viernes, 18 de octubre de 2013

Una guardería, por el amor de Dios

Sé que a veces me pongo un poco pesada con el tema de la religión. "Ateísmo militante", creo que lo llaman. Bien, querida amiga, si alguna vez has pensado que soy un agnóstico grano en el culo, te invito a visitarme en Núremberg próximamente. Tendrás la ocasión de oírme pronunciar una o varias de las siguientes frases:

-Me encantaría que mi hijo se educara en la moral cristiana.
-Mi marido y yo respetamos mucho la religión católica
-Sí, sí, estoy bautizada. Toda mi familia es católica
-Mi marido es una persona muy espiritual
-Los valores cristianos se estan perdiendo, el relativismo moral... tsk, tsk.

Sí, efectivamente, estamos buscando guardería. Más concretamente estamos buscando una guardería que esté cerca de casa y no cierre a las dos de la tarde. Y para conseguirlo estoy dispuesta a rebautizarme, pasearme con una revista Atalaya y un pin con mi nombre o jurar que mi madre es judía de los judíos de toda la vida.

¿Dónde están mis principios? Preguntará el lector sin hijos. Bien, como todo es esta vida es una cuestión de prioridades. En este caso tienen prioridad mis principios feministas, esos que me obligan a tener una cuenta corriente propia y me hacen creer que Dios mata un gatito cada vez que un hombre dice "yo ayudo a mi mujer en la casa".

Si una quiere trabajar a jornada completa en este país tiene que dejarse algo a cambio. La salud, el sueño, las ganas de vivir... en mi caso va a ser la coherencia. Y el sueldo, también el sueldo. Es lo que hay.

Espero que Dios nos ayude... Efectivamente, sigo practicando.

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