sábado, 27 de abril de 2013

Me enamoré de un ingeniero

Mi padre es ingeniero. Mis mejores amigos son ingenieros. Mis exnovios son ingenieros. Me casé con un ingeniero y visto el modo en que mi hijo trata a los coches y le maltratan las niñas, mucho me temo que no acabará estudiando hispánicas. Vivo en Núremberg, así que mi clase de alemán está plagada de ingenieros. Yo misma acabé ingeniería y después me dediqué a la gestión, lo que significa que no sólo estoy rodeada de ingenieros sino que además mi trabajo consiste en comunicarme con ellos.

Lo que intento decir es que creo entender a los ingenieros. Por ejemplo, cuando hablo con uno intento ser precisa. Nunca diría a un ingeniero que mi gato se ha electrocutado mordiendo el cable de mi portátil. Le diría que mi gato se ha electrocutado mordiendo el cable de la batería de mi MacBook Air de once pulgadas y 512 GB de RAM... Y sería comprensiva cuando mi ingeniero me diera una respuesta emocional propia de un genocida asperger, tipo... "a lo mejor podemos replicar el escenario... asumo que estaba conectado".

En general no me importa que cualquier tarde en un bar incluya dibujar órbitas de satélites en una servilleta, requiera nociones de computación cuántica para seguir el hilo de la conversación y excluya a cualquiera que no haya construido alguna vez una antena con una lata de Pringles. Tolero que comprarse un móvil lleve a la predecible discusión iPhone contra Android, como en su día soporté Microsoft contra Linux, Mozilla contra Netscape, y Google contra el mundo. No me enfada que me pregunten ¿qué quieres por tu cumpleaños? cuando no son capaces de regalar nada que no tenga un puerto USB. Tener ingenieros alrededor tiene sus ventajas. Son los que regalan a tu hijo merchandasing de la ESA. Nunca te faltará un cable que llevarte al móvil. Deja tu ordenador desprotegido, ve al baño y cuando vuelvas puede que te lo hayan optimizado e instalado un conversor de PDF. Mi padre no nos hizo la cena en la vida, pero todavía hoy nos tiene el ordenador a mi y a mi hermana que da gusto verlo.

Un ingeniero es pragmático. Hablar de sentimientos le produce sudores fríos, pero su idea de mantener la relación es que le lleves contigo a elegir tu equipo de sonido. A un ingeniero le cuesta decirte que le gustas, más bien se ofrecerá a instalarte el router. O se tomará cinco tequilas y te meterá la lengua hasta la campanilla. No tienen término medio. El mundo lo dividen en cosas configurables, y cosas que no lo son. Las primeras les ocupan el noventa por ciento del día. Las cosas que caen en el segundo grupo es como si siempre las vieran difusas y extrañas. Para muestra la descripción que mi marido hizo del vestido de novia de una amiga: Blanco. Largo. Y tras pensar largo y tendido: sin mangas. 

La ingeniería supera barreras lingüísticas. Mi padre se lleva de maravilla con mi marido, sin necesidad de hablar demasiado. Dicen "codec" "script" "port" como si pertenecieran a la misma secta. Sacan los iPads y comparan aplicaciones. También se bajan juegos de Lego y mi hijo se les une. (Esa criatura no nos va a salir futbolista).

Por otra parte, en la vida en pareja con un ingeniero una tiene que estar preparada para que a veces lo que está pasando en la pantalla del ordenador sea más importante que lo que pueda pasar en la cama... la ventaja es que normalmente no se dan cuenta de que llevas un mes sin depilar.

No me puedo quejar. Me lo he buscado. Si me pareciera mas sexy la ropa bien combinada que una transformada de Fourier bien hecha, quizá me hubiera casado con un bombero cachas. Si nuestras actividades en familia no incluyeran crear un diagrama de flujo para decidir a quién le toca lavar los platos, si no tuviéramos en el baño un libro de acertijos del tipo "Tu tamaño disminuye a una centésima parte pero tu masa permanece constante. Te caes en una licuadora..." quizá me habría liado con un director de cine y mi hijo estaría obsesionado con Audrey Tautou.

En lugar de eso, llego a casa por la noche y me encuentro una simulación de la guerra de Corea en mi salón y Daniel cenando galletas. Martin me dice que ha estado muy liado en el trabajo y puesto que creo comprender a los ingenieros pienso, pobrecito, probablemente se ha puesto a programar y ha perdido la noción del tiempo.

Y entonces encuentro esto en la mesa del salón.


Esto, señores, es una comparación de las características de las diferentes dagas, espadas y arcos en el último juego de ordenador que le quita el sueño a mi marido.

Y entonces pienso, hispánicas. En mi próxima vida, hispánicas.

Una nota para mis amigos ingenieros. No es relevante el nombre de los ejes, si el juego es World of Warcraft, Zelda u otro. No es relevante si las gráficas son correctas o no, si está claro o no el arma que debería usar. La única pregunta relevante en esta situación es si cambiar la contraseña del router y no decírselo durante un mes es suficiente o debería obligarle a morder el cable del portátil hasta electrocutarle.

2 comentarios:

  1. Fantástico! Me ha gustado mucho. Aunque no me quedan nada claras las gráficas. Mi primera impresión era Minecraft, pero tras revisarlas en detalle me inclino más por Celtic Heroes :-p

    Por cierto, los ingenieros seremos frikis pero no tontos. Del mes sin depilar nos damos perfectamente cuenta, aunque luego finjamos!!!



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  2. ¡Si señor! Celtic Heroes... friki...

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