Yo, lo que es hablar alemán, lo hablo. Cuando alguien trata de entenderme se le ven las arrugas de concentración en la frente, y a veces se giran un poco para que mi intento de comunicación le llegue mejor al oído, pero mi mi alemán me consigue comida en los restaurantes, recetas en el médico, y una sonrisa no se sabe si de vergüenza o de solidaridad en las reuniones con clientes.
El caso es que hay sitios donde mi alemán no llega. Las cartas de la Finanzamt, obvio, y quizá menos obvio, las conversaciones del pequeño diccionario trilingüe con sus amiguitos. Es que una madre, como figura de autoridad, necesita saber de un modo preciso qué barbaridad está diciendo su hijo para poder actuar en consecuencia. Cuando una oye "... meine Eltern (padres)...ins Gäfangnis (cárcel)" una entiende, como en las "listenings" de clase, el contexto. Y el contexto en este caso era claramente, mi hijo diciendo burradas a un amiguito. Así que le pedí como le pediría a la profe, que pusiera la cinta una vez más. "¿Qué dices? ¿Qué dices de una cárcel?". Mi hijo me miró muerto de risa. Así que tuvo que ser la madre del amiguito la que me ayudara con la parte pedagógica del asunto. "Das ist nicht nett. Si llevan a tus padres a la cárcel, ¿quién te va a hacer la comida?"
En otras ocasiones mi alemán me llega para entender, pero se queda corto para contestar. Ayer mismo iba paseando por una acera estrecha con la traductora de bolsillo en el carrito. En un punto del camino había dos señoras muy bien vestidas (me aventuro a adivinar, sin hijos) de charleta en mitad de la acera. Mi "entschuldigung" no me llevó muy lejos. Las señoras me miraron un segundo, pero no se apartaron. Tuve que bajar con el carrito de la acera y rodearlas. A muchas lectoras no les tengo que explicar que subir y bajar bordillos con un carrito es un coñazo. Apartarse un poco cuando se dispone de piernas operativas es una molestia menor, que además se compensa con la bonita sensación de haber hecho el bien. Pero no. Cuando pasaba a su lado, lanzando una mirada de odio entendí perfectamente "es ist nicht so dramatisch, oder?". Respondí algo y gesticulé aún más, pero lo cierto es que en ese momento no tenía a mano las palabras que una necesita para llamarle hija de perra a alguien con educación.
Y es que los inmigrantes pagamos un impuesto especial por no dominar el idioma. Cada vez que necesitamos protestar tenemos que poner en un plato de la balanza lo que intentamos obtener de la protesta y en el otro el esfuerzo de juntar un montón de palabras para pedir las cosas. Me faltan dedos en las manos para contar las veces que me he bebido el agua con gas por no discutir, pero es que además no he dicho nada cuando me han dado la vuelta mal. Por no discutir (en alemán) pago religiosamente multas injustas y ni siquiera tengo abogado que hable por mí, porque no puedo leer las cuarenta y cinco páginas que describen las condiciones del seguro de abogados, y me da que si me hago dicho seguro voy a acabar regalándoles dinero también a ellos... por no discutir.
El problema es que saber pedir las cosas, saber protestar y llamar a alguien asquerosa con educación es un recurso importantísimo en la vida. En el día a día, beberte cosas que no te gustan no tiene mayor importancia, pero saber exponer tu problema a la persona adecuada puede ser la diferencia entre que te den la oportunidad repetir un examen o quedarte con un suspenso, puede ser lo que te ayude a salir de la oficina compartida con el compi del dudoso olor corporal y por lo menos te da la satisfacción del deber cumplido cuando le haces saber a una gilipollas que es gilipollas.
Pero si mi hijo no ve eso en mi, ¿de quién lo va a aprender? Temo que no me quede más remedio que hacer algo valiente la próxima vez que me vea en una de éstas. Pararme, mirar a los ojos a la payasa de turno, y decirle "ahora se espera por favor a que traduzca con calma lo que le quiero decir". O eso o le pido a mi hijo que me defienda "¡ojocuidao! ¡Que mi madre ha estado en la cárcel!"
El caso es que hay sitios donde mi alemán no llega. Las cartas de la Finanzamt, obvio, y quizá menos obvio, las conversaciones del pequeño diccionario trilingüe con sus amiguitos. Es que una madre, como figura de autoridad, necesita saber de un modo preciso qué barbaridad está diciendo su hijo para poder actuar en consecuencia. Cuando una oye "... meine Eltern (padres)...ins Gäfangnis (cárcel)" una entiende, como en las "listenings" de clase, el contexto. Y el contexto en este caso era claramente, mi hijo diciendo burradas a un amiguito. Así que le pedí como le pediría a la profe, que pusiera la cinta una vez más. "¿Qué dices? ¿Qué dices de una cárcel?". Mi hijo me miró muerto de risa. Así que tuvo que ser la madre del amiguito la que me ayudara con la parte pedagógica del asunto. "Das ist nicht nett. Si llevan a tus padres a la cárcel, ¿quién te va a hacer la comida?"
En otras ocasiones mi alemán me llega para entender, pero se queda corto para contestar. Ayer mismo iba paseando por una acera estrecha con la traductora de bolsillo en el carrito. En un punto del camino había dos señoras muy bien vestidas (me aventuro a adivinar, sin hijos) de charleta en mitad de la acera. Mi "entschuldigung" no me llevó muy lejos. Las señoras me miraron un segundo, pero no se apartaron. Tuve que bajar con el carrito de la acera y rodearlas. A muchas lectoras no les tengo que explicar que subir y bajar bordillos con un carrito es un coñazo. Apartarse un poco cuando se dispone de piernas operativas es una molestia menor, que además se compensa con la bonita sensación de haber hecho el bien. Pero no. Cuando pasaba a su lado, lanzando una mirada de odio entendí perfectamente "es ist nicht so dramatisch, oder?". Respondí algo y gesticulé aún más, pero lo cierto es que en ese momento no tenía a mano las palabras que una necesita para llamarle hija de perra a alguien con educación.
Y es que los inmigrantes pagamos un impuesto especial por no dominar el idioma. Cada vez que necesitamos protestar tenemos que poner en un plato de la balanza lo que intentamos obtener de la protesta y en el otro el esfuerzo de juntar un montón de palabras para pedir las cosas. Me faltan dedos en las manos para contar las veces que me he bebido el agua con gas por no discutir, pero es que además no he dicho nada cuando me han dado la vuelta mal. Por no discutir (en alemán) pago religiosamente multas injustas y ni siquiera tengo abogado que hable por mí, porque no puedo leer las cuarenta y cinco páginas que describen las condiciones del seguro de abogados, y me da que si me hago dicho seguro voy a acabar regalándoles dinero también a ellos... por no discutir.
El problema es que saber pedir las cosas, saber protestar y llamar a alguien asquerosa con educación es un recurso importantísimo en la vida. En el día a día, beberte cosas que no te gustan no tiene mayor importancia, pero saber exponer tu problema a la persona adecuada puede ser la diferencia entre que te den la oportunidad repetir un examen o quedarte con un suspenso, puede ser lo que te ayude a salir de la oficina compartida con el compi del dudoso olor corporal y por lo menos te da la satisfacción del deber cumplido cuando le haces saber a una gilipollas que es gilipollas.
Pero si mi hijo no ve eso en mi, ¿de quién lo va a aprender? Temo que no me quede más remedio que hacer algo valiente la próxima vez que me vea en una de éstas. Pararme, mirar a los ojos a la payasa de turno, y decirle "ahora se espera por favor a que traduzca con calma lo que le quiero decir". O eso o le pido a mi hijo que me defienda "¡ojocuidao! ¡Que mi madre ha estado en la cárcel!"
Creo que en mi caso el problema ya no es la falta de vocabulario , sino lentitud mental y falta de experiencia de cagarme en los muertos del capullo de turno. No me sale en el momento, me quedo totalmente en blanco. Por escrito tengo más tiempo y parece que dispongo de más recursos. Es la triste realidad...siempre se me ocurren mil respuestas cuando ha pasado media hora después del incidente. Patético
ResponderEliminarL'esprit de l'escalier, he leido hace poco que se llama eso. Pasa en las mejores familias, desde luego
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