martes, 13 de noviembre de 2012

Las dos horas de babysitter más caras del mundo. II

Desde mediados de octubre, Martin y yo trabajamos a tiempo completo. Los dos viajamos por trabajo, pero pensamos que seríamos capaces de arreglarnos, siempre y cuando no estuviéramos fuera los dos al mismo tiempo. Parece ser que estábamos equivocados.

Durante un viaje mío de dos días a Praga, tres chicas diferentes han tenido que pasarse por casa para echar una mano a Martin. En dos semanas he pedido tantos favores a tanta gente que comprometerse a ayudarles en todas sus futuras mudanzas ya no basta. Simplemente el arreglo no funciona, y puesto que trabajar menos no es una opción, decidimos contratar una babysitter.

La semana pasada, sin embargo, Martin estaba en US, mi babysitter estaba en España y yo tenía una reunión en Darmstadt, a dos horas y media de casa. Puedo hacerlo, me dije, tonta de mí. Solo tengo que dejar a Dani en la guardería, coger un tren y estar de vuelta a tiempo para recogerle. Y por si acaso el tren se retrasara, encontrar a alguien que pueda irle a buscar. Por lo visto, estaba equivocada. Otra vez.

Desde que Daniel empezó en la guardería, en Febrero no ha habido un solo día en que no hayamos podido irle a buscar. Tampoco ha habido un solo día en que se haya puesto tan enfermo que hubiera que ir a recogerle antes de la hora. ¿Qué probabilidades había de que las dos cosas sucedieran por primera vez al mismo tiempo, y justo cuando Martin estaba en otro continente?

Pues sí, me llaman cuando ya estoy a dos horas de camino de la guardería. Daniel ha vomitado y hay que irle a buscar. Entro en pánico. Llamo a todas y cada una de las personas que conozco en Nuremberg y por suerte Raquel puede ir a buscar al niño y quedarse con el hasta las tres. En este punto yo ya he llegado a Darmstadt, donde Nacho me viene a buscar para tomar un café antes de mi reunión. Pero todavía tengo que encontrar a alguien que se quede con Daniel a partir de las tres, así que no hay café, solo hay nervios y llamadas al borde del histerismo mientras busco por décima vez en la agenda de teléfonos.

Nacho, que es un sol, o que no ve otra opción, se ofrece a ir a Nuremberg si no puedo encontrar a nadie más. No puedo encontrar a nadie más. Toda la gente que conozco en Nuremberg está fuera del país o tiene algo que hacer a esa hora. Me pregunto a quien cause tanto daño en mis vidas anteriores. Nacho escribe código para satélites, y me parece terrible obligarle a ir a Nuremberg a hacerme de babysitter mientras yo voy a una reunión que no va a resultar en el envío de ningún tipo de objeto al espacio exterior. Pero es mi primera reunión en mi nuevo trabajo, y nueve personas de varias ciudades de Alemania vienen a escuchar lo que tengo que decir.

Así pues, Nacho va a Nuremberg y más concretamente al piso de Raquel a cuidar de mi niño. Este mes Raquel comparte el piso con un chileno y su madre, que viene a hacerse una operación de cadera. En un giro forzado de esta historia a la madre se le mete en la cabeza que Nacho la va a violar y no puede quedarse en el piso. Así pues, llama a su hijo, su hijo llama a mi amiga Raquel, y Nacho y mi niño no tienen más remedio que irse del piso.

Por suerte, para cuando un soltero y un bebé de año y medio consiguen llegar a la estación de trenes, yo ya estoy llegando. Así, a eso de las cinco de la tarde, pude recoger a mi bebé, llevarlo a casa, y respirar otra vez.

Este lunes tuve otra reunión en Bonn. No debería haber ningún problema. Su padre llegaba de US con tiempo de sobra para irle a buscar, pero yo, escarmentada, puse en marcha un plan de emergencia. Mi vecina del alma se puede hacer cargo de Daniel si pasara cualquier cosa. Y si, en un giro final absolutamente ridículo, cuando estoy a cuatro horas de Nuremberg recibo una llamada de la guardería. Daniel ha vomitado y hay que ir a buscarle.

No hay comentarios:

Publicar un comentario