miércoles, 27 de mayo de 2020

Cosas lógicas

¿Conoces la paradoja del cumpleaños? Dice que si tienes cincuenta y siete personas en una habitación es casi seguro que al menos dos de ellas cumplen años el mismo día.

Es una curiosidad, más que una paradoja. Es uno de estos enunciados que los matemáticos y los ingenieros recién salidos de la carrera pueden deducir con un papel y un boli. Y es que hay cosas que son de los más normal, y, sin embargo, no dejan de sorprendernos.

Por ejemplo, acabo de ver un anuncio de mascarillas de diseño por cincuenta euros. Es normal, por supuesto. Es primero de microeconomía, la ley de la oferta y la demanda. Habrá quién las compre. ¿No hay gente que se gasta dos mil euros en un bolso? ¿Cuánto va a tardar Adidas en fabricar una mascarilla especial para correr? ¿Y otra para jugar al fútbol? Lo raro sería lo contrario.

Y aun así sorprende. El estómago nos dice que hay algo poco ético en todo esto. Y no sólo me lo parece a mí. La mayoría de las empresas dicen vender las mascarillas a precio de coste, o donar los beneficios. Ellas también deben percibir la sensación desagradable de que alguien se lucre con este producto.

Hay algo democratizador en las mascarillas caseras, aunque hagan lucrarse igualmente al afortunado poseedor de una máquina de coser y unas horas de tiempo libre. Parece que, con los restos de una camiseta en la cara, todos somos iguales frente al virus. Y lo cierto es que con una máscara de Louis Vuitton también eres igual ante el virus, pero quizá taparte la boca con un trapo cuqui te hace sentirte un poquito más igual.

Hay otra cosa a tener en cuenta. ¿Cuántas mascarillas de tela crees que necesitas? ¿Una? ¿Dos? ¿Y si resulta que necesitamos una docena?

Al fin y al cabo, hemos nacido en un mundo en el que es necesario tener una docena de pares de zapatos. No sólo de invierno y de verano, sino también de tacón, de varios colores para combinar con varios conjuntos, zapatillas para el gimnasio y para correr fuera, y lo que te pida tu corazón y la moda de este año.

Pero en este mismo mundo, de momento no hacen falta más que dos pares de mascarillas de tela... hasta que nos convenzan de lo contrario.

Y nos van a intentar convencer. Justo en estos momentos, cuando llevamos meses alternando zapatillas de estar en casa con playeras, y cuando muchos empezamos a darnos cuenta de la comodidad de no tener que comprar, no tener que elegir, de pasar la mayor parte del día en pantalón de chándal. Justo cuando hasta la madre Tierra se alegra de que hayamos puesto el consumismo demencial en pausa.

Es mal momento, por ponerlo de alguna manera, para intentar argumentar que necesitamos una mascarilla que combine con el bolso. Y esto lo saben las empresas. Por eso se cortan un poco. Pero pronto cambiará la cosa. ¡Hay que reactivar la economía! ¡Las mascarillas pueden ser divertidas! ¿Quién no querría ser el orgulloso poseedor de una prenda de auténtica seda salvaje?

Es lógico, pero el estómago me dice que estamos perdiendo una oportunidad, que quizá tendríamos que aferrarnos a este pensamiento fugaz "sólo necesitamos dos mascarillas" durante el tiempo que sea posible. Hasta que ese mismo enunciado que tan lógico nos parece hoy se convierta en una idea anticuada, radical.

Si tienes cincuenta y siete personas en una habitación... ¡Enhorabuena! Eso significa que son tiempos mejores, que no hacen falta mascarillas ni distancia social y que podemos volver a sorprendernos por coincidencias en las fechas de cumpleaños.





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