martes, 18 de marzo de 2014

Cine del bueno

En mi familia gusta el buen cine. Afirmar esto en Internet es un poco peligroso, uno enseguida se imagina que podemos recitar la filmografía de Truffaut y Kusturica y nos desayunamos comentando que hay de nuevo en la Berlinale, lo cual no es el caso. Cuando digo que nos gusta el cine me refiero a que pagamos sin remordimientos cuatro horas de babysitter para ver un bodrio llamado “Only Lovers Left Alive” en una sala de cuarenta butacas en un barrio perdido de Nuremberg, en lugar de ir al centro a ver El Hobbit en 3D. Hacemos esto porque nos encanta el no saber si la película que vamos a ver nos cambiará la vida o será tan mala que podremos reírnos de ella durante décadas. Y eso es algo que Spiderman nunca te podrá ofrecer.

Durante años, Martin y yo hemos peregrinado de festival en festival, durmiendo en tiendas de campaña, comiendo bocadillos durante días y dejándonos el cuello en la fila uno para ver un remake de Godzilla coreano con subtítulos tan malos que dejaban el argumento a la libre interpretación, o una (muy confusa) película de hermafroditas directamente sin subtítulos porque, y cito, “el señor que los tenía que traer no ha llegado”, y quedando totalmente satisfechos de la experiencia, sólo por esa joya de documental sudafricano que de otro modo jamás hubiéramos visto.

Cuando digo que nos gusta el cine, no quiero decir que sepamos quien es el director revelación de Sundance ni quién ganó un Goya el año pasado. Pero el día que Daniel decidió venir al mundo, su madre, catálogo en mano, hacía un plan para verse, por lo menos tres películas diarias en el Febiofest. Eso no implica que se nos pueda pedir consejo sobre estrenos o que sigamos blogs de cine. Somos consumidores. Confiamos nuestro dinero y nuestro tiempo al friki que con mayor o menor acierto ha hecho la selección para la cartelera de ese cine en el que no se venden nachos.

No sé cómo de solos estamos en el mundo, siendo el tipo de consumidor que paga por ver buen cine, porque (por si acaso me leen las queridas autoridades alemanas) quiero insistir en que pagamos. Pagamos dvds, entradas, impuestos, babysitters, y hasta camisetas talla bebé con merchandising de la Seminci. Y hace muy poco pagamos por una señora tele. Tele que evidentemente pensábamos utilizar para ver cine. Pero resulta que no podemos. Sí, la tele nos ofrece un par de aplicaciones para comprar películas. Pero lo que la tele entiende por cine es el puto Hobbit doblado en alemán y una no desdeñable colección de porno gay danés.

Lo hemos intentado, pero para mí ver a Almodóvar doblado en alemán es como ver al papa ladrando. Después de perder una tarde en esto quedó claro que la única aplicación que podía cubrir parte de nuestras necesidades era Youtube y que si quería ver una peli en la que se hubieran contratado guionistas, en el idioma en que el director lo dispuso y con subtítulos, debíamos acudir a nuestra vieja amiga Cuevana.

Así es. En el siglo veintiuno. En la era de Internet y siendo un orgulloso miembro de la Unión Europea al parecer no es posible para los ciudadanos de bien ver cine de calidad con subtítulos en su idioma sin delinquir. No puedo creer que haya ningún impedimento técnico para que Imdb ofrezca un enlace para ver las pelis por un precio. Entonces ¿alguien sabe a quién hay que amenazar para conseguirlo? Se me ocurren torturas muy saladas: La serie entera de Twilight en Swahili, el Hobbit en élfico, o una cuidada selección de películas de zombies gays que incluya a nuestro querido Otto...



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