jueves, 15 de noviembre de 2012

El abuelo

Cuando llamé a mi padre desde Moscú para decirle que estaba embarazada me respondió
-¿Y? ¿Quieres que te felicite o algo?
Después me colgó. Cualquiera que le oyera pensaría que es su hija adolescente la que les da la noticia, y no una mujer de treinta años que lleva siete conviviendo con el mismo checo.

Con el tiempo, mi padre se ha convertido en un abuelo de manual. ¡No le compréis legos! ¡Los legos se los compro yo! y se ha medio convencido de que ser madre no significa necesariamente cambiar el portafolios por el bolso para pañales (ahora venden bolsos muy cucos en los que te cabe el portátil y los pañales holgadamente).

Al final, sin más drama del necesario, los abuelos y abuelas de Daniel se han adaptado a su estatus de abuelos. Lo que les está costando un poco más es admitir el hecho de que hay varios idiomas que ya en este punto Daniel domina mejor que ellos.

Daniel: agua, agua
Abuela checa: aqua, aqua. En español, voda es aqua, ¿no?

O admitir que Daniel no siempre habla en el mismo idioma.

Daniel: autooo
Abuela española: ¡Claro que auto es español! Ven, cariño, la abuela te va a comprar un auto. Un auto rojo.

O admitir que hay veces que Daniel no habla en ningún idioma

Daniel: netá
Tía abuela española: no está, no está, papá no está. ¿Ves? ¡Habla español!

Pero si hay un abuelo al que hay que reconocerle el esfuerzo de asumir y aceptar el cincuenta por ciento extranjero de su nieto es a mi padre.

Abuelo español: Le he creado una carpeta con sus fotos. "Daniel Caní"

Me descubro ante mi padre. No creo que haya otro miembro de mi familia que sepa el apellido de mi hijo, mucho menos que se atreva a intentar pronunciarlo: Knýř.

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