jueves, 10 de marzo de 2016

Cirugía

Como sólo me gusta escribir sobre cosas bonitas, no he contado nada hasta ahora sobre el paso por quirófano de la traductora de bolsillo. A la pobre le han tenido que operar una fístula en el ombligo que impedía que se le cerrase, y nosotros, como buenos padres, hemos sobreactuado un pelín.

Cuento esto ahora que todo ha ido bien, como era de esperar, puesto que debe ser una bobada de cirugía, y lo cuento con la ligereza acostumbrada porque hacerlo de otra manera me parecería un insulto para los padres cuyos bebés tienen que pasar operaciones serias. Si nosotros ya lo pasamos mal, no quiero imaginarme lo que puede ser cuando sucede algo grave.

Nos dijeron que la nena estaría una hora en el quirófano, pero la operación en sí sólo duró doce minutos. Es el tipo de cosa que probablemente dejan hacer al becario después de una noche de juerga, pero eso no quita que a la hora y dos minutos nos empezáramos a poner nerviosos porque no nos llamaban.
-Puede ser cualquier cosa. Igual la anestesista tenía que ir al baño antes de la operación
-O ayer echaron un capítulo nuevo de alguna serie y lo estaban comentando
-O están rellenando algún papeleo
-O hay una complicación...
-(Cara de pánico) Tú no has pillado el juego, ¿no?
-En quince minutos bajamos, ¿vale?
-Vale
En ocho minutos estábamos los dos en la puerta del quirófano.

No es que nos pusiéramos nerviosos en el momento de dejarla, tan pequeñita, en manos de gente encargada de abrirle la barriga y volversela a cerrar, que sí, que también, que la cosa impresiona por mucho que la sala tuviera luces naranjas y dibujitos infantiles, y a nuestro lado hubiera un operado de anginas comiendo un polo de fresa. Llevábamos ya varios meses de exageración y preocupaciones, involucrando, como es de esperar, a los abuelos, a mis amigas, mis tías, y cualquier conocido que tuviera cualquier relación con un pediatra. ¿Quieres preguntar a tu tío? Pero si no es pediatra, y encima lleva décadas sin ejercer como médico. Bueno, tú pregúntale, ¿qué pierdes? Yo voy a decir a tu tía la enfermera que pregunte por el hospital. Mándame por wassap la foto del ombligo, que tengo una amiga ginecóloga.

Y no es que hubiera mucho que decidir. Hemos esperado meses a ver si el ombligo se cerraba por sí solo, y nein. Y todas las respuestas de los pediatras amigos de amigos de amigos coincidían en que hay que operar. Aquí un inciso para aconsejarte que si te ves en una así, anuncies a familia y allegados de antemano que por muy elitista que suene, no quieres consejos/comentarios/ideas de nadie que no tenga un título en medicina. Créeme, lo último que quieres oír cuando intentas hacerte a la idea de que tienen que operar a tu bebé es "¿Y no se puede hacer otra cosa? Pues a una amiga le pasó algo parecido y... ¿has probado el osteópata? Sí que tiene mala pinta, sí". Lo único que quieres oír es algo en la línea de "es normal que te preocupes, pero si es lo que te aconsejan adelante, en ese hospital son muy buenos profesionales, ¿necesitas algo?"

Conste que no me puedo quejar. Tanto allegados como médicos han sido muy comprensivos. Aunque a veces nos miraran con la cara que miro yo a la gente que me pregunta si es mejor darle al bebé primero patata cocida o plátano aplastado. Sí, sí, la cara que se me pone cuando alguien me cuenta que tiene pensado hacer alguna guarrada con la placenta. La sonrisa con la que respondo a la gente que insiste en comparar cremas hidratantes para bebés. Esa misma.

La parte más importante del asunto, la traductora de bolsillo, no se ha enterado de nada y lo ha pasado todo con su buen humor habitual. Su madre sin embargo, pasó la noche en el hospital saltando del camastro de acompañante cada hora, tropezándo con los cables, sacándose una teta medio en sueños cada vez que al cacharro que mide el pulso le daba por ponerse a pitar sin motivo y volviéndose a dormir con el runrún del sacaleches de nuestra compañera de habitación.

Mi compañera de habitación, por cierto, me daba un poco de envidia. Cuando subimos del quirófano tenía montada una merendola en la habitación con toda su tribu que daba gloria verla. Las enfermeras les echaron de allí inmediatamente, y me daba una lástima terrible verles recoger los tuppers. Sé que si tuviera a mi tribu cerca me sacarían de quicio (me pasé el día contestando wassaps "me ha dicho tu madre que ya se despertó la niña...") pero una vez pasado el susto, a mis genes españoles les apetecía meter la mano en alguna tartera, y chapurrear un poco en alemán, en lugar de sentarme sola con mi bandeja de plástico y mi móvil.

Y es que hay veces que una necesita estar acompañada. Si algo me llevo de la experiencia es ese momento con ella, mi compi, cuando pasan los médicos por la mañana y le dicen que su bebé está bien, y me dicen a mí que mi bebé está bien, y nuestras caras se iluminan a la vez, como dos zombies en pijama sonriendo de puro alivio. Si hay algo que nos iguala a todas las madres del mundo tiene que ser eso.

Y es una cosa bien bonita.

1 comentario:

  1. Ooh cuando leo esas cosas, se me parte el alma. Pero lo importante es que todo ha salido estupendamente y la pequeñaja crece sana y preciosa.
    Lo de los opinólogos es un tema aparte que da para otro blog...me alegro inmensamente de vivir fuera!

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