jueves, 18 de julio de 2013

Congelaciones y relaciones

Una amiga de Madrid se va a congelar los óvulos. La información es tan jugosa que me he bloqueado completamente y he tardado semanas en escribir este post.

Para empezar, la protagonista de esta historia tiene treinta y tres lereles, como yo, y es ginecóloga. O sea, que sabe lo que se hace. Si mi “Finanzberater” sacara todos sus ahorros del banco para meterlos debajo del colchón, lo que es yo, me preocuparía.

Y si aceptamos que la chica sabe lo que se hace, entonces es que hemos llegado a esa edad en la que tiene sentido congelarse los óvulos. ¡Y una que pensaba que lo más dramático de hacerse mayor eran las arrugas! A partir de los treinta, la calidad de los óvulos comienza a decaer y dicha ginecóloga ve a diario parejas a las que les cuesta horrores tener un hijo. Parece mentira, ¿verdad? Cuando para dejarnos embarazadas a otras, basta con una noche tonta y un par de tequilas.

Pero amiga, antes de correr a tu centro de salud más cercano, que sepas que la cosa anda carilla y no la cubre la seguridad social. Vamos, que una vez que te decides a hacer la inversión conviene tener un plan de negocio que incluya Match.com o banco de esperma de confianza.

Bromas aparte, y aunque me parece genial tener un plan de contingencia en la nevera, por algún motivo la cosa me pone un pelín triste. ¿Es necesario todo esto? Si una se congela los óvulos es que quiere ser madre, y si una lo quiere, ¿no son los treinta y tres un buen momento? A mi me da la impresión de que algo no cuadra cuando gastarse miles de euros para retrasar el reloj biológico suena más razonable para un buen número de mis amigas que buscarse un chico majete con genes de buena familia.

Las que siguen en el mercado me hablan de sus penas para encontrar un candidato, más que de acabar ese máster en administración de empresas, así que extrapolando como un periodista irresponsable veo que el problema no está en tiempo para crecer profesionalmente, sino en el emparejarse. Y cuando hablamos de parejas, no puedo evitar mencionar que entre mi muestra de amigas solteras hace años que no aparece un tipo al que se le pueda llamar novio. Todo son amistades con derecho a roce (que duran años) y rolletes con el que irse de vacaciones a casas rurales y ver la tele juntos como un matrimonio de toda la vida. Nada parecido a una relación ¡no por dios!

Tener una relación no se estila, pero en cambio nos planteamos congelarnos los óvulos. ¿Nos da más miedo compartir el armario del cuarto de baño a que nos pinchen los ovarios con una aguja de las gordas? Por mucho que les cabree a mis amigas solteras, me temo que la respuesta es sí. O eso, o en realidad lo que quieren es seguir pasándolo pirata hasta bien entrada la cuarentena, lo que me parecería muy bien y les recomendaría que lo dijeran honestamente en lugar de quejarse de que no quedan hombres. No seré yo quien diga que son unas perdidas. Ya lo dirán sus respectivas madres.

Y hablando de madres, las madres y padres indios tienen una solución para los hijos díscolos que en lugar de darles nietos se dedican a disfrutar la mala vida. Llegada la treintena, si la progenie no parece dispuesta a sentar cabeza y reproducirse, un anuncio en el periódico y andando. Mucho más barato, donde va a parar.




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