficientemente alta y discreta un hogar para su nuevo amigo y escribe un post, que será borrado antes de que su hijo se enteré de que cuando tenía dos años le pillamos jugando con las bolas chinas de mamá.
Por eso se agradecen tanto tardes como la del tuppersex. Un tuppersex español además. La nacionalidad se reconoce porque la gente se pasa el vibrador con una mano y el platillo de croquetas con la otra.
Queridas amigas interesadas, os cuento cómo funciona esto. La compañía te manda un "hada" (sí, sí, un hada) con la maleta llena de cremas y juguetitos. Lo de las cremas es importante. La mayoría de la gente no acude al tuppersex con la idea de comprarse una réplica en silicona del miembro de Nacho Vidal por doscientos euros, más bien con un billete de veinte preparado para una crema de masajes que puedes adquirir por cinco en tu droguería de confianza. ¿Qué inversion sería más acertada? Ahí no me meto. Como dijo una de las señoritas, "hombre, llega una edad en que sabes que ésto (sujetando un dildo de 30 centímetros) es lo que hay".
Hablando de réplicas de penes célebres, pronto fue evidente que algo así no iba a salir de la maleta del hada. Parece ser que son tendencia los vibradores en tonos pastel con caras sonrientes y cuerpecillo de animal. Despues de dejarnos la lengua insensibilizada chupando aceites comestibles, y los bajos hipersensibilizados por la cremita picante para el clítoris que el hada dejó en el baño, fueron presentados "la oruga que nunca se queda satisfecha" (creo que era una sola palabra en alemán) y sus amiguitos: un topo sonriente sujetando una flor, un angelito, un delfín, un conejito que se te cuelga de los pezones... una de las señoritas no dejaba de repetir "a mí no me gusta que mis juguetes me miren". Yo personalmente no podría comprarme el topo. Me recuerda demasiado a los dibujos favoritos de mi hijo http://www.youtube.com/watch?v=iAL4ZGhV9XI. De hecho, como muchas madres puntualizaron, la oruga y todos sus colegas no desentonarían en el cajón de juguetes de los niños.
El funcionamiento del tuppersex es simple. El hada germana sostiene un aparato en la mano con la misma gracia que levantarías las bragas sucias que han caído en tu terraza y empieza a describir sus bondades. Digo empieza, porque es invariablemente interrumpida por alguna señorita con la boca llena de tortilla e ideas mucho mejores sobre qué hacer con el chisme. ¿Dónde se puede pegar un dildo con ventosa? Pregunten a una madre española en Nuremberg.
Hablando de madres, desgraciadamente un tuppersex en casa de una madre acaba a eso de las ocho cuando su marido y su hijo vuelven de cenar. ¿Los kleenex se pueden tocar? Fue el único comentario del sufrido cónyuge.
Y en esto básicamente consiste el evento. Un par de semanas después llega el paquete a casa de la organizadora, un metro por cincuenta centímetros de vibradores y gominolas con forma de pene, y los niños preguntan si el paquete es un regalo para ellos y se comen las gominolas y mamá busca en una estantería lo suficientemente alta y discreta un hogar para su nuevo amigo y escribe un post, que será borrado antes de que su hijo se enteré de que cuando tenía dos años le pillamos jugando con las bolas chinas de mamá.
Pues a mi lo de la toga-party me parece una buena idea, a ver si te animas a organizar alguna :-p
ResponderEliminarY la sangría de vodka con patatas no era tan terrible y hasta tenía su sentido (todo el sentido que se puede encontrar a algo a las 5am después de muchos cubos de sangría convencional).
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