martes, 8 de octubre de 2013

El mundo, ese sitio lleno de peligros

Nadie puede negar que Martin es un buen padre. Es cierto que le limpia el culo a su hijo con toallitas desmaquillantes, le da de comer comida tailandesa, y una vez se olvidó recogerle de la guardería, pero son minucias. Lo importante es que todo el instinto maternal que debía bajarme a mí con la leche, lo tiene mi marido. Él es el que se pone histérico y grita a las cuidadoras, en particular a la enana maldita, si Daniel se ha caído de un columpio, él es el que explica pacientemente a su hijo de dos años como funciona el motor de combustión, él es el que puede pasarse una tarde tirado en el suelo jugando con trenes y es a él al que de pronto el mundo entero le parece una amenaza para su bebé.

Para entender la extensión de este último punto, hay algo del carácter de mi marido que tengo que explicar, y esto es un absoluto desprecio por su integridad física, y por extensión la de su pareja.

Sé que los checos que me leen no levantarán una ceja si digo que a Martin le encanta esquíar por donde no se debe, descubrir la mala leche de los guardias metiéndose por dónde no está permitido, probar delicattessen locales que jamás pasarían un control de sanidad, y en general arrastrar a su acojonada pareja a situaciones que prueban los límites de la resistencia física, el valor y la paciencia. Durante los muchos años que hemos estado juntos hemos recorrido países de cuatro continentes escuchando en cada uno la frase "señor, ahí no está permitido entrar", comprando el equivalente local al imodium, y siguiendo confiados a cualquier simpático lugareño con una recomendación para visitar un templo, una fábrica de saris, o una alternativa al autobús local.

Y de pronto resulta que un viaje intercontinental es demasiado largo para Daniel, la comida china es peligrosa, en otros países la gente sólo quiere tu dinero, la situación política de Egipto es inestable, e Israel será lo primero que bombardeen si el tema de Siria se extiende por Oriente Medio.

El mundo, que hasta hace nada era el parque de atracciones de Martin se ha convertido en un entorno hostil en el que hay que pisar con cuidado. ¿Es que el sentido común y el buen juicio han logrado alcanzar a su marido después de tantos años? Valoro la opción y la descarto mientras le ayudo a encontrar su piolet para una escalada al Mont Blanc.

Naha, mi marido es el mismo irresponsable que se emborrachó con el guía que tenía que llevarle por las junglas de Nepal. Es el mundo el que ha cambiado. ¡Claro que sí! La primavera árabe, la crisis, la caída del muro... y más importante que todo eso, el hecho de que desde hace dos años y medio esa pequeña criatura llamada Daniel forme parte de él.

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